Las hay dulces y saladas, con sangre o con caldo, pero las que siempre he comido y siempre he visto son las dulces. La receta que os traigo es la que mi abuela ha hecho en casa toda la vida, en la piedra, aunque yo he tirado de sartén porque esos medios de antaño ya no los tengo a mano.
Ingredientes:
5 huevos grandes
1 litro de leche fresca entera
1 pellizco de sal
400gr de harina
30 gr de azúcar
Manteca de cerdo o mantequilla para la sartén
Opcional: una cucharadita de vainilla, de canela, ralladura de limón o de naranja.
Preparación:
Ponemos todos los ingredientes en un bol, y batimos hasta que todo esté sin grumos. La masa resultante tiene que ser suelta, bastante líquida, así que os asustéis. Dejamos reposar esta mezcla entre media hora y una hora para que se asienten los ingredientes y coja algo de consistencia, y pasado este tiempo preparamos la sartén (o filloeira).
La ponemos al fuego, a una temperatura media, y frotamos un poco de manteca de cerdo en la superficie, no demasiado para que no cojan mucha grasa. Con un cazo cogemos un poco de masa y la echamos en el centro de la sartén, moviéndola para que se extienda por toda la superficie en una capa finita. En cuanto los bordes estén tostaditos y la parte del centro se haya cuajado le damos la vuelta. Para darles la vuelta yo uso la técnica tradicional: los dedos, pero podéis usar espátulas de cocina o tenedores.
Una vez que se hayan dorado se colocan en un plato todas juntas, sin dobleces o arrugas, para que conserven el calor.
Se pueden comer espolvoreando azúcar, la forma más típica, o con miel. También admite chocolate, crema pastelera, nata (crema de leche), Nutella, plátano... Lo que se os ocurra.