Estas patatas son lo que yo consideraría la guarnición perfecta: En primer lugar porque son patatas y ¿a quién no le gustan las patatas? Pero también porque son muy fáciles de hacer, quedan preciosas y podemos hacerlas variando ligeramente los ingredientes para modificar su sabor. Las de las fotos llevan mantequilla, queso havarti, sal, pimienta, orégano, tomillo y romero. Pero podemos usar otros quesos (o ninguno), otras hierbas, añadirles beicon o jamón, untarlas con aceite en lugar de mantequilla, o lo que se nos ocurra.
En cualquier caso, la gracia de estas patatas está en cortarlas en rodajas finas, sin que lleguen a separarse del todo; y rellenar los espacios con los ingredientes que más os apetezcan. Para ello no solo es importante utilizar un buen cuchillo, sino también algún truquito que evite que podamos cortar del todo las patatas. Distintas personas utilizan distintos trucos, pero para mí el mejor es usar dos varillas de madera o de plástico idénticas, más o menos de 1 cm de ancho. Ponemos la patata entre las dos varillas y procedemos a cortarla de modo que las varillas hacen de tope para el cuchillo, que no puede atravesarla completamente.
Una vez tenemos los tubérculos laminados, salamos y ponemos las hierbas e ingredientes de nuestra elección entre lámina y lámina, con mucha paciencia. Finalmente horneamos a 250º hasta que estén tiernas y doradas y las usamos para acompañar carnes, aves o pescados. Son la mar de bonitas y saben fenomenal.