INGREDIENTES (4 personas)
350-400 grs de spaghetti
300 grs de mejillones cocidos
8 tomates cherrys
1 cebolla
3 dientes de ajo
6 anchoas
Albahaca fresca
Sal, pimienta y aceite de oliva
Duración: 30 minutos
El buen tiempo arrecia y las recetas refrescantes empiezan a asomar en las mesas. Así que me uno a la causa y propongo una sencilla forma de preparar unos spaghetti (o la pasta que ande por vuestra despensa) con mejillones. Es un plato fresco, ligero y altamente sabroso. Una especie de salsa putanesca pero animada con moluscos. Silencio, se cocina...
Empezamos sofriendo en una sartén con aceite de oliva la cebolla, los ajos y el tomate troceado. Vamos dejando pochar a fuego medio durante unos minutos. NOTA: Por otro lado podemos ir cociendo ya la pasta siguiendo las instrucciones del fabricante.
Añadimos los filetes de anchoas y removemos hasta que se disuelvan por completo en el sofrito. Lavamos y picamos muy finamente las hojas de albahaca. Las añadimos a la sartén y removemos de nuevo para integrar todos los aromas.
Cuando nuestro sofrito esté bien cocinado, es el momento de añadir los mejillones. Yo los tenía ya cocidos pero para cocerlos sólo hace falta limparles bien las "barbas" y cocerlos en un dedo de agua con la olla tapada y meneando continuamente unos 3 minutos.
Colamos los spaghetti y los vertemos directamente en la sartén del sofrito. Con ayuda de unas pinzas vamos removiendo bien para que se mezclen todos los ingredientes. Salpimentamos al gusto.
Hora de emplatar. En un plato hondo servimos la pasta con los mejillones y decoramos con unas hojitas de albahaca fresca. También se puede añadir queso parmesano rallado, por supuesto. Bien fácil, ¿no? Pues no hay excusas. ¡Que aproveche, hitchcookianos!
Película ideal para degustar este plato
THE CRIMSON PIRATE
("El temible burlón" de Robert Siodmack - 1952)
En este pequeño arte de las comparaciones cine-culinarias, hay veces en las que uno no se acaba ciñendo cien por cien al espíritu del plato. Me explico. La nacionalidad de la receta es italiana pero tras mucho pensar observando la foto, me sentí lleno de optimismo. El colorido del plato, su benevolencia y su toque marítimo, me catapultaron a la infancia de inmediato. Y he aquí donde me topé de bruces con uno de los recuerdos más divertidos y apasionantes de mi mente infantil: El temible burlón.
Esta pirueta artística corre a cargo de un maestro como Robert Siodmack, uno de los grandes cineastas del cine negro (A través del espejo, Forajidos, La dama desconocida, La escalera de caracol...) En esta ocasión se deja llevar por el género de aventuras y despliega todo su arsenal de talento al servicio de los pizpiretos piratas Burt Lancaster y Nick Cravat. Dos corsarios trapecistas que atemorizan tripulaciones y tratan de conseguir a la mujer del rey. Todo ello desde la bondad, la diversión, las cabriolas y el espectáculo visual. Un frenético ejemplo de cine para todos los públicos, donde somos testigos de las imposibles acrobacias circenses de este par de caraduras dispuestos a todo para derrocar al enemigo y lograr el amor deseado.
Este film evoca un tiempo en el que el cine de acción se hacía artesanalmente. No había dobles (tanto Lancaster como Cravat venían de la acrobacia del circo), ni efectos especiales; la espectacularidad visual se basaba en el buen criterio del director y en el talento natural de los actores. Agitadas coreografías , persecuciones cómicas y diálogos ácidos entre el elenco de rufianes, se mezclan con un ritmo trepidante que no decae en ningún momento a ojos del espectador.
Nuestra receta encuentra su simbolismo inicial en la gran belleza plástica que emana del plato y de la película. El technicolor del que hace gala la obra, saca partido de los magníficos exteriores y de los nobles decorados. En nuestro plato se ha jugado con la idea de unos spaghetti tricolor, el naranja de los mejillones, el rojo del tomate y el verde de la albahaca. Una gama cromática de colores puros y vivos. Un cuadro cinematográfico que divierte comer.
En los moluscos nos topamos con la banda de pícaros. Todos ingredientes-hombres de mar (piratas a más señas), comandados por el sonriente Pirata Rojo (Lancaster) y por su fiel y flexible escudero Ojo (Cravat). Coronan el plato de un modo acrobático, sosteniéndose en la cima y brincando por entre la maraña de guardias británicos (la pasta).
De ese modo El temible burlón encuentra su reflejo culinario en este plato que sobresale por su sencillez de planteamiento (como el de la película). Basta aderezarlo con anchoas, ajo, tomate y cebolla (o con brillantes diálogos para los momentos en los que la acción se cocina a fuego lento y no hay piruetas de por medio) para hallar un plato-película ameno, fresco, ligero y apto para todos los paladares. Todo un divertimento en la mesa que nos hará sacar nuestra mejor sonrisa Lancaster (probablemente la sonrisa más blanca de todo el celuloide) con cada bocado pirata...