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INGREDIENTES (2 personas)
Para el maridaje
2 pechugas de pollo limpias
Aceite de Oliva Virgen Extra
Ajo en polvo
1 limón (zumo y ralladura)
Especias: orégano, albahaca, perejil...
Para el relleno y la salsa
6 lonchas de queso francés cremoso (tipo Brie)
4 tomates secos en aceite de oliva
100 grs de champiñones
Rúcula
1 limón
Un poco de agua
1 cda de miel
1 cda de salsa de soja
Para la ensalada
Rúcula lavada
Lascas de queso Parmesano
Vinagre de Módena
Sal, pimienta y Aceite de oliva Virgen Extra
Tiempo: 30 minutos + 30 minutos de marinado
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Película comparada: PSICOSIS (Tras receta)
Marinado
Lo primero de todo es dejar marinando el pollo. Para ello limpiamos bien las pechugas y las secamos con papel absorbente. Las salpimentamos al gusto y las disponemos en una bandeja. Espolvoreamos ajo en polvo (también podría ser un diente de ajo machacado), las especias y rallamos la piel del limón (sin coger nada de parte blanca, que amarga).
Rociamos bien con el zumo del limón y un chorro generoso de aceite de oliva Virgen Extra, y tapamos y dejamos reposar en la nevera unos 30 minutos.
Mientras tanto...
Lavamos los champiñones bajo el chorro de agua fría y secamos frotando un paño húmedo. De esa manera nos aseguramos de quitar restos de tierra.
Troceamos en láminas y salteamos en una sartén con un chorrito de aceite. Salpimentamos al gusto y reservamos. No es su momento todavía...
Relleno y salsa
Precalentamos el horno a 200º
Sacamos las pechugas de la nevera y calentamos un par de cucharadas de aceite en una sartén (NOTA: Nos vale la sartén de los champiñones). Vamos a sellar el pollo, NO TIENE QUE HACERSE, ya que luego terminará su cocción en el horno. Nos vale con darle un bonito color dorado. Con tres minutos por cada lado bastará. OJO QUE NO SE QUEME, así que controlad la potencia del fuego.
Sacamos a una bandeja de horno las pechugas. Y aprovechamos los jugos que han quedado en la sartén para hacer la salsa. Para ello, vertemos todo el líquido que nos quede del marinado en la sartén y lo calentamos para que reduzca. Añadimos la miel y la salsa de soja y dejamos que hierva un par de minutos. Apartamos del fuego.
Cuando las pechugas se hayan enfriado un poco, les haremos un corte en el medio "a modo de libro" para poder meter el relleno. NOTA: No hay que llegar al fondo, basta con un poco más de la mitad, espacio más que suficiente para introducir el resto de ingredientes.
Vamos rellenando las pechugas con la rúcula, los tomates secos, las lonchas de queso cremoso y por último los champiñones salteados. Lo "cerramos" con la ayuda de unos palillos o brochetas para evitar que se nos salga durante el horneado.
Por último regamos con la salsa de reducida con miel y soja por encima de las pechugas. Esto le dará una cobertura dulzona y crujiente que le viene de maravilla. Metemos en el horno unos 10 minutos.
Emplatado
Pasado el tiempo sacamos las pechugas con cuidado y retiramos los palillos. Las colocamos en un plato y acompañamos con una ensalada de rúcula y Parmesano (yo saqué las lascas con ayuda de una mandolina) y aliñamos con aceite, vinagre de Módena y sal.
De verdad que este "experimento" resultó todo un éxito, así que no dudéis en acometerlo y comentarme la jugada. ¡Que aproveche, hitchcookianos!
Película ideal para degustar este plato
PSYCHO
("Psicosis" de Alfred Hitchcock, 1960)
Si hay alguien en el cine, cuya cabeza está "rellena" de matices, personalidades, turbulencias e ingredientes psicológicos, ese es Norman Bates.
