Ingredientes:
160 gramos de puré de calabaza asada.
250 gramos de harina panadera.
250 gramos de harina de fuerza.
100 gramos de buttermilk o suero de mantequilla.
100 gramos de agua.
35 gramos de azúcar.
11 gramos de levadura seca de panadero*
1 huevo
35 gramos de mantequilla fria.
1 cucharada de canela.
Una pizca de jengibre en polvo.
Una pizca de nuez moscada molida.
Una pizca de cardamomo.
Una pizca de sal.
*Tened en cuenta que si usais levadura fresca prensada la proporción es diferente.
Elaboración:
Comenzamos asando la calabaza para sacar el puré. Para ello abrimos por la mitad una calabaza violín y la retiramos las pipas pero le dejamos la piel. La colocamos sobre una bandeja con papel de horno y metemos al horno a 200 grados. Es importante que en la parte más baja del horno coloquemos una fuente con agua para que cree vapor durante el horneado. Una vez enfriado nuestro puré podemos comenzar con la receta. Colocamos en un un bol las harinas, la levadura, la sal y las especias y mezclamos muy bien. Ponemos el accesorio de gancho a nuestra batidora y conectamos a velocidad media. Sin dejar de amasar, añadimos el huevo y la calabaza. Seguidamente incorporamos el agua y el buttermilk y amasamos durante diez minutos.
Transcurridos esos diez minutos la masa presentará un aspecto brillante y pegajoso. Es el momento de añadirle la mantequilla a dados y seguir amasando un par de minutos más hasta que esté bien integrada.
En ese momento colocamos la masa sobre una superficie de trabajo y empezamos a amasar de forma manual. Tendremos una masa muy muy muy muy muy pegajosa pero prohibido caer en la tentación de añadirle harina. Es importante no añadir ni un gramo (ni siquiera sobre la superficie de trabajo). Debemos amasar tocando muy ligeramente la masa con la punta de los dedos. Levantamos la masa y la doblamos sobre si misma. Después de un buen rato nuestra masa se hará más manejable.
Cuando veamos que la masa empieza a ser manejable (aunque seguirá algo pegajosa) la extendemos con un rodillo entre dos papeles previamente pincelados de aceite (esto es importante), dándole a la masa un centímetros de grosor y la ponemos en el congelador 30 minutos (ni un minutos más).
Transcurrido el tiempo de congelación, cortamos nuestros donuts, los colocamos de nuevo sobre papel de horno previamente pincelado de aceite y los dejamos levar durante 40 minutos.
Tras el levado procedemos a freir nuestros donuts en aceite de girasol o aceite de oliva suave (la temperatura debe ser media y nunca elevada en exceso). Lo ideal es freirlos con el papel y luego retirarlo ya que si se manipula la masa esta perderá la forma.
Una vez fritos y aún en caliente procedemos al glaseado. La glasa la realizaremos con 200 gramos de azúcar glas a la que iremos añadiendo nata (crema de leche) líquida hasta lograr una textura semilíquida.
Cuando hayan enfriado será el momento de disfrutar de nuestra merienda.