¿Recuerdan aquel anuncio de los años 60 qué decía: Maizena, maizena, buena, buena, buena, maizena, maizena que rica que está.............?
Antiguamente nuestras madres no tenían la posibilidad de comprar las papillas de cereales que a partir de los 70 nosotras y la generación de mamás actuales, encontramos en el mercado de todas las marcas y colores, sólo tenían ésta harina de maiz, buenísima para los bebés ya que al no contener gluten se les podía dar desde los pocos meses y las digerían estupendamente.
En los años 50 era un alimento básico en la alimentación infantil, las papillas de Maizena, ésta famosa marca de harina de almidón de maiz, harina fina de maiz, que se registró como marca en el año 1856.
Hoy en dia ha quedado relegada casi exclusivamente para su uso en repostería. Suelo utilizarla en infinidad de platos tanto dulces como salados, espesar salsas (las hace más suaves y livianas), para rebozados, en la bechamel, para innumerables usos, siempre, siempre hay un paquete de Maizena en la despensa de “Mi cocina”.
Saborear un plato de maicena es recordar, como siempre a mi madre. Mi hermano nació en el año 59, con un peso y tamaño poco habitual, era realmente grande, muy grande diría yo, vamos que hacía por dos; de hecho la ropa que hizo mi madre, bordada toda con esmero, nada le sirvió, tuvieron que ponerle dos al mismo tiempo, una por delante y otra por atras; los primeros dias lo pasearon por todo el Hospital 18 de Julio, tan rubio, tan hermoso, tan guapo y tan grande llamaba la atención.
Con el paso de los primeros meses la leche materna no era suficiente, así que los platos de maicena empezaron a ser habituales en la dieta diaria de mi hermano y en la mía, ya que puesta a su lado en tan dulces momentos, más de una cucharada de las deliciosas papillas llegaba a mi boca.
Si hacemos caso al dicho “el pasado fue mejor” (no en todos los aspectos, hay que ser realista), deberíamos tener en nuestras cocinas ésa harina del pasado, que nos alimentó haciéndonos la generación del futuro de nuestros padres, nos daban lo mejor....por ello entre otras razonas es indispensable en “Mi cocina”, la Maizena.
Con ella preparo,natillas ¿como? Siguiendo estos pasos:
Preparar un vaso de leche fria, diluyendo una cucharada sopera de Maizena, procurando que quede totalmente diluida, sin grumos, añadir tres yemas de huevo y remover bien. Reservar.
En un cazo poner medio litro de leche, una rama de canela y la piel de un limón.
Calentarla a fuego lento y añadir 150 gramos de azúcar blanca y una cucharada de azucar avainillado.
Antes de que llegue a ebullición, agregar la mezcla de maicena y huevo pasándolo por un colador para quitar los posibles restos de yema de huevo.
Retirar y desechar la canela y la piel de limón.
Remover con unas varillas enérgicamente mientras hierve durante unos minutos, procurando que no se pegue.
En cuanto espese, remitar y echar las natillas en los recipientes donde se vayan a servir.
Si tuviesen grumos, pasar las natillas antes de servir por la batidora.
Colocar una galleta tipo Maria dorada y espolvorear con canela molida.
Para acompañar tan rico y casero postre, que en ésta ocasión vestí de “gala” el tarrito de cristal donde lo serví en “Mi cocina”, nada mejor que un realista cuadro pintado por mi suegro “La huevera”, de donde casi se pueden coger los huevos para preparar las natillas ¿no creen?