Tengo que admitir que no me gusta cocinar, lo hago por necesidad y siempre
corriendo.
Por eso, desde que mi hijo Javier está fuera (si me seguís en Instagram
sabréis que este curso está estudiando en Illinois) apenas cocino. Como
alimentos poco procesados y mucho de ellos crudos en ensaladas, bowls,
smoothies... Algún filete a la plancha y huevos cocidos es para lo único
que enciendo la placa. Así que, sin buscarlo, he perdido seis kilitos a lo
que creo ha contribuido también los larguísimos paseos que me doy
por Madrid. He ido en varias ocasiones andando desde mi casa, al lado
de Plaza de Castilla, a Callao (5,7 kms según Google maps), volviendo
también andando, lo que hacen unos 12 kms porque no voy en linea
recta sino que me desvío a la búsqueda y captura de espacios bonitos
que disfrutar y compartir luego en el blog o las redes. He empezado a
buscar nuevas zonas aunque ahora con el frío suelo hacer una parte
andando y otra en transporte público.
Pero hay alimentos que sí me motivan a meterme en la cocina y, aunque
no a guisar, sí a utilizar el horno, sobre todo en otoño.
La calabaza y el boniato asados son dos de ellos y los horneo para preparar
cremas, algún bizcocho, como toppings en bowls o guarnición en platos.
La semana pasada me tomé unos días de vacaciones y fui a visitar a mi madre.
Hicimos una buena compra de hortalizas, entre ellas calabazas que adornaron
la mesa de la cocina durante unos días y cocinamos después de Halloween.
Sacamos su libro de cocina, deshecho de tanto utilizarlo, y algunos de sus
cuadernos de recetas. Cuando estoy en su casa me siento más motivada a
cocinar y es un placer compartir con ella estos momentos. Quizás también
porque, al no tener que ir a trabajar y disponer de tiempo para comprar,
arreglar los alimentos y cocinar, lo que cotidianamente es una obligación
se convierte en un momento agradable y slow.
Para hacer pasteles y purés horneo la calabaza, el boniato e incluso las
zanahorias a la papillote, envueltos en papel de aluminio previamente
pelados, comprobando con un palito de brocheta que estén blandos en su
interior pero sin deshacerse. Antes los cocía pero en la cocción pierden
muchas de sus propiedades y sabor.
Utilizo estas tres hortalizas, individualmente o mezcladas, tanto para cremas
como para bizcochos y os aseguro que salen riquísimos, además de ser más
saludables por su aporte nutricional y por necesitar menos azúcar que en la
receta de un bizcocho normal.
Para tomar como toppings en bowls o como guarnición en platos, troceo las
hortalizas y las horneo hasta que que estén blandas y doradas.
Ya compartí con vosotros cómo hago la base de los Buddha bowl (aquí),
todo en crudo y pasado por la batidora. Voy variando los ingredientes
según apetencia o temporada y en este caso no eché remolacha pero sí
manzana que están en su mejor momento.
Encima, semillas, pasas, aguacate y la calabaza y el boniato asados tal cual.
Para servirlo como guarnición de platos salados riego con un poco de aceite de
oliva virgen y salpimento con sal del Himalaya y un popurrí de pimientas.
Un acompañamiento exquisito con carpaccio de ternera, por ejemplo.
Y a vosotros, ¿os gustan estas hortalizas de otoño?