Al décimo día se obró el milagro :)
Nos levantamos, temprano como siempre, en el albergue lleno de turigrinos de Palas de Rei (se llama Albergue San Marcos, aprovecho para recomendarlo). Ya dije ayer que ese albergue era un lujo. Las camas, comodísimas, y nos pudimos vestir con ropa totalmente seca gracias a las secadoras del albergue, cosa que desde que entramos en Galícia no había pasado.
Empezamos a caminar por las calles del pueblo y algo raro ha pasado durante esta noche: los pies están como nuevos, no me duele la espalda ni los hombros, noto la mochila pero ni me pesa ni me molesta… Lo hablo con mi novio y a él le pasa lo mismo. ¡Estamos mejor que el primer día!
Nos habían dicho que esto pasaba: a partir del décimo día, día abajo-día arriba, los dolores desaparecen y la mochila ya no es una carga pesada. Quizá es que simplemente te acostumbras al dolor y a la carga, pero no importa, es una gozada caminar a paso bastante rápido y sin notar molestias. Hoy somos nosotros los que vamos adelantando peregrinos. No lo hacemos a propósito, es que simplemente nos sentimos ligeros y felices.
Estas cosas pasan en el Camino: un día te acuestas cansado y de mal humor y, como por arte de magia, amaneces como si hubieras dormido dos semanas seguidas.
A media mañana llegamos a Melide. Yo me esperaba un pueblo y para nada, se nos hace demasiado grande, con demasiados coches y demasiado ruido. ¡Con lo bien que se está caminando por el bosque entre vacas y campos! Al llegar a la salida nos encontramos con uno de los mojones que nos están acompañando cada vez más a menudo. Quedan 50 kms. para llegar a Santiago.
Lo que me sorprende de repente es la cantidad de manzanas que hay en los árboles y sobre todo tiradas por el suelo. Es como si tuvieran exceso de manzanos y dejaran que los frutos maduraran y cayeran solos. Que por lo visto es eso lo que pasa porque los laterales del camino están llenos de manzanas a medio comer por los bichos o todavía frescas. Me da un poco de pena que las dejen caer de esta manera sin nadie que las pueda aprovechar. ¡Hay tantas cosas que podríamos preparar con esas manzanas!
Cookies de cereales y manzana
(basada en la receta de galletas de cereales y piñones de Eva Arguiñano)
Para 12-14 cookies:
200 grs. de cereales variados
125 grs. de mantequilla
120 grs. de azúcar moreno
4 cdas. de harina floja
11 grs. de levadura
1 huevo
1 manzana
1. Batimos el huevo y le añadimos el azúcar y la levadura. Cuando esté bien mezclado añadimos los cereales y lo mezclamos bien
2. Deshacemos la mantequilla en el microondas y lo añadimos a la mezcla
3. Lavamos la manzana, la partimos por la mitad y le quitamos el corazón. La mitad la pelamos y la otra mitad la dejamos con piel y sin corazón. La mitad que está pelada la cortamos en trocitos muy pequeños y la añadimos a la masa
4. Incorporamos la harina tamizada hasta que quede todo muy bien mezclado. Ahora debería tener una textura no muy fuerte pero que si hacemos una bola aplastada conserva la forma. La receta de Eva no llevaba la harina pero a mi me quedó una masa inmanejable, seguramente por la manzana añadida o por el tamaño del huevo. Con esta harina queda una masa firme y bastante pegajosa. Si tenemos dificultad para formar las bolas, nos enharinamos un poquito las manos.
5. Cortamos la otra mitad de la manzana en láminas muy finas
6. Hacemos bolas de una cucharada de masa, las aplastamos y las ponemos sobre una bandeja de horno con unas láminas de manzana por encima. Dejamos espacio entre una galleta y otra porque se expandirán
7. Horneamos a 180ºC durante 20 minutos
Hoy no acabamos el día en Arzúa, que es lo que marcan las guías como final de etapa. Nos quedamos en el pueblo anterior: Ribadiso da Baixo. Es un lugar precioso donde una calle con unas cuantas casas termina en un río que atravesamos por un puente de piedra. En la orilla del río otros peregrinos están refrescando los pies.
Cuando entramos en el albergue buscamos un par de camas y en seguida reconocemos caras conocidas: los alemanes que hemos estado viendo de forma intermitente desde Cacabelos. Ya hace una eternidad de ese día (bueno, una semana, pero me parece una vida entera). Las sonrisas que nos intercambiamos al vernos cada vez son más sinceras. Esto es parte de la magia del Camino: cómo un mismo destino nos acerca entre nosotros y nos crea una complicidad que no se puede explicar con palabras.