Soy una persona con un paladar difícil. Fui una niña muy tiquismiquis con la comida, la cantidad de cosas que no me gustaban era incontable, basta decir que hacia ascos hasta a la pasta con tomate. Mi problema más grave, mi gran manzana de la discordia era la verdura. Por supuesto. Cuantas lágrimas, cuantas horas frente al plato. No me gustaba su sabor y menos aún su textura. Todavía sigo rechazando algunas de ellas, como la coliflor que no la llego a aceptar del todo todavía, o la lechuga que me parece tan apetecible como la hierba del jardín de enfrente de mi casa. No soporto el vinagre y detesto las cebolletas y también el cilantro. Desde hace tiempo vengo sospechando que soy una de esas personas supercatadoras, o cerca de serlo, porque me cuesta poco encontrar un sabor que para el resto es imperceptible. Recuerdo que el salmón me sabia a humedad de trastero de pequeña o a sobaco como solía decir, ahora ya no tengo ese problema, el salmón me sabe por fin, a salmón. Algo que mucha gente jamás entenderá. Recuerdo como si fuera ayer el día en que nos sentamos a comer unas lentejas que sabían a jabón. Cuando lo mencione en la mesa todos me miraron como si estuviera diciendo la tontería más grande de mi historia con la comida. Pero sabían a jabón, aunque el resto no lo supiese, porque el utensilio que había sido utilizado para removerlas olia a jabón. Desde entonces este es un motivo de burla en mi familia que no pierden la ocasión de preguntar si tal o cual alimento sabe a la dichosa substancia perfumada .
También tengo la costumbre de oler todo lo que como, lo cual es siempre un motivo de hilaridad y a veces de embarazo entre mis amigos y familiares, que no comprenden la razón y a veces la condenan, aunque a mi me parece algo inofensivo que además me sale automáticamente. No han sido pocas las veces, especialmente cuando es mi tía la que cocina, en las que el cocinero se lo ha tomado personalmente.
Soy, lamento decir, el tipo de persona que enerva al ser humano corriente más extricatamente omnivoro. Ese ser que se lo come todo sin rechistar y que puede llegar a engullir incluso una larba viscosa y pegajosa sin cambiar la cara. Los envidio, siempre lo he hecho, pero se de cierto que jamás seré uno de ellos. Aún así, con el tiempo me estoy domesticando a mi misma y estoy orgullosa de decir que ya he aprendido a comer verdura, no disuelta en puré, a diario entre otras muchas cosas. Las ensaladas son mi asignatura pendiente, pero algún día lo conseguiré espero. Es una cuestión de insistir, de ir poco a poco, de probar cosas intermedias como estos espaguetis. Que son una de las mejores maneras para iniciarse con las espinacas pero también para seguir comiéndolas si ya se es un experto en la materia. Es otra manera, más lucida y nutritiva, de hacer pasta al aglio e olio, o al ajillo, que siempre será mi favorita por su sencillez y rustica elegancia. Creo que puede ser del agrado incluso de los más pequeños y la rapidez con la que se prepara lo hará sin duda uno de los platos favoritos para los días en que busquemos comer algo sencillo, sano y nutritivo sin complicarnos la vida. Además las variaciones que se pueden hacer son interminables, podemos añadir tomates cherry, o nueces, o queso parmesano, o usar mantequilla en lugar de aceite... De cualquier manera estará, seguro, delicioso.
{RECETA DE PASTA CON ESPINACAS Y PIPAS DE CALABAZA AL AJO Y LIMÓN}
INGREDIENTES (Para 5 o 6 personas)
500 gr de pasta aproximadamente (espaguetis integrales en mi caso)
5-6 cucharadas de aceite
2 chalotas en juliana o picadas (opcional)
6-7 dientes de ajo, picados o machacados
Un ramillete de albahaca fresca
Un poco de perejil fresco
Ralladura de limón
Zumo de un limón
Espinacas frescas
Sal y pimienta al gusto.
1-2 cucharadas de pipas de calabaza
PREPARACIÓN
1. Para hacer la pasta. Ponemos a hervir abundante agua con sal en una olla grande. Cuando comience a hervir echamos la pasta y la cocemos según las indicaciones del fabricante a fuego medio alto. Las proporciones óptimas de agua, sal y pasta son de 1:10:100, es decir, 1kg de agua y 10 gr de sal por 100 gr de pasta. Para saber que la pasta está lista, al dente, lo mejor es ir probando. Otro metodo es rescatar un espagueti y lanzarlo a la pared, si está listo se quedará pegado. Aunque lo mejor como he dicho, es ir probando.
3. Mientras la pasta se cuece, preparamos el ajo y las chalotas y machamos en un mortero el perejil y la albahaca con una cucharadita de aceite.
2. En una sartén calentamos el aceite y freímos el ajo y las chalotas (y una guindilla si los queremos picantes) cuando estén listas y justo antes de echar la pasta añadimos el perejil y la albahaca.
3. Cuando la pasta esté hecha, la echamos directamente de la cazuela a la sartén con una cuchara de spaghetti o tenedor. (También podemos colarla y si lo hacemos tendremos cuidado de no tirar todo el agua de la cocción porque añadiremos un poco de ella a los espagueti. También es importante no dejar la pasta en el excurridor más que el tiempo justo lo que no debería ser más que medio minuto).
4. Echamos 2-3 cucharadas de el agua de cocción sobre los espagueti y junto a ésta las espinacas frescas. Removemos bien y cocinamos a fuego bajo hasta que las espinacas se hayan reducido al gusto. (A mi me gusta hacerlo así aunque también se podrían añadir las espinacas antes de los espaguetis y freirlas junto al ajo y las chalotas). Añadimos el zumo de limón y la ralladura de limón, las pipas de calabaza y, si fuera necesario, salpimentamos al gusto.
NOTAS
1. Utiliza mantequilla en lugar de aceite para hacerlo más suave.
2. Acompáñalos con queso rallado estilo parmesano para añadir un toque extra de sabor.
3. Trucos para ahorrar tiempo: hierve el agua en un hervidor, machaca el ajo con un machacador en lugar de picarlo, cuece la pasta el día anterior y guárdala en la nevera échale una cucharada de aceite para que no se pegue (no lo hagas si no es estrictamente necesario).