Acostumbradas a vivir en libertad, las sardinas enlatadas dan un poco de lástima. Las sardinas son el pariente pobre de la gran familia del mar. Son muy sabrosas, pero tienen escasa consideración social. Y encima no son muy espabiladas porque se las engaña y se las pesca utilizando como señuelo una potente luz que las hace salir a curiosear para, a continuación, caer en las redes de los pescadores.
Hacía tiempo que no comíamos sardinas enlatadas por eso cuando vi las latas perfectamente ordenadas en la estantería del supermercado no pude resistirme y las compré. Luego, una vez en casa, al abrir las latillas y ver las sardinas decapitadas y nadando en aceite, no sé, me dieron pena. Y me dije: voy a intentar subir su autoestima. Y pensé que si hay productos que se chulean porque lucen el calificativo de "patés", no sé porqué razón ellas tenían que ser ninguneadas, menospreciadas. Total que las machaqué, les añadí un queso suave, zumo de limón y mostaza. Vamos, que las resucité, les di una nueva vida, e inmediatamente las extendí sobre una rebana de pan para degustarlas.
RECETA
.
INGREDIENTES
200 g de sardinas en lata desechando el aceite.
200 g de queso cremoso.
1 cucharada de mostaza.
4 cucharadas de aceite de oliva.
1 limón (mitad para zumo y mitad para decorar)
1 cucharadita de pimienta roja molida.
Pimentón rojo para adornar.
Un paquete de tostadas para untar el paté.
.
PREPARACIÓN
Limpiar las sardinas eliminando la espina central, tripa y espinas.
En un bol mezclar el queso, el zumo de medio limón, la mostaza y la pimienta.
Por último agregar las sardinas y mezclar hasta que todo quede integrado.
Poner en un recipiente de presentación, colocar media rodaja de limón y espolvorear con un poco de pimentón rojo.
Se acompañan con tostadas.