A nosotras siempre nos ha gustado emplear las palabras con su justo significado, como buenas filólogas que somos. Y la verdad, de buenas a primeras, llamarle carpaccio a lo que no es un buen plato de carne, no nos convencía. Pero parece difícil luchar contra lo que ya está instaurado, así que lo conservamos.
Fuera divagaciones sobre el nombre, os diremos que si no conocéis este plato, os va a sorprender y mucho. La primera vez que lo probé en un menú del día de un restaurante me quedé alucinada: ¿cómo algo tan sencillo podía resultar tan exquisito? ¡y qué fácil para preparar en casa! Desde entonces, es un must de la cocina veraniega en nuestra casa. Y ahora que estamos en época de calabacines, ¡no os quiero contar!
¿Qué necesito?
1 calabacín
aceite de oliva virgen extra
queso parmigiano
almendra picada
piñones
albahaca fresca
sal
¿Cómo lo hago?
Con ayuda de una mandolina, laminamos el calabacín lo más fino que seamos capaces. Lo interesante es conseguir unas láminas muy finas. Disponemos el calabacín en la fuente o plato en que lo serviremos y con ayuda de un pincel de silicona lo barnizamos con aceite de oliva. Reservamos.
En una sartén tostamos la almendra y los piñones picados. Mientras tanto, rallamos una cantidad generosa de queso parmigiano, casi tipo lascas.
Colocamos la mezcla de almendra y piñones sobre el calabacín. Repartimos también el queso por toda la fuente. Por último, echamos la sal y un poquito de albahaca picada. Listo para servir.
¿Fácil verdad? Como siempre la clave está en los ingredientes. Un buen queso parmesano y un buen aceite de oliva le darán todo el sabor a este plato. ¡Así que animaos a participar en el sorteo que tenemos activo en facebook con aceites Abril!