La verdad que se puede decir que me he tomado el verano con tranquilidad. Disfruté de la primera tanda de vacaciones en Ibiza. La vuelta al trabajo después no fue traumática pero me tomé esos días como si todavía estuviera de vacaciones. Es lo que tiene trabajar de lunes a viernes sólo por las mañanas y estar a 12 minutos andando de la playa. Con las niñas en casa mi día a día se redujo a pensar ¿qué hacemos esta tarde? Me he relajado en la cocina, los que me seguís en Instagram habéis visto que este verano he estado menos activa. En Valencia, en verano, hace mucho calor, la humedad es pegajosa y el aire acondicionado este año funcionó a todo tren. No apetecía estar mucho rato en la cocina, ni encender el horno, todo cansa con el calor. El verano es que te pone en modo OFF y claro me daba pereza hasta sentarme al ordenador a escribir, y no será porque no tengo pendientes, más de una docena de recetas. De nuevo he disfrutado de una de mis pasiones, viajar. Esta vez volvimos a viajar los cuatro juntos, en familia, aunque con una recién estrenada adolescente es un poco más peculiar . Pero bien merece la pena este viaje. Ya sabéis mi pasión por Noruega, pero nunca había estado allí con mis hijas. Los últimos viajes fueron a Stavanger y Oslo, mi marido y yo solos. A la ciudad de Bergen hace 13 años que no volvía, y lo recuerdo bien porque estaba embarazada de mi primera hija. Pero eso se merecerá un post a parte con receta noruega incluida.
Pero hoy es una tarde perruna, hemos pasado la gota fría, y me he hecho el ánimo. Os traigo un delicioso dulce que no precisa encender el horno. Soy medio gallega así que la receta de hoy proviene de mis orígenes. Unas sencillas tortitas que se preparan en un pis pas.
Como decía mi madre, corre sangre celta por mis venas. Ella era gallega y además mi abuela portuguesa. Es curioso que aunque muchos veranos los pasé en la aldea de mi abuela Beatriz y tengo muchos recuerdos para lo pequeña que era, desgraciadamente no tengo recuerdos gastronómicos. Me hubiera encantado tener recuerdos de ella preparándome unas filloas de matanza o unas de leche con anís. Probablemente mi abuela sí lo hizo, pero yo era demasiado pequeña como para recordarlo. Aún así tengo recuerdos de los veranos en la aldea de Orense, del campo, de la humilde casona de pueblo, del ganado, de los conejos, de las gallinas, de la matanza, del lavadero donde acompañaba a mi abuela a lavar la ropa, de los chapuzones de verano en las pozas … Como fotogramas de un pasado muy lejano.
Así que hoy os traigo estas filloas que preparé este verano para quitarme esa espinita. La receta que os traigo es de esas tradicionales. En Galicia, Asturias y León son tantos sus nombres como las pequeñas variantes en su receta. Filloa, filloga, fullado, feixó, fisuelu, … La filloa se elabora como postre en buena parte de Galicia, con leche, azúcar y a veces canela, o cubiertas de miel. En otros lugares, lo tradicional es la filloa salada, elaborada con caldo de lacón o carnes, y se toma como acompañamiento al cocido y otras comidas. Otras se preparan con sangre de la matanza. Actualmente las dulces pueden encontrarse rellenas con membrillo, chocolate o castañas cocidas.
Para los que no las conozcáis son un tipo de tortitas cuyos ingredientes básicos son harina, agua, caldo o leche, y opcionalmente sangre, huevos y azúcar o miel que se preparan en una sartén. Algunos atrevidos dirán que son como las crepes francesas pero son más finas, no llevan mantequilla, llevan tocino y aunque solemos conocerlas como dulces algunas no lo son y como he dicho llevan caldo de carne de cerdo o simplemente agua, sangre de cerdo, o en su versión dulce leche. En cuanto a la harina se suelen hacer con harina de trigo pero también con harina de maíz blanco autóctono, centeno e incluso harina de avena.
Es una preparación típica del Entroido, el Carnaval gallego, que se celebra en febrero o para la matanza en noviembre. Antaño las filloas se preparaban en un utensilio, la filloeira, con tres pies, una plancha de hierro de forma redonda que además permitía hacer varias a la vez y también en una piedra plana caliente. En algunos sitios se siguen utilizando. En Lestedo, en A Coruña, celebran la Fiesta de la filloa de filloeiro de ferro o de tixola para la exaltación de este producto desde 1984. Utilizan una filloeira de casi 7 metros de diámetro.
En casa si no tenéis este utensilio de hierro podéis prepararlas en una sartén antiadherente a la que añadiréis un poco de manteca de cerdo o un trozo de tocino blanco sin salar para darle ese sabor característico de las filloas.
Las más típicas son finísimas y quebradizas como un pergamino como las filloas da piedra de A Baña que sólo llevan agua, harina y huevo. También las hay más gruesas, elásticas y esponjosas.
La receta, en esta ocasión, es del libro La Cocina Española de José Mª Campos y Joan Masats.
Filloas de leche
INGREDIENTES (para unas 12 filloas finas):
– 6 huevos M
– 250 g de harina común
– 500 ml de leche
– Un chorrito de anís
– Tocino o manteca de cerdo para engrasar la sartén
En un cuenco batir todos los ingredientes. Si hace falta dar un golpe de túrmix para dejar la masa sin grumos. Se deja reposar la masa batida al menos una hora cubriendo el bol con un trapo. La harina se hidrata y la masa coge cuerpo. Pasado ese tiempo procedemos a hacer las filias. Calentad una sartén al fuego y cuando esté bien caliente pasar un trozo de tocino o 1/2 cucharadita de manteca de cerdo y verter la cantidad suficiente de masa con la ayuda de un cucharón para cubrir el fondo. Dejar cocer 1 minuto, dadle la vuelta y cocer por el otro lado. Para evitar que se resequen id pilando las tortitas y cubrid con un trapo.
Servir calientes y espolvorear azúcar, canela, o servir con un poco de mermelada o miel
Sencillas y deliciosas.
SI TENÉIS ALGUNA DUDA, SI OS HA GUSTADO LA RECETA, DADLE AL ME GUSTA, COMPARTID O DEJAD UN COMENTARIO. GRACIAS POR LEER MI BLOG Y HASTA LA PRÓXIMA ENTRADA. PATRI.