Necesitar comer algo dulce y encontrarte con mermeladas y membrillos es una penosa situación que vivimos todos los argentinos cuando viajamos fuera del país. Nótese que dije ‘necesitar’. Porque cuando necesitamos comer algo dulce, sin decirlo, sin pensarlo, los argentinos estamos hablando de dulce de leche. De dulce de leche con chocolate. De dulce de leche con masa de algún tipo. De dulce de leche con coco, con merengue. Como sea: algo dulce es dulce de leche. Con otra cosa dulce alrededor o debajo.
El dulce de leche se come en toda Latinoamérica. Es manjar blanco, arequipe, bienmesabe y, estás esperando que lo diga: cajeta. Muchos países se atribuyen la invención de este dulce. Pero ninguno con tanto ahínco y fervor como Argentina. Nosotros gritamos a los cuatro vientos, a quien quiera escuchar y a quien no también, que el dulce de leche es Argentino. Así, Argentino con mayúsculas. Quienes viajaron por Latinoamérica saben que el dulce de leche está ahí. Pero no es el rey ni mucho menos. Está ahí entre otros. ¿Cómo es posible que, existiendo el dulce de leche en Brasil, ningún Garoto sea de dulce de leche?, ¿Cómo puede ser que en Colombia el dulce típico es el de guayaba si allí existen las Panelitas Copelia, un manjar de coco y dulce de leche que haría sonrojar a la mismísima Vauquita? Incomprensible.
El fanatismo argentino por el dulce de leche me cae de lo más antipático. Creo que es bastante estúpido, chovinista. Sin embargo, mentiría si digo que el dulce de leche me da igual. El dulce de leche es el mejor de todos los dulces del mundo mundial, no me jodan. Objetivamente creo que es un sabor tosco, sin muchos matices… y mucho más si lo mezclamos con algo muy dulce, como el merengue. Esto objetivamente. Porque subjetivamente, lo dicho: el dulce de leche es el mejor dulce del mundo mundial. NO me jodan.
Yo soy de las que va a una confitería y dice en la barra: dame lo más asqueroso que tengas. Dulce de leche, merengue, chocolate, ¿cuanto salía el recargo de crema? Eso, poneme recargo de crema también. Un café negro y un vasito de agua. Y ahí me explayo en un verdadero show de dominio mental y físico: el CONTROL DEL EMPALAGUE.
Empalagarse no está bueno. Para nada. Es hastío de lo que estás comiendo, pero se refleja en la boca y garganta con una sensación espantosa, a veces cercana al dolor. Ahora, controlar esto… ¡Ay! controlar el empalague es lo más grande que hay. Y no es fácil. Primero, tenés que reconocer el momento previo a empalagarte, porque la sensación va subiendo de a poco. La idea es sostener este momento previo la mayor cantidad de tiempo, sin llegar a empalagarte. Después, hay que reconocer el lugar del empalague, generalmente al final de la lengua, cerca de la garganta. Y luego tenés que hacer una especie de peripecia mental para, en el momento previo a empalagarte, comenzar a sentir el dulce con otra parte de la boca, y olvidar aquella próxima a empalagarse. Y luego volver a ella. Y así muchas veces. También tenés que identificar el momento correcto para echar mano del café y del agua. Si sos dulcero sabés exactamente de lo que estoy hablando.
Controlar el empalague te permite disfrutar del dulce en su máxima expresión, llegar al límite del dulce, al umbral que tu cuerpo puede soportar. Es una experiencia física extrema más que una experiencia de sabores. Saber hacerlo es, como ven, todo un arte. Un don. Un Superpoder. Un Superpoder pedorro, está claro que los hay mejores, pero Superpoder al fin.
Es bastante improbable que el dulce de leche se haya inventado en Argentina. Y si así fuera, quizás tampoco sea un gran motivo para enorgullecerse. O al menos no de esa manera, muchachos. Pero es posible que en el discurso argentino, el dulce de leche sea depositario de otra cosa. Quizás el dulce de leche represente la enorme satisfacción, la sensación de logro, de riesgo dominado, y, sí, el orgullo de haber controlado exitosamente el empalague. Quizás el dulce de leche sea solo un símbolo, una forma concreta de nombrar ese Superpoder inexplicable que los argentinos conocemos tan bien.
Ingredientes
Para la masa:
300g. de harina leudante (o harina común +1/2 cdita. de polvo para hornear)
50g. de azúcar
150g. de manteca
3 yemas
1 chorritín de leche
Para el merengue:
3 claras
200g. de azúcar
3 cdas. de cacao en polvo
1 puñado de nueces picadas
Además:
200g. de dulce de leche
Receta Tarta de Dulce de Leche y Merengue
1. Batir la manteca pomada con el azúcar hasta que quede una pasta blanca.
2. Agregar las yemas de a una, ir incorporando.
3. Agregar la harina tamizada y el chorrito de leche (ojo, poquito). Mezclar hasta que quede una masa lisa.
4. Poner en un papel film y llevar a la heladera mientras preparamos el merengue.
5. Batir las claras a nieve, pero bien a nieve eh: que cuando des vuelta el bol no se caigan.
6. Agregar el azúcar de a poco. Ir uniendo, con una cuchara, revolviendo. El azúcar se integrará y se formará un merengue que de solo mirarlo ya empalaga.
7. Agregar el cacao en polvo y las nueces picadas. Revolver.
8. Estirar la masa con palote hasta que tenga el tamaño de la tartera. Forrar la tartera (no hace falta enmantecar), presionando bien los bordes.
9. Colocar el dulce de leche formando una capa no muy gruesa.
10. Poner sobre el dulce de leche el merengue de cacao. Darle forma con la cuchara. Vale colgarse en este paso, es agradable.
11. Llevar a horno precalentado a 180º hasta que el merengue esté duro. Son unos 20-30 minutos.
Tarta de dulce de leche y merengue: bella por dentro y por fuera
¡Hacer con confianza! Las recetas de este blog no son copiadas.
Todas fueron hechas en casa, al menos una vez.
Tarta de Dulce de Leche y Merengue: la miro y me voy a hacerla de nuevo
Tarta de dulce de leche y merengue: el control del empalague como Superpoder
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