Hace calor, hace mucho calor desde hace muchas semanas y es un calor que no da tregua: mañana, tarde, noche y madrugada. Tenemos noches tropicales, que suena exótico pero en la vida real quiere decir que no puedes dormir porque el aire es sofocante y no sabes si irte a la cama o bajar a la playa y meterte por la blanda arena que lame el mar, hasta el agua profunda para recostarte arrullada por la canción que canta en el fondo del mar... la caracola; que es lo que hizo aquella Alfonsina de Mercedes Sosa por un sendero de pena y silencio, acompañada por sabe Dios qué angustia y por su soledad; buscando poemas nuevos y que una voz antigua de agua y sal la fue llevando allá como en sueños, vestida de mar y nunca más volvió. Una pena.
Cocer a fuego vivo y tapado 8 min.
Sacar y dejar enfriar
A mí el calor me atonta, no estoy en lo que estoy. A otras personas las vuelve irritables, como comprobé la semana pasada cuando fui al cajero automático del banco una mañana asfixiante que caminábamos todo el mundo pegados a las paredes como las lagartijas, pero mucho más despacio. El cajero está en una esquina donde confluyen cuatro calles, pasa mucha gente, hay tráfico y una barbaridad de ruido. Cuando quise meter la tarjeta, no entraba. Lo intenté unas cuantas veces, y nada.
- @##@@### ... EEETAAAA-, oía yo en medio del barullo envolvente.
Partir por la mitad
Abrir y quitar las barbas
Los viejecitos que se pasan la vida sentados en un banco enorme, cuadrado y adornado con azulejos, cortesía de la Asociación de Vecinos, me miraban muy atentos apoyados en sus bastones y andadores, mientras yo me empeñaba en que entrara la tarjeta.
- ¡¡@###@@###... EETAAAA!!-, seguía oyendo yo cada vez más fuerte.
Los viejecitos señalaban ya con los bastones a mi derecha. Allí había un hombre agarrado a la puerta del banco, con medio cuerpo fuera que gritaba con desesperación.
- ¡¡Que no meta la tarjeta!!
-Ah, que es a mí... Oiga, que no hace falta que grite de esa manera, hombre.
-Es que llevo un rato diciéndole que-no-meta-la-tarjeta, y usted, ¡nada!
- ¿Y yo qué sabía que era a mí? ¿Usted piensa que voy a estar pendiente de todo lo que grita la gente? Además, ¿Por qué no suelta usted la puerta, viene hasta aquí y me lo dice en un tono normal? ¿Van a quitarle el puesto si sale usted del banco?
- Que estamos actualizando el cajero, si mete la tarjeta se le va a romper.
- Vale, pero no me grite, que no es necesario, no estoy acostumbrada yo a semejantes voces, hijo mío.
-Pues meta la tarjeta, a ver si se le rompe, y ya está.
Dio un portazo y se metió dentro.
- Sí que le sientan mal a este hombre los calores -, opiné dirigiéndome al senecto público de la grada.
Los viejecitos cabecearon apoyados en sus adminículos ortopédicos y me fui a otro cajero.
Limpiar, sacar el coral y la carne
Separar las patas y limpiar
Cascar las pinzas. Un martillo, es perfecto.
Lavar el caparazón y reservar
(éste era precioso...)
Esta vez sí entró la tarjeta, qué suerte. Siguiendo las indicaciones de la pantalla, tecleé el número secreto, pulsé la opción de "sacar dinero", dije que no quería comprobante, que no deseaba hacer otra operación después de esa, leí que querían ser mi banco como siempre y, como siempre, murmuré con hastío: "si ya sois mi banco, por dios..."
Y de repente: "operación anulada, retire su tarjeta".
- ¿Aquí qué pasa ahora?
Pues pasaba que la tarjeta que salió, era la tarjeta sanitaria de la Seguridad Social que, entre el calor que me atonta y que todavía seguía pensando en el sujeto vociferante, me había equivocado. Ese cajero automático había leído el chip de una tarjeta que no era de ningún banco, y fue tan considerado que me la devolvió sin más. Me quedé como congelada en el tiempo, la tarjeta entre el pulgar y el índice, estilo árbitro de fútbol, hasta que reaccioné a carcajadas mientras repetía la operación, esta vez con la tarjeta adecuada.
La próxima vez, pruebo a pedir cita para el médico, a ver si hay suerte.
Hacer la farsa
Salen fácilmente
Rellenar y servir
Buey de mar relleno
Ingredientes.
1 buey de mar, mejor si es hembra.
1 copa de vino blanco seco de buena calidad, o brandy.
1 huevo cocido.
2 ó 3 cucharadas de mayonesa casera. También puede ser de bote, pero me gusta más hecha en casa.
El zumo de medio limón.
1 cucharada de mostaza suave.
Para cocer el buey: Agua que lo cubra, un vasito de vinagre, granos de pimienta al gusto, 2 hojas de laurel, y 4 cucharadas de sal.Elaboración.
Si el buey está vivo, partir de agua fría. Si no, cocer en agua hirviendo. Éste lo compré vivo, pero entre el calor y lo que tardé en volver a casa, se murió.
Zambullir el buey en el agua hirviendo y cuando recupere el hervor, contar 8 minutos con la olla tapada. Sacar y dejar enfriar.
Abrirlo y quitar las barbas.
Limpiar el caparazón por dentro, sacar las huevas (era hembra) y las partes comestibles. Hay una especie de telillas y una bolsa justo debajo de la boca, que hay que tirar.
Lavar bien el caparazón y reservar.
Cascar las pinzas con un martillo u otro instrumento pesado, así salen con toda facilidad.
Desmenuzar la carne, retirando una pluma que tienen en medio.
Retirar toda la carne que hay en la zona adyacente a las patas. Esto es lo más tedioso.
Colocarlo en un cuenco grande, añadir el zumo de limón, el vino blanco o el brandy, el huevo duro cortado en trozos pequeños, la mostaza y la mayonesa. Mezclar bien.
Rellenar el caparazón y refrigerar hasta poco antes de servir para que se atempere.
Emplatar y servir.
Nota: no hay vídeo, hice las fotos de noche y la luz no era buena.