Esta organización establece que el fraude del pescado con las etiquetas es algo bastante extendido. De hecho, el pescado está mal etiquetado en toda la cadena del sector. Es decir, desde que pasa por el el minorista, al comercio, la importación y el envasado.
Este informe da otros datos, como que el 83% de muestras analizadas de ciertos pescados, como el mero o la perca, estaban mal etiquetadas. Y además más de la mitad se habían sustituido por especies consideradas como amenazadas por peligro de extinción. Algunos pescados, como por ejemplo la merluza, ha sido uno de los tipos de pescado más sustituidos en todo el mundo. Oceana pone de manifiesto el caso de Brasil, donde el 55% de las muestras de tiburón eran realmente pez sierra, una especie en peligro de extinción.
Este informe también destaca los avances en la Unión Europea para frenar la pesca ilegal y el hecho de ser más transparentes en la toda la cadena de suministro de la venta de pescado. Oceana denunció el fraude en la UE, y ha explicado que éste ha decrecido del 23% en 2011 al 8% en 2015.
Por ello la importancia del etiquetado es básica pero con un control exhaustivo para que no pasen estos fraudes. Es decir, en la etiqueta de los pescados debe aparecer el nombre científico, el lugar de origen, también el sistema de captura y método de conservación, además de otras características. Cuantas más especificaciones haya mucho mejor para establecer la autenticidad del producto.
Los consumidores, aunque una gran parte no se fijan en la etiqueta, valoran el hecho de que esté todo bien detallado en ella. A la hora de comprar da valor, y ONGs y asociaciones como Oceana denuncian estos problemas, entre otros, y verifican con estudios que deben llevarse a cabo buenas prácticas.