Nuestro madrugón de hoy ha sido un poco forzado. La cama doble “para achucharse” era un buen sitio para dormir “5 minutos más” pero de repente, bien temprano, alguien ha encendido las luces de la habitación.
En nuestra habitación estábamos unas 30 personas, entre las cuales había un grupo bastante numeroso de turistas franceses bastante mayores. Deben haber pensado que sería buena idea que nos levantáramos todos porque si no no entiendo esto que han hecho. Cuando normalmente los peregrinos somos respetuosos con el descanso de los demás, intentando no hacer ruido y moviéndonos a oscuras por dentro de la habitación, ellos han hecho todo lo contrario. Pues si hay que levantarse, nos levantamos.
El desayuno en el albergue A Reboleira se sirve en una sala decorada como una palloza. Fuera es de noche aún, hay bastante humedad y hace frío… sólo me falta un poco de música de Luar Na Lubre para morir de amor por este lugar. Creo que podría pasar la vida sentada al lado de uno de los ventanales del albergue viendo cómo llueve mientras tomo un chocolate calentito :)
Pero tenemos que seguir. Estamos a la mitad de nuestro recorrido y aún nos queda una semanita por delante.
Anoche, antes de acostarnos, estuvimos hablando con una parejita joven de Murcia. Juan se ve que trabajó en un Decathlon y se conoce a la perfección cuál es la mejor equipación para hacer el Camino. Los calcetines que nosotros elegimos son de los mejores según él ;) Eugenia habla mucho y es muy divertida. Encontrarlos ha sido una gozada. Querían empezar en O Cebreiro pero por lo visto fueron allí y absolutamente todos los albergues y hoteles (hay muchísimos para lo pequeño que es el pueblo) estaban completos, así que siguieron y pararon en Fonfría para empezar desde allí.
Por la mañana han salido del albergue antes que nosotros pero van parando en todos los sitios a sacar fotos y en seguida los alcanzamos. También se agradece la conversación con gente tan maja. Caminamos los cuatro charlando de nuestras vidas en dirección a Triacastela y de camino nos paramos a hacernos unas fotos en un castaño centenario. Continuamos hasta llegar a Triacastela y allí, después de tomar un desayuno, nos despedimos y nos separamos.
Nos escapamos de esta tormenta por poco. Desde el albergue la vemos llegar y miramos las florecitas
Antes de dejar el pueblo tendremos que tomar una decisión: o tomar el camino que pasa por San Xil, unos 6,5 kms. más corto y dicen que muy bonito de ver, o el que pasa por Samos. Éste tiene algo más de carretera y es más largo pero queremos ver el monasterio de Samos. Pero antes de llegar al punto donde tendremos que escoger oímos una voz de hombre que canta. Sus cantos en francés resuenan por toda la calle, nos atraen y nos llevan a una pequeña iglesia. Dentro están dos de nuestros compañeros de la cena de anoche. Uno de ellos canta con una voz que, en medio de tanto silencio y resonando en las paredes de la iglesia, me pone toda la piel de gallina. Le escuchamos en silencio desde la entrada. Cuando termina, él y su compañero se santiguan y se giran. Entonces nos ven, nos saludan con una sonrisa y un “buen camino” y se van. Yo pienso “gracias por regalarnos estos minutos de la esencia del Camino”. Buen Camino, peregrinos.
Tomamos la variante de Samos y ya la empezamos por el arcén de una carretera con una lluvia ligera. Cuando llevábamos un rato nos adelantan unos peregrinos en bici. Uno de ellos acaba de pinchar rueda, justo se acaba de dar cuenta y suelta los mil improperios en italiano. Vienen él y su compañero hacia donde estamos nosotros para arreglar el pinchazo. Nosotros pensamos que entre dos lo tendrán muy difícil para cambiar la cámara, por eso decidimos quedarnos a ayudarles. Auténticos italianos, van gesticulando mientras se pegan unos gritos y maldicen la rueda, la bicicleta y todo bicho andante. Pero son muy buena gente y nos agradecen un montón de veces que nos hayamos quedado a ayudarles. Continuamos hacia Samos con buen tiempo e incluso algo de calor y no nos encontramos a ningún peregrino, deben haber ido todos por San Xil. Hoy hemos recuperado la tranquilidad que no teníamos desde los primeros días por la tarde.
