Último día en el Camino.
Es mi “segundo último día” en el Camino pero vuelvo a tener los mismos sentimientos encontrados de la primera vez. Ganas de terminarlo y descansar pero quisiera seguir caminando y encontrándome conmigo misma y con la energía de todas las personas que han pasado por aquí.
Hoy no somos pocos los que abandonamos el albergue cuando aún no ha amanecido. Quedan 20 kms. hasta Santiago y queremos llegar a tiempo a la misa del peregrino.
Al poco de abandonar O Pedrouzo nos metemos en el bosque… de noche, qué miedo! vemos luces que se mueven delante y detrás nuestro en la distancia y eso me tranquiliza bastante. Los animales que habitan estos bosques deben estar acostumbrados a la romería diaria de peregrinos que caminan con su foco en la cabeza entre el barro y los árboles. Voy oyendo nuestras pisadas en el barro y una cantidad indescriptible de sonidos diferentes de animales. Nunca me hubiera imaginado que se montaban estas juergas de noche, en este bosque no descansa nadie. Muy valiente no soy precisamente y claro, en medio del bosque de noche, lloviendo, con el griterío de los animales nocturnos… el rato que pasamos hasta que empieza a amanecer se me hace eterno.
Pasamos por el lado de una carretera y justo en ese momento, el ruido fortísimo de un avión. Nos giramos y sí! un avión nos ha pasado por encima pero tan bajo que nos ponemos locos, como si nunca hubiéramos visto uno de tan cerca.
El Monte de Gozo no llega nunca. Peregrinos que nos adelantan por la derecha, por la izquierda, por encima… no, eso no, pero casi. Es Septiembre y ha bajado la afluencia de peregrinos a Santiago respecto a los meses de Julio y Agosto, que no quiero ni imaginar cómo estará esto. Autocares en el Monte do Gozo, más peregrinos con mochila, sin mochila… Nos paramos a desayunar algo antes de entrar a la ciudad en un restaurante en el que cabrán, no exagero, unas 200 personas y sin embargo estamos completamente solos. Ya casi estamos, para qué tanto correr?
Al llegar a la entrada grabamos uno de nuestros vídeos que hemos ido haciendo a diario. Casi no puedo hablar, tengo un nudo en la garganta. Me prometí a mi misma no llorar y no estoy cumpliendo con mi palabra.
La otra vez que estuve aquí íbamos en bicicleta y en un momento llegamos a la plaza del Obradoiro pero cómo cambian las distancias cuando vas a pie! Y en ese momento me empiezan a venir a la memoria la primera cena, en el Albergue Verde, el peregrino vasco que se lesionó y al que perdimos la pista, la alemana con quien caminamos al salir de Hospital de Orbigo, el grupo de alemanes que hemos ido encontrando cada día desde Cacabelos, la señora que apareció como un ángel en Ponferrada y me animó sin conocerme de nada, la señora canadiense que acompañamos al hospital de Sarria y que nos despidió emocionada por haberla acompañado, la hospitalera “galleguiña” divertidísima del albergue A Reboleira… y no puedo parar de llorar mientras veo las torres de la catedral enfrente nuestro. No se lo que siento, no lo puedo describir. Siento cómo me late loco el corazón mientras no paran de llegar recuerdos de los últimos 12 días y es tan intenso que no lo puedo controlar. Por suerte creo que por aquí ya deben estar acostumbrados a recibir peregrinos desconsolados que entran llorando a la catedral.
La misa del peregrino es muy emotiva -por si no habían habido hasta ahora suficientes emociones- Nos reencontramos con la pareja de brasileños, abrazo al apóstol, fotos, abrazos entre nosotros, también están aquí el grupo de alemanes, nos felicitamos todos mientras esperamos para recoger nuestra Compostela… y todo ha terminado aquí, tan lento y tan rápido a la vez. Son tantas las vivencias en 12 de Camino que parecen años.
Sé que con el tiempo recordaré todos estos días con una sonrisa, incluso los últimos 5, en los que ha resultado duro convivir con turistas que armaban alboroto a las 11 de la noche en los albergues, que facturaban sus mochilas en taxis y que corrían a empujones para llegar bien tempranito a los albergues, pero yo me quedo con los montes de León de madrugada, las cenas comunitarias, la mirada brillante de los auténticos peregrinos, los “buen Camino” y las sonrisas sinceras.
Hemos recorrido 300 kms., hace pocas horas que hemos llegado a Santiago y estamos en la mesa de un restaurante planificando nuestro próximo Camino.
Dicen que si alguna vez caminas como peregrino solamente 50 metros del Camino de Santiago, seguramente en ese momento no te estás dando cuenta pero ya estás enganchado, y cuando lo termines (llegues o no a Santiago) y estés de vuelta a casa, ya estarás planeando volver
¡¡Nos vemos pronto!! ¡¡Buen Camino!! :)
Tarta de Santiago
Para un molde de 18-20 cms.
150 grs. de almendra molida
130 grs. de azúcar blanco
3 huevos L
ralladura de medio limón pequeño
1/2 cdta. de canela
azúcar glas
1 cdta. de mantequilla
1 cruz de Santiago (la podemos descargar y cortar en cartulina)
Mezclamos el azúcar con la almendra, la ralladura de limón y la canela.
Añadimos los huevos y batimos un poco si queremos que nos quede un poquito esponjosa en lugar de apelmazada (a mi me gusta más así y la batí un poquito)
Untamos un molde redondo con la mantequilla y precalentamos el horno a 180ºC
Horneamos la tarta durante 40-45 minutos o hasta que la veamos doradita por encima
Sacamos la tarta del horno y la dejamos enfriar. Colocamos la plantilla con la cruz de Santiago y espolvoreamos azúcar glas por encima
Como curiosidad: en el BOE especifica cómo tienen que ser una tarta de Santiago. Anonadada me quedé cuando me enteré.