Mi aversión a la leche comienza según me han comentado, desde casi el momento de mi alumbramiento y no por cuestiones de alergias o parecidos precisamente, así que os podéis imaginar los quebraderos de cabeza, que para una madre de hace 50 años (más o menos), suponía la renuncia a la alimentación vía tetil, te digo yo que, aún a fecha de hoy, mi madre se merece no una, sino dos estatuas por aguantar a un niño tan tiquismiquis como es el caso de un servidor. Eso sí, creo que de verdad lo que me hizo pegar estirones fueron las madalenas de chocolate, las cuales me comía a pares, y que fueron culpables en cierta ocasión de un desvanecimiento nocturno por ingesta masiva de las mismas y que acabó en asistencia hospitalaria y a puntito de espicharla, motivo de cachondeo familiar, cada vez que aparecen en la merienda el susodicho dulce. Desde entonces, las madalenas de chocolate, especifico, las que son alargadas y con su capa de choco por encima, están totalmente prohibidas en casa o llegado el momento, racionadas y guardadas bajo llave.
Retomando el hilo perdido de la leche (que yo no mamé), si tengo buena boca para con los derivados lácteos en general ( a ver como se come esto) y desde luego me pirro por un buen queso curao (anda que el niño es tonto), mejor picantito y por supuesto, dado el caso, por una tarta de queso en cualquiera de sus versiones.
El pastel de hoy es una auténtica delicia porque combina en su elaboración, además del queso, a la manzana, y el resultado es de lo más adictivo, sobre todo porque tenemos en un solo bocado dos sabores que gustan por separado, al menos para los que disfrutamos tanto una tarta de queso como una de manzanas. Yo he usado las de la variedad Fuji, muy aromáticas y con un sabor dulzón que las convierten en auténticas golosinas.
El aporte de quesitos en lugar de queso quark o requesón, le confiere una textura muy cremosa, consiguiéndose un pastel que una vez bien enfriado y cuajado en la nevera, se convertirá en un fantástico postre que pondrá un broche de oro a tu comida ya que para nada es empalagosa y deja un regustillo agrio ideal para combinar con un poco de tu mermelada favorita.
¡Un abrazo a tod@s y que disfrutéis de un fantástico fin de semana!
Ingredientes: (Para un molde rectangular de 22x12 cm)
200 gr de quesitos (16 quesitos)
200 ml de nata (crema de leche) líquida
2 manzanas
3 huevos medianos "L"
1 yogur natural
125 gr de azúcar
80 gr de harina
135 gr de leche
1/2 limón
Para el molde:
1 cucharada de margarina
1 cucharada de harina
Para decorar:
25 gr de azúcar
1/2 cucharadita de canela molida
Almendras laminadas
2 cucharadas de mermelada de manzana
Elaboración:
Precalentar el horno a 180ºC.
Poner todos los ingredientes excepto la manzana en la batidora y batir hasta lograr una crema uniforme.
Descorazonar la manzana y cortarla en láminas finas. Ponerlas en un plato y rociarlas con el zumo del medio limón para que no se oscurezcan. Tapar con film plástico.
Embadurnar el molde con la margarina y espolvorear con la harina, retirando el sobrante. Otra opción es poner un papel de horno en el fondo del molde.
Verter la crema sobre el molde. Hornear 5 minutos.
Retirar el molde con cuidado. Ya estará un poco cuajada la masa, lo suficiente para poder distribuir las láminas de manzana sobre la misma de manera vertical y que éstas no se vuelquen.
Espolvorear con el azúcar y la canela molida y llevar de nuevo al horno, dejándolo de 45 a 60 minutos a 170-180ºC, comprobando con un palillo el estado de cocción.
Una vez en su punto, retirar del horno y dejar enfriar completamente antes de desmoldar. Tostar ligeramente en sartén las almendras laminadas.
Desmoldar y extender la mermelada por la superficie superior, decorando con las almendras laminadas.
Guardar en el frigorífico un mínimo de 1 hora antes de consumirla. Así tal cuál está para repetir porción, aunque la segunda, la he acompañado de mermelada extra de frambuesas.