Reúne todos los requisitos para convertirse en un plato imprescindible de tu recetario habitual: es económico, fácil y, por supuesto, sabroso.
Basta con mezclar un poco de pan, leche, huevos, azúcar y meterlo todo en el horno. Aunque luego os daré unos interesantes consejos para que podáis disfrutar de un increíble pan de calatrava de la abuela aún más rico.
Muchas de las elaboraciones culinarias de nuestra excelsa gastronomía, vienen motivadas, como ya hemos comentado en otras ocasiones, por una época de carestía. Pocos países han sido capaces de desarrollar una cocina tan espléndida con tan poco.
España ha estado históricamente ligada al pan, siendo uno de los sustentos principales de muchas familias durante siglos. En la península, encontramos los primeros indicios de su preparación en el siglo III d.C, aunque no podemos atribuirnos su invención.
Para encontrar el origen primigenio del pan, tenemos que viajar mucho más atrás, al Neolítico, a hace más de 14.000 años. Durante esta época, el hombre pasó de ser cazador y recolector a agricultor y ganadero sedentario.
El trigo no demandaba demasiados cuidados, daba una buena producción por hectárea, y era fácil de almacenar y transportar. Así, se convirtió en el alimento por excelencia durante miles de años.
Los hombres del neolítico, machacaban los granos, junto a una cantidad determinada de agua, dando lugar a una especie de papilla que posteriormente cocían en una olla. Este proto pan, dista mucho del que consumimos habitualmente, que proviene de aquella España mozárabe en la que se refinaron mucho las técnicas.
Pero volviendo al pan de calatrava, este, probablemente, provenga de Calatrava la Vieja o la Nueva, localidades de Ciudad Real.
La pista se pierde ahí, y nadie sabe a ciencia cierta como llegó el postre a Murcia; si realmente tiene orígenes andalusís -cosa más que probable-, o su autoría corresponde, como sospechan algunos, a la Orden de Calatrava.
Sea como fuere, es preciso rescatar este legado y dignificar un dulce que por su humildad bien merece una especial mención.
Ingredientes:
Pan de hogaza o brioche 200 g.
Leche entera 500 ml.
Huevos M 5 unidades
Azúcar blanquilla 150 g.
Corteza de limón 2 unidades
Canela en rama 1 unidad
Azúcar blanquilla 50 g. (caramelo)
Elaboración:
Al tratarse de un plato de aprovechamiento, podemos hacer uso de cualquier pan duro que tengamos por casa. El pan de hogaza o el brioche se configuran como los mejores para esta receta, pero podríamos utilizar cualquiera. Incluso hay quien emplea restos de magdalenas, bizcochos u otras masas a base de harina de trigo. Queda especialmente rico con el toque de mantequilla del brioche.
Dado que se prepara en un santiamén, lo primero será ir precalentando el horno. Pondremos el termostato a 180º, con calor arriba y abajo. Entretanto, haremos el caramelo, que al igual que en un flan, se dispondrá en el fondo del recipiente donde vayamos a hornear el postre. En una sartén antiadherente, a fuego bajo, añadiremos 50 gramos de azúcar, medio vaso de agua y unas gotas de limón.
No pararemos de remover en ningún momento. Cuando comience a hervir, el azúcar se disolverá, y tornará en un color ámbar, momento en el que prestaremos mucha atención, ya que no nos conviene que el caramelo se queme o cristalice. Seguiremos removiendo hasta que observemos un color oscuro, tirando a café. Lo retiraremos del fuego y vertemos mientras que esté caliente en el fondo del molde.
¡Mucho cuidado con el caramelo! Puede provocar quemaduras de importancia. Lo habitual para el pan de calatrava es emplear un molde rectangular, también antiadherente. Trocearemos el pan en porciones gruesas, y los repartiremos por el fondo del molde. Al mismo tiempo, infusionaremos la leche con la corteza de limón y la canela, u otros aromáticos a nuestro gusto.
Como siempre, llevaremos el cazo a ebullición, estando muy pendientes, pues la leche cuando hierve tiende a desbordarse. Cuando empiece a borbotear, retiraremos el cazo del fuego, y colocaremos un papel film sobre el mismo, permitiendo que el perfume del limón y la canela penetren mejor en la grasa de la leche. Reservaremos hasta que esté un poco templada.
Mientras se atempera la leche, en un bol, incorporaremos los huevos, el azúcar, y la corteza de un limón rallada, preferiblemente con microplane. Insisto en que debe hacerse con cierta cautela, evitando rasgar el albedo, la parte blanca del cítrico, que resulta especialmente amarga. Lo batiremos bien, sin necesidad de insuflar aire ni nada parecido, simplemente mezclando.
Añadiremos la leche templada a la mezcla anterior, insisto, sin que esté muy caliente, o de otro modo podría llegar a cuajar los huevos, cosa que no nos interesa. Finalmente, una vez integrado todo, lo verteremos en el molde, acomodando bien el pan para que quede perfectamente repartido. En caso de que los trozos salieran a flote, lo presionaríamos con un papel de aluminio.
Llenaremos de agua la típica fuente refractaria de horno e introduciremos el molde dentro. Lo ideal es que la marca de agua cubra al menos la mitad del alto del molde, eso sí, evitando a toda costa que el agua pueda llegar a penetrar en el interior. Meteremos la fuente al horno sobre una rejilla a media altura, y hornearemos durante 45 minutos aproximadamente.
Para asegurarnos de que este pan de calatrava de la abuela está listo, pincharemos con un palillo en el centro, y si sale limpio, podemos decir que ya está preparado para salir del horno. Dejaremos atemperar fuera, y como haríamos con un flan, lo meteremos en la nevera hasta el día siguiente. Tan solo nos quedaría desmoldar en un plato y disfrutar de este postre tan desconocido como delicioso.
¡Qué aproveche!
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