Hoy empezamos nuestra segunda semana y estamos bastante cansados. Dicen que sobre el décimo día es cuando dejas de notar el peso de la mochila y los dolores varios y empiezas a disfrutar del caminar tantos kilómetros. A nosotros aún nos quedan un par de días hasta llegar a este punto.
Aprovechando que esta noche la hemos pasado en una habitación con sábanas y sin más compañeros de habitación (un auténtico lujazo!) hemos decidido levantarnos un poquito más tarde de lo normal y descansar algo más. Nos suena el despertador a las 7. Nos levantamos tranquilamente y nos vamos a desayunar. El albergue está vacío y en el comedor somos los últimos en el entrar. Allí quedan el señor y la chica que llevan peregrinos en carroza y la señora canadiense. Nos preparamos algo para desayunar y la señora canadiense nos pregunta que cómo funciona el sistema médico en España. Dice que no, pero se le nota algo preocupada. Le han salido unas ampollas enormes por las dos piernas y le pican pero no puede ni tocarlas. Posiblemente no sea nada pero es muy aparatoso. Se defiende muy bien en castellano y está acostumbrada a caminar sola pero nos ofrecemos a acompañarla a Sarria, que está a 4 kms., y ayudarla a buscar un hospital o un centro donde la atiendan. ¡Se la ve tan buena persona! No para de decir que no es necesario, que no quiere que nos molestemos, pero no es molestia, al contrario. Es una señora muy agradable y nos apetece acompañarla y disfrutar un rato de su conversación.
Salimos los tres hacia Sarria y nosotros dos al principio no podemos seguirle el ritmo. Si tendrá más de 60 años, cómo puede ir tan ligera? Al cabo de un rato le digo que me sorprende cómo va de rápida y ella nos contesta que intentaba ir más rápida para no hacernos perder tiempo… ¡ay no! ¡sólo faltaba que encima se vea obligada a correr! Le decimos que no, que nosotros vamos mucho más lentos y nos quedamos los tres más tranquilos con el nuevo paso :)
Durante el trayecto nos da tiempo a que nos cuente que es de Calgary, que ha cumplido 65 años y que está casada. Al ver que viaja sola me temo lo peor y no me atrevo a preguntarle por su marido pero es ella misma quien nos explica que a su marido no le gusta caminar pero era el sueño de ella hacer el Camino de Santiago. Este año, para aprovechar su aniversario, decidió hacerlo e ir escribiendo sus experiencias en un blog que comparte en privado con su marido. Así él, desde Canadá, va leyendo lo que ella está viviendo. Me parece una idea preciosa. Hablamos un ratito en inglés y le contamos que en nuestra ciudad no hay nada bonito para ver (vaya forma de venderlo por mi parte, pero a ella le hace gracia). Nos reímos y seguimos hablando de todo un poco. ¡Nos acabamos de conocer y cuántas cosas sabemos ya de ella y ella de nosotros! Y así llegamos a Sarria. Enseguida encontramos un hospital, la acompañamos hasta el mostrador de recepción y le pedimos a la enfermera de entradas que por favor la atiendan. Ella nos asegura que sí y nos despedimos con una sonrisa. La señora de Canadá (¡qué pena no haberle preguntado el nombre!) nos agradece emocionada que le hayamos acompañado. “Este es el auténtico espíritu del Camino” nos dice mientras nos despedimos. Se que no la veremos más, espero que esté bien.
Antes de salir del pueblo vimos a los chicos de Murcia en una terraza desayunando. Nos saludamos y seguimos. A partir de aquí empezamos a notar un cambio importante. Como si de repente toda la paz y el respeto se acabara de perder. Peregrinos que van gritando, otros corriendo… peregrinos sin mochila o con bolsitas minúsculas que hablan a gritos, corren y empujan… me hundo en este ambiente desagradable. Hasta hoy nos ayudábamos, nos saludábamos, nos comprendíamos. Me duelen mucho los pies y las piernas ya no tienen apenas fuerzas. Caminamos lentísimos apoyados en nuestros bastones mientras grupos de 10 o más nos van adelantando de cualquier manera sin siquiera mirarnos. Mi marido me dice una frase que creo que resume perfectamente lo que nos está ocurriendo:
El camino de Santiago termina en Sarria
Caminamos como podemos rodeados de turistas (turigrinos les llaman los locales) que hablan a gritos, no respetan e incluso se ríen de peregrinos que ya llevan muchos kilómetros encima y van, como nosotros, muy dolidos. Pero lo que más me duele es el corazón y estallo a llorar mientras caminamos. Por primera vez desde que empezamos siento que ya no quiero caminar más, que sólo quiero llegar a Santiago y volver a casa. No soporto tanto grito, tantas burlas y tan poco respeto. Me quedo totalmente vacía, como si nuestro camino hubiera terminado de forma inesperada. Me acuerdo de hace un par de noches, en el albergue de Fonfría, donde nos sentamos todos juntos a cenar en la palloza y siento que ya no habrá más noches de compartir experiencias con otros peregrinos. Recuerdo el fantástico menú que nos sirvieron, con caldo gallego, ternera estofada y tarta de Santiago. Cuando nos lo sirvieron le comenté a mi marido “nos tenemos que acordar de esta ternera. Está riquísima y tenemos que prepararla cuando volvamos a casa”. Recordando la última noche con peregrinos se me hace más llevadero el camino.
Estofado de ternera (para 2 personas)
400 grs. de ternera para guisar
1 zanahoria
1/2 cebolla mediana
1/4 pimiento rojo
1 tomate
1 diente de ajo
100 ml de vino tinto
250 ml de caldo de carne
1/2 puñado de almendras tostadas
sal
aceite
1 cdta. de pimentón dulce
cayena en polvo
1. Salpimentamos la carne y la doramos en una sartén con un poco de aceite. La retiramos.
2. Pelamos la cebolla, la zanahoria y el ajo. Cortamos la cebolla, el pimiento, la zanahoria y el tomate en brunoise. Cortamos el ajo todo lo fino que podamos. Lo rehogamos todo en un poco de aceite a fuego lento hasta que quede muy blando.
3. Añadimos la carne, el pimentón, una pizca de cayena y el vino tinto y lo dejamos a fuego fuerte unos minutos.
4. Incorporamos el caldo de carne y las almendras peladas y picadas. Lo dejamos hervir a fuego lento y tapado durante 1 hora.
Para acompañar queda estupendo con un poco de arroz hervido, recuerda bastante al goulash.
Nuestra intención era llegar hoy a Portomarin pero hoy vamos bastante desmoralizados y nos fallan las fuerzas. Además hemos llegado a la conclusión de que es mejor evitar terminar el día en los puntos que suelen recomendar las guías del Camino si queremos evitar coincidir con las hordas de turigrinos gritones. 6 kms. antes de llegar a Portomarin está Mercadoiro. Aquí, al lado del Camino, se ve un albergue que parece bastante tranquilo. Nos paramos aquí y mientras estábamos descansando un rato aparecen Eugenia y Juan, los chicos de Murcia que hemos visto en Sarria desayunando. Nos alegramos de verlos por aquí, nos recuerdan a los días antes de Sarria, y terminamos cenando con ellos mientras poco a poco se va haciendo de noche. El día ha sido duro pero al menos lo terminamos en buena compañía.