El día anterior llegamos tocamos la cima del Camino y aprendimos a preparar una energética Granola.
Otro día en el que nos levantamos antes que el gallo, es bien de noche.
Ayer terminamos a un poquito menos de la mitad de una bajada de un kilómetro de desnivel en 17 kms. En otras palabras, que la pendiente de bajada era importante… y yo en chanclas!
Como vimos que la pendiente era muy difícil de hacer y además salimos de noche, decidimos no bajar por el camino de peregrinos a pie porque no hay luz y las posibilidades de caernos eran importantes. Tomamos la bajada por la carretera hasta Molinaseca, que es más larga pero menos arriesgada.
Hoy ya he salido directamente en chanclas, ni siquiera he intentado ponerme las botas porque mi pie izquierdo no soporta la más mínima rozadura. Bajamos por la carretera con nuestras luces en la frente y pasamos por el lado de Riego de Ambros, un pueblo que me parece mucho más grande de lo que esperaba y que ahora está totalmente desierto y bañado por la luz anaranjada de las farolas. En ese momento empieza a hacerse de día. Hasta ahora hemos estado bajando completamente solos y ahora que va clareando nos adelantan los ciclistas más madrugadores.
Molinaseca es un pueblo encantador lleno de casas de piedra, de flores y atravesado por un río que han convertido en piscina natural. Si no fuera porque no son ni las 9 y que hace fresquito, un baño no estaría mal. En el bar donde desayunamos nos enteramos de que murió un famoso banquero y que su hija se pone al mando del banco. ¡Realmente estamos totalmente desconectados de todo!
Unos kilómetros antes de llegar a Ponferrada una señora se nos pone al lado y nos da conversación. Nos pregunta si somos peregrinos y nos cuenta que su hija también hizo el Camino hace años, pero sólo los últimos 100 kms, que a ella le encantaría poder hacerlo pero ya se siente muy mayor para aguantar las caminatas diarias y muchas cosas más. Esto no me ha pasado nunca caminando por mi ciudad, que vaya caminando por la calle y alguien me acompañe un trozo sin más intención que la de hablar un rato. Quizá la gente aquí no es como en Barcelona o igual no son ellos, soy yo, que con mi mochila en la espalda doy más pie a que se acerquen. Es extraño.
Al entrar en Ponferrada la señora y nosotros tomamos caminos distintos. Ella va a su casa y nosotros al centro a buscar una zapatería. Ya he recorrido demasiado en chanclas. Paramos en una parroquia cerca del castillo y nos indican para ir a una zapatería cercana. La encontramos en seguida. Por fin puedo quitarme mis chanclas y ponerme unas zapatillas nuevas que no me hacen daño. Al salir, mi novio se va a un cajero y yo me quedo sola sentada en un banco en la calle. Hay mucha gente alrededor y me siento muy cansada, me duele todo… bajo la cabeza y oigo la voz de una señora: “¿estás cansadita?”. Miro hacia arriba y veo a una señora que me mira y sonríe. Supongo que llevo una mirada muy triste porque sin pronunciar palabra me acaricia la cara y me dice “el dolor pasará”. Y no puedo evitar que su gesto, su voz y sus palabras me emocionen. Me caen un par de lágrimas mientras le doy las gracias y se va. Justo en ese momento llega mi novio. Le estoy contando que se ha parado una señora a hablar conmigo y entonces ella vuelve. Me da una estampita de la virgen de su pueblo y me cuenta que hace pocos días fueron las fiestas, que la pasó por el manto de la virgen y que me ayudará a llegar hasta Santiago. Sigo emocionada porque me abruma que alguien desconocido se preocupe tanto por mi y sólo alcanzo a darle las gracias y a decirle que le daré un abrazo al apóstol de su parte cuando llegue a Santiago.
Llegamos a una plaza y oímos a alguien que nos llama “¡peregrinos!”. Es el chico catalán que hace su octavo camino, que coincidimos en el primer albergue y antes de llegar a Astorga. Esta en la terraza de un bar tomando algo con una chica. Llegó ayer y hoy se lo toma de descanso. Al final siempre nos vamos encontrando las mismas caras :)
Antes de abandonar Ponferrada dejamos mis botas casi nuevas, que seguían colgadas de nuestras mochilas, en un sitio donde seguro que alguien podrá aprovecharlas mejor que yo.
