Me pierde la gula.
Es ver un dulce y me tiro en plancha por él jejeje. Hay temporadas que soy capaz de controlar mis antojos dulces y otras en las que no perdono ni una.
Con esta salsa voy a tener un problema, es absolutamente adictiva. No sé cuantos viajes a la nevera he dado solo para meter la cuchara en el tarro. ¡Madre mía, que buena está!
La preparé para una receta que os pondré en unos días y como sobró bastante la he estado aprovechando para comérmela con yogur, con galletas, con tortitas...creo que voy a engordar tres kilos solo por gastarla jajajaja
Pero si os apetece probarla, os aseguro que merece la pena. Ahora, eso si, aseguraros de tener mucha gente con la que compartirla.
INGREDIENTES:
200 gr de azúcar
30 gr de agua
1 chorrito de zumo de limón
30 gr de mantequilla
300 gr de nata (crema de leche) para montar (de 35% de grasa)
1 cucharada de escamas de sal
PREPARACIÓN:
En una sartén amplia ponemos a calentar el azúcar, el agua y el zumo de limón.
Vamos dejando que se funda el azúcar a fuego suave sin tocar.
Cuando se haya formado un caramelo dorado claro, agregamos la mantequilla en un trozo y dejamos que se derrita. Podemos mover la sartén para ayudar a que se funda.
Una vez fundida la mantequilla, añadimos la nata (crema de leche). Cuidado que si está muy fría puede generar vapor y quemaros.
Vamos a dejar a fuego suave que la nata (crema de leche) se integre bien en el caramelo hasta formar una salsa homogénea. Añadiremos entonces las escamas de sal. La tendremos en el fuego unos cinco o diez minutos. Notaremos que va espesando un poco.
Vertemos en un tarro y dejamos enfriar sin tapar, a temperatura ambiente. Luego podemos guardar en la nevera.
Aquí está recién hecha, pero a medida que se enfría espesará. Es una auténtica delicia.