Me ha costado una barbaridad buscar una receta con la que participar en el Reto de Postres Originales "color y sabor de temporada", terminarla bajo la bocina y encima que quede mona. Si no trabajo bajo presión, no es tan divertido, ¿verdad?
Además, me ha tocado hacer dos veces, la primera por un error de cocción me quedó poco hecha, impresentable en las fotos... ¿y sabes qué es lo que pasa cuando haces un plato con plátano en mi casa? pues que me lo como yo entero, porque en mi casa no gusta. Claro, la segunda vez ya se la doy a mis padres, que me da que comer dos tartas enteras en menos de una semana no debe de ser muy bueno.
¿Y por qué soy una peliculera? Bueno, hace poco estuve viendo un espectáculo de danza y escuché una frase que se puede aplicar muy bien a esta publicación: "si no tienes una coreografía muy currada, al menos, deslúmbrales con el vestuario". Y esto estoy haciendo.
A priori hacer una quesada no tiene mucho misterio, de hecho esta receta he estado a punto de etiquetarla como "recetas que me da vergüenza explicar", porque son dos líneas. Si me apuras, casi he puesto más cuidado en el horneado que en el resto de la preparación.
Pero como Pilar nos pedía incorporar plátano o espárragos en la receta del reto, mi cabeza empezó a pensar en preparaciones chulísimas... que no podía hacer porque he estado más liada que la pata de un romano. Y por eso la quesada, triturar y ya.
Entonces es cuando empiezo a montarme mi película, a adornar la preparación con una historia inventada.
Me imaginaba a uno de esos hombres de fortuna que fue a hacer las Américas y volvió rico al norte de España, su tierra. Un hombre apegado a sus raíces, costumbres y gastronomía... pero con la mente abierta. Hacía falta con todo lo que se iba a encontrar.
Me he imaginado a este hombre volviendo a su pueblo, lleno de historias que contar, de alimentos nuevos que le han sorprendido, y con una mezcla de alivio por volver y morriña por lo que deja.
Y de ahí salió el nombre
Aunque tradicionalmente la quesada se hace con queso pasiego, es decir, con leche cuajada, también se puede preparar con queso fresco o requesón (que es mi caso). Si quisieras hacerlo como mandan los cánones, toca encontrar cuajo y añadirlo a unos 500 ml de leche, activándolo con un poco de calor hasta que veas que la leche se corta. En ese momento se separa la cuajada del suero lácteo (sí, existe una denominación en castellano para el buttermilk) en refrigeración, como mucho 12 horas. Además ese suero te puede servir para otras recetas, pero conviene que lo uses en las siguiente 24 horas.
Imagino que con una cucharada de zumo de limón o de vinagre de manzana obtendrás un producto similar.
Para 6 personas, necesitarás:
- 400 g de requesón o queso fresco
- 3 plátanos maduros, no aguardentosos!
- 100 g de miel de caña
- 50g de azúcar moreno
- 100 g de harina de trigo
- 4 huevos
- 50 g de mantequilla fundida
Precalienta el horno a 180ºC, con las dos resistencias.
En una batidora de vaso o de brazo tritura todos los ingredientes hasta obtener un batido homogéneo. Otra opción es dejar los plátanos aparte y chafarlos con un tenedor para encontrar tropezones (lo hice así en la primera versión y está tremendo).
Si tienes un molde antiadherente que es la niña de tus ojos, no se te pega nada y hasta es bonito, no hace falta que lo forres. Yo forré el mío con papel de horno y me ha facilitado mucho las cosas, aunque cuando está bien cuajado se despega solo del molde. También puedes engrasarlo ligeramente.
Procura en cualquier caso que el molde quede cubierto un par de dedos (el molde usado en mi caso fue de 20x20cm). Las quesadas suelen ser finitas.
Hornea durante 45 minutos sin abrir el horno para que no se hunda en el medio, y deja enfriar en el horno, ya apagado y con la puerta abierta. Esto te asegura que se termine de cocer y que no se agriete demasiado, o se abombe.
Desmolda cuando esté ya frío. No es necesario que haya sido refrigerado para ello, pero te lo facilitará notablemente.
Puedes acompañarlo con un poco de miel de caña o helado de vainilla.