No quería sembrar polémica ni meterme en jardines que están en mi camino aunque por el momento puedo evitar.
A mí me gusta ser comedida en la vida. Tengo mis ideas claras, muy claras de hecho, pero me gusta ser flexible y comprensiva y acepto que cada cual tiene su criterio y es respetable.
Sencillo ¿no?
También soy consciente de que el extremismo no es bueno en ningún aspecto de la vida ya sea religioso, político, cultural, educacional, nutricional... Que una cosa es tener unos criterios claros y otra muy diferente ser un talibán defendiendo a capa y espada una idea o una opción de vida hasta el punto de que parezca que el que no hace o sigue cierta corriente es lo peor de lo peor.
Personalmente me parece muy loable que se promuevan hábitos de vida saludables relativos a nuestra alimentación y al estilo de vida que llevamos para dejar de ser tan sedentarios y volvernos más activos.
Respeto y aplaudo que cada vez haya más gente que no consume ciertos alimentos pero de ahí a atacar a quién lo hace creo que va un enorme trecho.
Jamás me oiréis (o leeréis) decir "siempre se ha hecho así" porque que algo se venga haciendo desde hace tiempo no quiere decir que esté bien o que sea la mejor o la única opción.
Por poner un ejemplo hace unos años empezó a cuestionarse el consumo de leche de vaca. Una mañana te encuentras que has estado escuchando durante treinta años de tu vida que hay que tomar mucha leche, que tiene mucho calcio, que es buena para los huesos y los dientes y una largo etcétera y de repente parece que tomar leche sea peor que desayunar chupitos de lejía.
No sé en qué quedó la polémica, supongo que después de revolver las aguas durante cierto tiempo estas se amansaron porque ni sanidad ni la OMS la han retirado de la venta. Y mientras tanto ahí estuvieron ofreciendo alternativas, vegetales y muchísimo más saludables, a la par que bastante más caras.
Y yo me pregunto ¿en serio esos productos que nos ofrecen como alternativos a otros tantos que venimos consumiendo habitualmente y que de repente no son tan buenos son tan saludables como nos quieren hacer creer?
Porque en muchos casos las alternativas "saludables" son productos procesados e incluso ultraprocesados y yo ahí me quedo de pasta de boniato y cada vez estoy más segura de ser muñecos en manos de las empresas, el márketing y las modas que arrasan en redes sociales.
Y es curioso que todos esos alimentos que deberíamos incluir en nuestra dieta por ser superalimentos o alternativas saludables a lo que veníamos consumiendo hasta ahora ¡tienen siempre un precio muy superior! Así que ahora en lugar de los plazos de la hipoteca vamos a pagar a plazos la compra saludable en el supermercado.
No sé si es mi vena inconformista o mi lado cínico pero a mí me cuesta mucho subirme al tren de los alimentos maravillosos, y tremendamente saludables (aún habiendo sido procesados) que de repente son un boom y ves por todos lados.
Y luego me veo leyendo recetas muy saludables, con unos ingredientes ¡que madre mía! Se me abren los ojos como platos y mi mente pasa de preguntarse ¿eso dónde se compra? a preguntarse ¿en serio eso con ese nombre se come? o ¿de verdad es más saludable con estos ingredientes?
Así que yo por el momento sigo con los ingredientes que tengo a mano en el supermercado aguardando a que la moda pase a estar "demodè" para subirme a ese tren (o dejar que pase definitivamente)
Y después de todo este rollo sirvo el desayuno (que como siga hablando nos da la hora de la merienda) y os invito a estas deliciosas galletas en las que he sustituido la mantequilla por AOVE ¡nuestro oro líquido!
Hace bastante tiempo que quería preparar galletas con aceite de oliva pero por una u otra cosa nunca me ponía a ello. Por no hablar que hace ¡meses! que no preparaba galletas en casa. En contreto la última fue una maxi galleta de mantequilla con chocolate y naranja tras la que ha llovido año y medio nada más y nada menos.
Con lo que me gustan las galletas caseras y lo poco que me prodigo con ellas últimamente, pero hay que estar pendiente del horno para que no se hagan en exceso y queden como armas arrojadizas y es precisamente el tiempo lo que me falla porque no sé cuándo una de mis princesas va a reclamarme a gritos.
Pero una mañana que Elena estaba tranquila y de buen humor me la llevé conmigo a la cocina y mientras balbuceaba en su hamaca preparé estas galletas.
No sé si os hacéis una idea viendo las fotos, pero las galletas son enormes. Con una sola te desayunas tranquilamente y te sobra energía al final de la mañana.
Lo suyo hubiera sido meter la masa en el frigorífico al menos un par de horas (incluso la noche entera) para que endureciera y fuera manejable con las manos y así hacer bolitas más pequeñas y por tanto más galletas.