En la entrada de Samos paramos a comprar pan y algo para comer con el pan que nos comeremos en el pueblo. Es domingo y nuestro menú de fiesta serán unos mejillones en escabeche de lata, salchichón y pan. En realidad, cuando tienes hambre, esto es un manjar. Lo saboreamos sentados en una plaza enfrente del monasterio. De repente se levantan unas ventadas y llegan, no se sabe de dónde, unas nubes negras que en cuestión de pocos minutos empiezan a soltar agua a mares. Nos ha dado el tiempo justo de recoger nuestra comida y refugiarnos bajo un porche… ¡se acaba el mundo en agua! ¡ha llegado el diluvio universal mientras comíamos mejillones de lata en Samos! ¡qué manera de llover así de golpe!
Cuando terminamos de comer corremos hacia un bar cercano a tomarnos un café y decidir qué hacemos, si seguir o quedarnos. Como pasada una hora parece que afloja decidimos seguir, no nos tiene que asustar un poco de lluvia. Nos ponemos nuestros chubasqueros y continuamos.
Si por la mañana casi no hemos visto a nadie, por la tarde ya hemos ido completamente solos. Primero ha dejado de llover y poco a poco se han retirado las nubes y ha acabado saliendo el sol de nuevo. Se agradece caminar pisando barro porque está blandito y no duelen las plantas de los pies.
Por el camino pasamos por campos donde hay vacas pastando… ¡¡y también algún toro!! ¡¡ay qué miedo!!… trato de pasar sin hacer ruido para que no se note nuestra presencia. En otro claro unos ciervos nos oyen y escapan pegando brincos. ¡¡¡Hemos visto ciervos, qué bonitos son!!!
Destrozados porque hoy hemos caminado más de 33 kms., por la lluvia, por el sol, por los toros, por la soledad de todo el día y por todo en general llegamos al albergue Paloma y Leña de San Mamede del Camino. Lo conozco de mi otro Camino y quería quedarme aquí. Al preguntarle a la hospitalera nos cae un jarro de agua fría: el albergue está completo. Han llegado a mediodía en autocar los peregrinos franceses que nos han despertado encendiendo las luces y han ocupado las plazas de albergue. Por suerte les queda una habitación doble. Es mucho más cara pero es tarde, estamos agotados y con la moral algo baja. No nos vemos capaces de caminar 4 kms. más hasta Sarria así que decidimos quedarnos con la habitación.
Los franceses han pedido que la cena se adelante a las 19:30. Corremos a ducharnos y lavar ropa para que nos de tiempo a ir a cenar. En el comedor coincidimos con mucha gente que vimos ayer en el albergue: la señora canadiense que habla castellano, el señor francés que cantaba en la iglesia, el chico de Madrid, el que hacía su octavo Camino y conocemos también a una pareja peculiar. Un señor mayor y una chica bastante joven, los dos de Marsella, que llevan un carruaje con caballos. Por lo que nos cuentan hay “peregrinos” que contratan hacer el Camino en carroza de caballos.
En este albergue se sirve cena vegetariana. Hoy hay ensalada y unas lentejas riquísimas. No pedimos la receta pero, haciendo pruebas, creo que ésta se parece mucho a lo que cenamos.
Lentejas a la jardinera con comino
Para 2 personas:
400 grs. de lentejas cocidas
1/4 pimiento rojo
1 zanahoria mediana
1/2 cebolla mediana
1 patata mediana
1 diente de ajo
comino en polvo
sal
aceite de oliva
canela en polvo
nuez moscada rallada
jenjibre en polvo
1. Pelamos la zanahoria, la patata, la cebolla y el ajo. Lavamos el pimiento y cortamos todas las verduras en trocitos pequeños. El ajo lo cortamos lo más pequeño que podamos.
2. Ponemos un poco de aceite y salteamos todas las verduras y el ajo hasta que queden ligeramente doradas.
3. Añadimos 1/4 de cucharadita de cada especia y unos 500 ml. de agua. Añadimos las lentejas y una pizca de sal y lo dejamos que cueza a fuego medio durante 15 minutos.
Es un plato estupendo para tomar calentito con cuchara y un buen pan cuando fuera hace frío como hoy en este pueblo gallego.
Ha vuelto a llover. Parece que hoy la ropa no se nos secará ni por casualidad. Decidimos meter el tendedero en la habitación para ver si así no tenemos que llevarnos mañana la ropa completamente empapada de la humedad que hay aquí.
Hoy ha sido un día duro por lo mucho que hemos andado, pero con el lujo de tener una habitación para nosotros dos solos y nadie que nos encienda las luces a las 6 de la mañana. Me da la sensación que mañana, por una vez, aprovecharemos para hacer un poco el remolón en estas camas tan cómodas con sábanas :)