125 gr (una terrina) de crema de queso camembert 80 gr que queso parmesano en polvo
100 gr de almendras molidas
3 nueces
8 avellanas
Una cucharada de pistachos pelados
Una copa de orujo
Dos hojas de masa filo
75 gr de mantequilla
Comenzamos preparando con suficiente antelación las cestillas de masa filo. Necesitaremos doce cuadraditos de masa filo, así que cortamos nuestras dos hojas de masa en 6 cuadrados de un tamaño aproximado de 10 por 10 centímetros, o del tamaño de los moldes que vayamos a usar. En este caso yo he utilizado moldes de aluminio de los usados para magdalenas. (Sobrará masa.) Pintamos cada cuadrado con la mantequilla previamente derretida al baño maría y los ponemos unos sobre otros contrapeándolos para que nos queden las esquinas separadas: tres para cada cestilla. Forramos con ellos los moldes, pinchamos el fondo para que no suba y los horneamos a unos 180º hasta que estén dorados. Ojo que no se quemen. Dejamos enfriar antes de desmoldarlos y reservamos.
En un cuenco mezclamos bien la crema de queso con la copa de orujo y vamos añadiendo almendra molida y removiendo hasta conseguir una masa manejable. (Tiene que permitirnos formar una bolas grandecitas.)
Trituramos el resto de los frutos secos con el mortero para que nos quede un picadillo no demasiado aplastado y los mezclamos en un plato con el queso en polvo.
Formamos las albóndigas con la mezcla de queso camembert y almendras, las rebozamos con la mezcla de parmesano y frutos secos y las colocamos en las cestillas de masa filo. (Pueden guardarse en la nevera si se prefiere tomarlas frías.)
Al servirlas, decoramos con unas hojitas de menta o hierbabuena.