Imaginaros que vivís en Burgos y vienen a visitaros. Sí, lo sé, esta situación es complicada que se dé. Mejor cambio la hipotética situación. Imaginaros que venís a Burgos y queréis comer en un sitio atractivo, pero que no sea el típico de lechazo. Pues bien, os recomiendo L’arruz, un restaurante a pie de catedral.
No es el típico restaurante burgalés dedicado a la carne, sino que más bien rinde culto al arroz. Espero que no seáis de esos que dicen:
Yo no como arroz si no estoy en Valencia.
Porque entonces, ¿qué hacéis comiendo las paellas de vuestras madres los domingo? Total, no se cocinan en Valencia. Polémicas aparte sobre cuándo, dónde y cómo comer el arroz, en este caso merece la pena que probéis los arroces del L’arruz. Fijaos si tienen tan buena fama, que hasta sirven a domicilio.
En mi caso acudí con la familia y escogí una mesa en el interior con vistas a la catedral. Además hice la reserva especificándolo, porque merece mucho la pena comer, admirando esa joya arquitectónica que posee Burgos. También podéis optar por terraza, pero aquel día hacía mucho calor para estar fuera.
Íbamos de celebración de cumpleaños, porque junio ha sido el mes de los cumples, así que tocaba conocer un nuevo restaurante. Comenzamos con un poco de picoteo y nos decantamos por paté y croquetas. Todo ello acompañado de vino blanco.
Me llamó la atención, que en el paté, en vez de poner los típicos panecillos para untar, nos pusieron pan normal, en finas láminas y tostado. No sé, me pareció extraño, fue diferente, pero no estuvo mal.
Luego fue el turno de la ensalada de pollo crujiente, naranja y aliño suave de mostaza. Me encantó la ensalada. No soy, para nada, de las que le gusta combinar la fruta en platos principales o segundos platos. La fruta es para el postre, pero aquí debo confirmar que la naranja quedaba genial en el plato.
Y para el final, el arroz. Me contuve, os prometo que me contuve para no escoger algún tipo de paella, ya que es uno de mis platos favoritos. No quería pecar de lo típico, porque recayó sobre mí la gran responsabilidad de escoger el tipo de arroz.
Entre divagaciones y un cuarto de hora de espera, finalmente me decidí por un arroz meloso de setas y ciervo. Nos lo trajeron recién hecho a la mesa con su paellera y quise hacerle foto, pero el maître se me adelantó y nos sirvió en el plato a todos, ¡jajaja!
De postre cayó un brownie con helado. No tenía más hambre, pero nunca se le dice que no a un postre, nunca. Y menos después de semejante comilona, cómo no acabarla como Dios manda, con un postre a la altura.
La verdad que el sitio me gustó mucho. El arroz estaba perfecto, tanto de cocción como de sabor. La verdad, no me importaría volver y repetir. ¿Alguien se anima a invitarme y así disfrutar de un poco de turismo gastronómico? ¡JAJAJAJA!
Comida
Servicio
Presentación
Emplazamiento
Promedio