Este verano ha sido intenso, muy completito y bien aprovechado. Hemos hecho varias reuniones con amigos, nos hemos juntado unas veces en casa de unos y otras en casa de otros, con el resultado final de unos cuantos kilos de más y un regusto amable y divertido que nos reconforte todo el invierno. La excusa principal: quedar para cenar, donde cada uno hemos aportado nuestro granito culinario haciendo acopio de imaginación.
Uno de nuestros amigos, es argentino, con lo cual tiene un don innato para las barbacoas [y ni os cuento como está su chimichurri, o sus empanadillas criollas]. Se llama Eduardo y como no creo que todos los argentinos sepan cocinar, simplemente creo que él tiene un don especial, porque borda todo lo que toca. Por cierto, hace barbacoas para eventos, así que si alguien está interesado, que se ponga en contacto conmigo, lo aconsejo muchísimo.
El caso es que una noche que nos tocaba reunión en su casa, nos sorprendió con un repertorio interminable de pizzas. Nos contó que en su país natal, durante un tiempo tuvo una pizzería y la que más me gustó, fue precisamente esta que hoy os enseño, curiosamente la más sencilla y una de las que más vendía. Tan sencilla es, que se hace "con sólo tres ingredientes"
Necesitamos masa de pizza, cebollas [la cantidad depende de lo grande que sea tu pizza] y mozzarella rallada.
Vamos por partes: la masa de pizza ya depende de lo currada que la quieras, pero hacer una masa fresca no cuesta ningún trabajo, siguiendo las instrucciones del paquete de harina especial para pizza [la mía de Mercadona, pero existen de varias marcas] y su resultado no es comparable a una base comprada.
Las cebollas, según me dijo Eduardo, se cortan en juliana [yo puse 3 cebollas], se echan en agua hirviendo, se dejan unos minutos y se sacan. Hay que dejar escurriendo bien varias horas, mejor la noche antes incluso. Mientras estamos preparando la pizza, aderezamos la cebolla con un poco de sal y un chorreón de aceite de oliva.
Encendemos el horno a 180º calor arriba y abajo. Extendemos la masa de pizza, la ponemos en la bandeja de horno y cubrimos con mozzarella rallada, una buena cantidad, no os cortéis. Encima distribuimos esparcida la cebolla y si os gusta podéis agregar orégano [no lo he contado como ingrediente porque es un aderezo, no me regañeis]. Horneamos hasta que la masa esté crujiente de 20 a 30 minutos.
El resultado es delicioso, más sencilla imposible ¿verdad? pues os la aconsejo. Por cierto, Eduardo la hizo a la leña, poniéndola directamente en la parrilla. Todo un placer, las cenas y la compañía de este verano.