Hoy queremos terminar en Cacabelos. Hasta allí quedan más de 16 kms. sin posibilidad de terminar antes la jornada porque los pueblos que vamos cruzando no tienen albergue. Hoy es nuestro cuarto día y se nota mucho el cansancio acumulado. 16 kms. hoy no son lo mismo que el primer día.
Avanzamos lentos, ayudándonos con los palos y parando de vez en cuando a descansar unos minutos. Entre pueblo y pueblo vamos atravesando viñedos. La región del Bierzo está llena de ellos y hasta tienen una denominación de origen para sus vinos. Hoy es 11 de Septiembre (¡me acabo de dar cuenta que es la fiesta catalana!) y las uvas tienen un aspecto estupendo. Estarán a punto de recogerlas. Y de golpe me viene a la cabeza esa frase que dice que uvas con queso saben a beso :) ¿comprobamos si es cierto?
Tarta de queso y uvas
Para un molde de 18-20 cms:
100 grs. de galletas tipo Digestive
130 grs. de mantequilla fundida
250 grs. de queso tipo Philadelphia
80 ml. de leche entera
80 grs. de azúcar blanco
3 huevos
500 grs. de uvas sin pepitas
1. Picamos las galletas hasta que queden una harina. Las mezclamos con 50 grs. de mantequilla fundida y extendemos esta mezcla en la base del molde presionando y compactando bien. Debe quedar una capa de un grosor como de medio centímetro.
2. Ponemos la mitad de las uvas en un recipiente a fuego medio con una cucharada de agua hasta que se reblandezcan. Luego las trituramos y pasamos el puré por un colador chino para retirar bien las pieles que hayan quedado sin triturar.
3. Batimos el queso crema con el azúcar, la leche y los huevos. Partimos esta mezcla en dos partes. A una mitad le ponemos las uvas trituradas y lo mezclamos bien.
4. Partimos por la mitad el resto de uvas, que nos servirán para decorar la tarta. Podemos también cortar en trocitos pequeños una parte de estas uvas y, con una cucharada de azúcar y otra de agua, llevarlo a fuego lento durante unos minutos para hacer una mermelada rápida. Nos servirá también para decorar, acabando de rellenar huecos en la superficie de la tarta y dándole un toque de brillo.
5. Ponemos las dos mezclas de queso (la que lleva uva y la que no) en el molde por separado, para que haga dos capas. Lo horneamos durante 40 minutos a 180º (o el tiempo que necesite, que varía mucho entre hornos).
6. Para decorarla, cuando ya esté fría, le ponemos las uvas partidas por la mitad y rellenamos con la mermelada rápida que hemos preparado. Dejamos reposar la tarta en la nevera, como mínimo, 2 o 3 horas antes de servirla para que acabe de compactar bien.
Atravesamos los últimos viñedos antes de llegar a Cacabelos. En la entrada vemos descansando a ese grupo de alemanes que nos vamos encontrando cada día. Están tan cansados como nosotros o más, pero ahí están, a su ritmo pero avanzando pasito a paso.
Al final del pueblo hay el albergue municipal. Yo ya lo conocía de cuando estuve en el 2006. Tiene habitaciones de 2 camas alrededor del patio de una iglesia, haciendo una forma como de U. Se agradece algo de intimidad después de compartir habitación tantos días. Me parece estar viendo a Batman… pues en el albergue hay un chico que es igualito igualito que Christian Bale con barba. Al cabo de un rato llegan los alemanes al mismo albergue… y ¡sorpresa! ¡también está el chico vasco que nos dejó atrás ayer en el puesto del águila, antes de llegar a la cruz de Ferro! ¿cómo puede ser que lo hayamos alcanzado con el ritmo que llevaba? Nos alegramos de verle de nuevo, creíamos que ya no lo veríamos más. Y dejamos de alegrarnos cuando nos cuenta qué le ha pasado. Ayer llegó a Molinaseca como se había propuesto pero lo pagó con una tendinitis que no le deja apenas caminar. Ayer parecía un galgo y hoy va totalmente cojo. ¡Las cosas cambian tanto en el Camino de un día para el otro! ¿qué sorpresas nos esperan mañana?