Me decanté yo por una receta salada por el simple hecho de que parece que lo más conocido son siempre las pastitas, las galletas, los bollos que elaboran las monjas y que suelen vender a través de los tornos de los monasterios. Así que, de algún modo, quería adentrarme en la cocina monacal de verdad, en lo que se come cada día en los conventos.
Mi aliado fundamental fue un libro que encontré por casualidad buscando recetas en la red para compartir con mis compañeros... Este pequeño libro, titulado Gastronomía Carmelitana, es una recopilación de distintos recetarios antiguos, todos ellos pertenecientes a conventos de la orden carmelita.
La propia Santa Teresa, según explica el libro, concedía extrema importancia a la alimentación, como un capítulo básico para la vida equilibrada del grupo. No le gustaban los excesos, por eso casi todas las recetas son sencillas y basadas en la moderación.
La receta que hoy os presento se prepara cada 20 de septiembre en el monasterio de la Anunciación de Alba de Tormes (Salamanca), lugar donde falleció la santa en 1582. Se cuenta que Santa Teresa llegó a Alba de Tormes en un estado muy precario de salud, habiendo emprendido un penoso viaje, con muchas incomodidades. Le sirvieron estas llamadas patatas de huelga, que tanto reconfortaron a Santa Teresa que las alabó sobremanera...
Pocos días después, sin embargo, Santa Teresa falleció sin haber abandonado Alba de Tormes. Desde entonces cada 20 de septiembre se sirve en el monasterio este plato, celebrando el aniversario de la última venida de la santa a Alba... Se suele hacer participar en esta celebración no sólo a las monjas residentes sino a personalidades afines.
Patatas de huelga {o de la última venida de la Santa a Alba}
Ingredientes para 4 personas
4 patatas grandes.
Aceite.
4 rebanadas de pan.
Sal gruesa.
3 dientes de ajo.
Perejil fresco.
Unas hebras de azafrán.
Medio vaso de vino blanco.
Preparación:
1. Pelamos y lavamos las patatas, las cortamos en rodajas como de 1/2 cm.
2. Calentamos abundante aceite en una sartén y freímos las patatas hasta que estén doraditas. Las retiramos y las dejamos sobre un papel absorbente para que pierdan el exceso de aceite. En este mismo aceite caliente podemos freír las cuatro rebanadas de pan, y reservarlas asimismo sobre el papel absorbente.
3. Colocamos las patatas en una cazuela baja, bien extendidas sobre el fondo.
4. En un mortero majamos los dientes de ajo, unas hojas de perejil, las hebras de azafrán y unas arenas de sal gruesa. Cuando esté bien machacado lo mezclamos con el vino blanco.
5. Añadimos esta mezcla sobre las patatas dispuestas en la cazuela; añadimos agua solamente hasta cubrir las patatas ligeramente (si fuese necesario).
6. Se ponen a hervir las patatas a fuego lento, hasta que estén en su punto.
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