Las playas, con lo bonitas que son en foto, o incluso a primera hora de la mañana, se convierten en uno de mis lugares de pesadilla, especialmente los domingos por la tarde. ¿Cómo alguien podría querer estar ahí en ese preciso instante?
En fin, la que quiere, como no, es mi suegri. Y di que no me suele liar para nada, pero para una vez que me lía, me lía para ir a la playa un domingo por la tarde. ¿Se puede tener mayor malignidad? Lo sé, estáis temblando de terror, pero sed valientes y seguid leyendo...
Llegamos a la playa, a la de mayor afluencia de público, porque de otro modo no tendría sentido. Coches circulando en ambos sentidos. Por la calle principal, por cada una de las transversales y por todo cuanto caminejo {asfaltado o no} haya en los aledaños de la playa. Son días en que sea cual sea el coche que tenemos, se convierte en un 4x4. Conseguimos aparcar, montados en una acerita con una altura semejante a la del Everest y allí, dejamos el coche, lejísimos de la playa, inclinado a punto de volcar y cargados con más bolsas que si fuésemos a montar un todo-a-1-euro en la arena.
Eso, claro, si encontrásemos sitio en la arena... Porque después de caminar en chanclas durante diez o quince minutos, cargados como mulas... Aquello está... ¡abarrotado! Vale, que una delgada no está pero ¿es mucho pedir tener sitio para apoyar el trasero en la arena sin metérselo en la cara a nadie? Las parcelitas playeras son más y más pequeñas.
Mal sentados, con las bolsas apiladas, sin sombrilla. Intentando echarle crema a los niños sin que le salpique al caballero que está allí apretujado junto a nosotros. Mi marido, no. El marido de aquella otra, la de la toalla rosa fosforescente. Olvídate de poner la sombrilla, de sacar el libro {que se ha quedado en la bolsa que está por debajo de todo y, si tocas, hay peligro de desprendimiento}.
Justamente ese día que han declarado de alerta naranja por olas de calor, justamente ese día no cabe ni un alfiler en la playa. Ni en la playa, ni en las piscinas de los aledaños, ni en los chiringuitos. Y el calor, menudo calor. Nunca aciertan los meteorólogos de la tele, pero hoy, justamente, han dado en el clavo. Derritiéndonos.
Y mi suegri, más contenta que el pupas. Y el resto de humanidad playera también. Y yo, buscando salida para huir antes de volatilizarme por el calor. Tanto sol no puede ser bueno. Menos mal que he preparado helados y en cuanto lleguemos a casa, me los voy a tomar todos, uno detrás de otro, hasta recuperar mi equilibrio espiritual.
No es la primera vez que me comentan que la mayor parte de los helados tienen demasiado azúcar, demasiada grasa, o incluso, que la mayoría llevan productos lácteos. Así que, aprovechando un brick de bebida de chufa Costa que me llegó en la última caja Degustabox {os dejo aquí el contenido al completo} he decidido preparar unos polos que pueda disfrutar todo el mundo. Los que están a dieta, los que tienen problemas con el colesterol o con el azúcar, los alérgicos a la lactosa. Y además, están deliciosos, si es que no se puede pedir más.
Al estar preparados con una bebida vegetal sin azúcar añadido, prácticamente no tienen calorías, así que todos podemos disfrutar de este refrescante postre sin remordimientos. Además les he puesto un poco de fruta, para darles una nota de color y sabor. En mi caso he aprovechado unas frambuesas que tenía en casa, pero podéis poner las frutas que más os gusten, incluso optar por una variedad de ellas: kiwi, fresa, piña...
A la hora de desmoldar simplemente tendréis que pasar los moldecitos por un poquito de agua templada, y en un minuto estaréis disfrutando de este delicioso polo.
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Por supuesto, me encantaría que si hacéis esta receta me contaseis que os parece, siempre es tan agradable comentar las recetas con vosotros... Aquí os espero, mientras tanto, me voy a sacar un polito del congelador...
Polos de horchata {con frambuesas}
Ingredientes para 6 polos
300 ml de bebida de chufa light Costa {con stevia}.
100 ml de nata (crema de leche) vegetal.
1 cucharada de sirope de agave {u otro endulzante a vuestro gusto}.
100 g de frambuesas {frescas o congeladas}.
Preparación:
1. Mezclamos en un recipiente la bebida de chufa con la nata (crema de leche) y el sirope de agave. Removemos con una cuchara y vertemos en unos moldes para hacer polos. No debemos llenarlos a tope, porque luego añadiremos la fruta.
2. Metemos al congelador durante 1 hora. Cuando empiece a congelarse, que esté espeso pero no duro, retiramos y le añadimos con cuidado las frambuesas {o cualquier otra fruta que nos guste}.
3. Le ponemos un palito de helado, o la tapa que suele venir en estos moldes. Dejamos en el congelador hasta el día siguiente, y ¡¡listos para disfrutar!!