En su atormentada existencia coexisten dos personas en un mismo cerebro: el tímido dueño de un motel de carretera y su posesiva y celosa madre. De ese modo, asemejamos nuestra receta de hoy con la difícil convivencia mental del personaje. Así surge en la comparación cine-culinaria la archiconocida, maravillosa y descomunal obra maestra "Psicosis".
Pocos no conocerán esta pieza del maestro Hitchcock. En la retina cinéfila siempre quedarán la escena de la ducha, la música chirriante, el monólogo final de la madre, el asesinato del investigador escaleras abajo... pero "Psicosis" es mucho más. El maestro del suspense acomete la década de los 60 dejando tras él una ristra gigante de piezas fundamentales para el entendimiento del "cine" como espectáculo y técnica narrativa.
Cuando en 1960 un director tan asentado y respetado decide adaptar la polémica novela de Robert Block, se encuentra con un sinfin de problemas de producción. Así que decide echarse a las espaldas todo el proyecto y tirar de su equipo de televisión para acometer esta obra, que a la postre, se convertiría en su película más rentable y de las más aplaudidas. Rodada en blanco y negro (cosa rara ya en la época), Hitchcock aterroriza a medio mundo gracias a su destreza técnica y a sus dotes para cargar de potencia visual cada plano, aparentemente, insignificante. Todos los detalles cuentan y aquí consigue dotar de una intensidad emocional única este baile de asesinatos anónimos, de fantasmas maternos, de investigaciones, de torbellinos psicológicos, de miedos cotidianos...
"Psicosis" tal vez sea la obra más terrorífica del director, nunca antes se había mostrado tan abierto a "asustar" al espectador. Pero no por ello deja a un lado las señas de su cine: investigación policíaca, madres posesivas, falsos culpables, mujeres desprotegidas, sexo, romanticismo obsesivo... Por primera vez añade el terror a la ecuación y lo hace de una manera directa, frontal, sin tapujos, recreándose en el asesinato, en una sombra en la ventana, en una puerta que se abre, en un ojo que espía a través de un agujero en la pared... Todos esos detalles que le hacían inconfundible y único.
Nuestra receta parte del hecho de tener un ave como elemento principal. De ese mismo modo Norman Bates (un Anthony Perkins descomunal en su inquietante timidez) goza del hobby de la taxidermia, y diseca aves como pasatiempo para soportar la soledad de un motel semi-abandonado. Nuestra pechuga de pollo se muestra "fosilizada", inmóvil, cosida por brochetas y rellena (no de serrín) pero sí de ingredientes que la mantienen firme y erguida ante el ojo humano.
Pero pongámonos un poco más psicoanalistas. Tomemos la pechuga de pollo como paralelismo de la mente de Norman. Es una pieza cruda, blanda, moldeable... como lo era él antaño. A medida que la muerte de su madre le va sometiendo, su cabeza va "cocinándose" y endureciéndose. Lejos queda ese chaval tímido y afable; lejos queda esa pieza rosácea e inmaculada. Ahora se ha "ennegrecido".
Y en su mente, ya desprovista de mecanismos de defensa, va penetrando la influencia de la madre. Tomate seco, rúcula, champiñones o queso, son los ingredientes que dominan su voluntad, que a nuestros ojos son: celos, posesión, sobreprotección y asesinato. Cuando la improvisada ladrona Marion Crane (Janet Leigh) se establece por casualidad en el motel, estalla la cólera materna. La mitad de Norman que la desea compasivamente, desata el deseo de la mitad de la madre por quitársela de en medio y seguir siendo "la única mujer de su vida".
La salsa, esas gotas de salsa que tiñen el plato blanco (o la bañera) se nos antojan como ese reguero de sangre que va salpicando la ducha del terror. El cuchillo hace su función (como lo hará con nuestra pechuga) para acabar con la amenaza de la sexualidad y sensualidad que supone la "rubia". Nosotros entramos en una "Psicosis" para afrontar este recetón con las ansias de Norman. Y en nuestra mente no hay dos mitades: solo una voz que lo gobierna todo (como la madre en el final) y que nos susurra en la caverna del cerebro: "cómetelo, no dejes nada". Malo sería si no le hiciésemos caso...