Pero como tenía prisa y muchas ganas de zamparme estas galletas cuya masa en crudo ya olía más que bien me puse a formar bolas con cucharas y me di cuenta de que aquello iba a salir a lo grande y terminaba en una hornada ¡y menudo acierto!
A ver, que más pequeñas estarán igual de ricas y tenemos para asaltar más veces el bote de las galletas, pero cuando te ves frente a frente con una de estas galletas que no te cabe en la palma de la mano la felicidad te ilumina la cara y te chorrea a borbotones por las orejas.
Además he usado panela por primera vez para estas galletas. Tanto "criticar" los alimentos alternativos y aquí estoy yo con uno ¡si es que no se puede! Vaya por delante que no la he comprado. Tampoco la he robado. Es que venía en una caja a la que llevo suscrita ya unos cuantos meses (y que me pago yo, que no me la mandan gratuitamente para promocionarla)
Nunca la había usado y me ha sorprendido su aroma. Huele como el caramelo, y para mí eso es pura tentación (creo que si tuviera menos conciencia me la habría comido a cucharadas, o al menos lo habría intentado porque el aroma es increíble)
Por otro lado confesaré también que yo no he notado la diferencia en cuanto al sabor en las galletas al usar panela. Es decir, me saben igual que otras galletas que haya hecho con azúcar normal o con azúcar moreno. Igual es porque tengo poco paladar, puede ser, pero no ha sido comer una y decir al primer bocado ¡están espectaculares de sabor por usar panela!
Están ricas, están muy ricas en realidad, pero por todo lo que llevan y no exclusivamente por el uso de la panela. Tengo que seguir usándola en más postres a ver si en el futuro la compro o ha quedado en una prueba como tantas cosas que probamos y no volvemos a comprar.
Tampoco he notado gran diferencia con respecto a las galletas que llevan mantequilla. De hecho me ha gustado bastante el resultado usando aceite y creo que voy a repetir en más ocasiones ¡y a no tardar tanto en hacer galletas caseras de nuevo porque ha sido un visto y no visto!
Como es costumbre tengo algunas guardadas para compartirlas con vosotros en este último día de primavera ¿me acompañáis?
Ingredientes:
* 2 huevos
* 100 gramos de aceite de oliva virgen extra AOVE
* 150 gramos de panela
* Una cucharadita de esencia de vainilla
* Una cucharadita de bicarbonato sódico
* 300 gramos de harina
* 100 gramos de trocitos de chocolate
* Escamas de sal
Elaboración:
1. En un bol ponemos el aceite, los huevos, la vainilla y la panela y mezclamos bien hasta que el azúcar esté disuelto.
2. Añadimos la harina y el bicarbonato y batimos hasta integrar.
3. Por último añadimos las pepitas de chocolate y mezclamos hasta esparcir bien por toda la masa.
4. La masa se separa bien de las paredes del bol pero es un poco pegajosa. Para hacer las galletas podemos refrigerar durante un par de horas o bien hacer bolitas de masa con ayuda de dos cucharas.
Yo he optado por esto último y las iba depositando en la bandeja del horno forrada con un papel de hornear. Puedes dar forma bonita una vez están en la bandeja con las cucharas o con las manos.
Hay que ponerlas separadas porque crecen al hornear.
5. Introducimos en el horno precalentado a 180 grados y cocinamos durante 15-20 minutos en función del tamaño, hasta que los bordes se vean dorados.
6. Retiramos las galletas con ayuda de una espátula y las dejamos enfriar por completo sobre una rejilla.
Ponemos unas escamas de sal por encima cuando las colocamos en la rejilla. Si no nos gusta podemos obviar este paso.
Una vez que estén frías las guardamos dentro de una lata o cualquier recipiente que cierre bien.
No les busquéis un bonito lugar en la cocina, van a durar muy poco. Huelen tan bien que es complicado esperar siquiera a que se enfríen para probar la primera.
Espero que os animéis y las preparéis en casa porque no os van a defraudar.
Las princesas de la blogosfera siguen creciendo. Últimamente las tengo muy revolucionadas y Elena ha pasado de dormir toda la noche del tirón a despertar una vez de madrugada (además de dormirse más tarde) y yo voy hecha una figurante de The Walking Dead por la vida.
Supongo que no solo influye la separación sino también que llego a casa bastante tarde y todo se encadena, pero sólo es cuestión de días estrenar el horario de verano y pasar las tardes en casa, e igual algún día hacemos carambola y se duermen la siesta las dos y yo puedo cerrar los ojos (cosa que no ocurre desde no sé cuándo)
Gracias por seguir asomando a mi cocina y por todo el cariño que me dejáis cada semana ¡Sed felices!
Manos a la masa y ¡bon appétit!