Empezamos cortando a trozos muuuy pequeños una cebolla fresca, de la que hace llorar. Con un buen chorro de aceite de oliva en la sartén la empezamos a dorar a fuego lento hasta que queda pochadita. Durante este proceso introducimos el bacon cortado al tamaño que nos guste.
Al mismo tiempo en un fuego colindante ponemos a calentar agua con sal donde haremos los spaghetti. Siempre al dente si queremos que la tradición y la cultura italiana impregne nuestra cocina.
Cuando el bacon ya esté doradito (sin quemarse ni tostarse) podemos parar el fuego, o bajarlo mucho para que mantenga el calor mientras esperamos que se terminen de cocer los spaghetti. Y mientras aguardamos este momento ya podemos abrir unos huevos en un bol y batirlos. Aquí añadiremos también el queso parmiggiano debidamente rallado y lo juntaremos todo.
En el momento que los spaghetti ya están listos los ponemos a la sartén (donde ya hemos subido un poco la temperatura) y lo mezclamos todo. Si está bien caliente es el momento de apagar el fuego y tirar (SIN DEJAR DE REMOVER) los huevos con el parmiggiano para que no se cuezan los huevos, sino que quede como una tremendamente deliciosa crema junto con el queso.
Estos son los típicos spaghetti con salsa carbonara tradicional y de toda la vida. No leche, no nata (crema de leche).
Mi recomendación es utilizar la pasta italiana Bartolini la cual está hecha con todo el amor del mundo y con el corazón del trigo. Es una pasta ideal puesto que si la cocemos al dente quedará exquisita. El Parmiggiano mi recomendación es el Zanetti.