Hoy es un dia triste para mi, un día donde los sueños e ilusiones se ahogan en un pozo en mitad del desierto. Donde la esperanza lucha por zafarse de la soga de la realidad, y en su último aliento grita desconsolada por el final de su partida.
Hoy he de tomar una decisión que me cuesta pronunciar, y es que no es otra que una amarga despedida. Una despedida que desconozco si será perpetua. Hace tiempo que comencé con ilusión a plasmar en este blog mi pasión por la cocina, y lo cierto es que esa devoción aun sigue ahí, pero el tiempo no me permite dedicar cuanto quisiera. Porque todo el mundo que tenga un blog comprenderá estas lineas. Porque a veces antepones muchas cosas por llegar a tiempo a la siguiente cita. Tiempo que cada vez es más escaso y se va comiendo tu vida. Tus momentos, tus placeres, tus sonrisas.
Disfruto cocinando, siempre lo he hecho y afortunadamente eso no cambiará en mi día a día. Pero me veo obligado a soltar lastre para que el hecho de cocinar no se convierta en una obligación impuesta en una rutina.
Quiero agradecer sinceramente, la colaboración de todas esas personas que siempre han estado ahí y que han hecho que esto fuera posible. A personas que me han ayudado en mis comienzos, intermedios y finales, que desde un principio han confiado en mi y me han alentado a seguir hasta hoy en día. Mil gracias por igual a vosotros que me habéis leído cada día.
Me siento afortunado por haberme colado en vuestras cocinas, por estado en vuestras mesas y compartir mandiles y misivas.
No se si será un adiós, hasta luego o una eterna despedida, solo se que si cualquiera de vosotros alguna vez quiere sentarse en mi mesa siempre tendrá libre una silla.
Mil gracias, Asier.
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