Finalizada la Primera Gran Guerra, allá por el año 1918 y casi a modo de celebrac?ión, se fundaba en la villa asturiana de Salas La Casa del Profesor, un restaurante café de la época, lugar de tertulia y entretenimiento. El establecimiento vivió su época más dorada habiéndolo regentado el singular e irrepetible Falín, antiguo funerario y corresponsal de prensa que en su época de profesor de música armonizó a toda el contorno desde tan ilustre local.
En las tardes de reunión y para los clientes habituales, La Casa del Profesor elaboraba unas pastas de avellana que hacían muy amenos aquellos cafés de invierno. Por aquél entonces, ya habían regresado algunos emigrantes, de los que habían hecho las Américas, que de vuelta a su pueblo natal y convertidos en indianos frecuentaban el local. Sin acertar a poner nombre a tan deliciosas pastas, y haciendo uso de un apelativo sudamericano uno de ellos decía a Falín: " ¡ Dame un carajo de esos ! " y el hombre y también el nombre se fueron quedando. Pasaron muchos años antes de poder registrar este tan rico vocablo que en su época fue tachado de inmoral.
De la página web Carajitos del profesor
La semana pasada llegaron a mis manos avellanas asturianas,de las buenas, de pueblo.
Con las avellanas y su pequeño portador me llegó un mensaje:
-Dice mi padre que te dé avellanas,que hagas algo para el blog y que te lo copia.
Y así fue, dicho y hecho.
Que mejor receta que Carajitos del profesor para dar buena cuenta de tan estupendas avellanas.
Gracias familia,por muchas cosas.
Ingredientes
200 gr. de avellanas peladas y molidas sin tostar
200 gr. de azúcar glas
Una clara de huevo grande
Mantequilla para untar
Preparación
Cascamos las avellanas y las restregamos luego un poquito entre las manos para quitarles la piel que le queden.
Las trituramos en la thermomix o en molinillo eléctrico.
Si usamos azúcar normal la trituramos en thermomix 30 segundos a velocidad progresiva.
Mezclamos la avellana con el azúcar y le añadimos la clara de huevo batida como para tortilla.
Amasamos la mezcla con las manos hasta ligar bien el conjunto.
Engrasamos la bandeja del horno o silpat con mantequilla.
Ponemos montoncitos de la masa separados unos de otros.
Horneamos a 200º hasta que empiecen a dorarse por encima.
Pasamos un cuchillo por la base para despegarlos.
Dejamos enfriar y retiramos de la placa.