Aunque hoy ha hecho sol en Madrid, he aprovechado éste fin de semana lluvioso de primavera en el que el tiempo no invitaba a salir, para pasar la tarde del sábado en casa en el sofá viendo tranquilamente alguna película con un café humeante. En ocasiones como éstas, me gusta preparar alguna receta con anterioridad que haga redondo ese momento, como en éste caso éstas rosquillas de anís, aunque parezca un poco aburrido, después de una semana llena de trajín y de estar de un lado para otro, una tarde así se me antoja como un plan perfecto.
Los que me conocéis sabéis que me encanta todo lo que tenga que ver con la cocina tradicional española, y siendo tan golosa como soy, la repostería es una de mis pasiones y aunque procuro no excederme por aquello de los kilos de mas... ¿que sería de nuestra cultura sin los pestiños, o las torrijas, las magdalenas, los tocinillos de cielo, las natillas, el flan de huevo etc?. Todo un universo de placeres que tenemos la suerte de disfrutar, aunque sea en pequeñas dosis.
Las rosquillas están muy extendidas en toda nuestra geografía, aunque tradicionalmente su consumo ha ido ligado a la semana santa y a las fiestas populares, en la actualidad, son habituales durante todo el año y dependiendo de cada zona o región, tienen elementos diferenciadores.
Ingredientes:
400 g. Harina
100 g. Azúcar
2 Huevos
1 Cucharadita de levadura
80 g. Aceite
80 g. Leche
Ralladura de limón
Chorrito de anís
Azúcar para rebozar
Aceite para freir
Elaboración:En un bol ponemos los huevos con el azúcar y con una varillas batimos hasta que duplique la mezcla, blanquee y quede cremosa.
Añadimos con cuidado el aceite, la leche, la ralladura de limón y el anís y batimos lo justo para que todo quede homogéneo.
Mezclamos la levadura con la harina y tamizados. Volcamos sobre la mezcla anterior con movimientos envolventes de fuera hacia adentro y arriba. No debe quedar una masa ni dura ni muy blanda. Dejamos reposar una hora en la nevera tapada con papel film.
Sacamos la masa de la nevera y cogemos porciones del tamaño de una nuez. Para facilitarnos ésta labor, nos untamos las manos con unas gotas de aceite. Introducimos un dedo para hacer el agujero y giramos con otro mas para agrandarlo, ya que al freírse, tienden a cerrarse.
Ponemos aceite en una sartén y cuando empiece a humear introducimos las rosquillas, teniendo especial cuidado con la temperatura, ya que si ésta es demasiado fuerte, se harán mucho por fuera y la masa quedará cruda por dentro.
Una vez fritas, sacamos a una fuente con papel absorbente y rebozamos con azúcar. Se conservan perfectamente varios días en una caja herméticamente cerrada.