Pan jalá con hummus (y el relato del viaje a Israel)






Hace ya unos meses hicimos un viaje que me sorprendió totalmente. Era la primera vez que pisaba tierras israelíes y además se trataba de una salida con muchos motivantes: conocer nuevos horizontes, viajar sin niños y asistir a una boda de familia. Por donde quiera que lo viera, no había desperdicio y resultó siendo un viaje de esos que se quedan grabados en la memoria.

Teniendo la suerte de visitar el país de la mano de gente que allí vive, no sólo te facilita la experiencia sino que te regala el plus de conocer desde dentro valores culturales a los que, de otro modo, no tendríamos acceso. Y coincidencias de la vida, llegamos mientras se celebraba el Janucá, fiesta de las Luces o Lucernaria. Esta festividad judaíca se celebra durante 8 días y conmemora la derrota de los helenos y la recuperación de la independencia judía a manos de los Macabeos sobre los griegos así como la posterior purificación del Templo de Jerusalén de los iconos paganos, en el siglo II a. C.

Cada noche se enciende una januquiá (vela) del menorá (candelabro de 8 brazos). Durante la primera noche se prende la primera vela y el brazo mayor o piloto y así se va aumentando la cantidad de januquiás por noche. Después de encender el menorá, se hacen cánticos y oraciones que adornar el ambiente festivo de la celebración.

Por todos sitios donde pasaras, la fiesta de las Luces estaba presente. Decoraciones en el puerto de Tel-aviv, en la recepción del hotel donde nos hospedamos, en las rotondas que daban acceso a los pueblos que visitamos. Toda una exposición de menorás por doquier. Hasta los taxis llevaban en el techo del coche un menorá grande eléctrico encendido, dando a conocer el día del Janucá en el que se encontraban.

Aquí un menorá en el último día de celebración que coincidió con la boda de familia a la que íbamos.

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Aparte de visitáramos Israel en época del Janucá, llegamos también justos para la celebración de Sabbat, que conmemora la llegada del séptimo día de la semana, coincidiendo con el día sagrado de la religión judía. Sabbat (shabat/sabbath) deriva del verbo hebreo shavát, que significa “descansar”, en el sentido de “dejar de trabajar”, tal y como se entiende que sucedió el séptimo día de la Creación. Este día de descanso suele asimilarse al domingo en el caso del cristianismo o al viernes en el caso del Islam.

Esta celebración empieza con el atardecer del viernes hasta la llegada de las tres primeras estrellas del sábado. Durante ese día, nadie trabaja. Se supone que solamente la lectura y la conversación están permitidas. No se puede cosechar, regar, llevar a cabo quehaceres de la casa, tejer, hilar, pintar, hacer deportes y un largo etcétera. Sobra decir que obviamente volver a la rutina, lo que sería para nosotros “el lunes”, es para ellos el domingo, justo después de la observación del sabbat.

Pues bien, dicho esto, fuimos invitados a casa de la suegra de mi cuñado a celebrar el sabbat coincidiendo con la celebración de 3 día de Janucá y pudimos observar ritos propios de la ocasión, así como degustar un sinfín de elaboraciones deliciosas en la mesa: muchas ensaladas, pollo, carne, sopa de verduras.

Y entre esos alimentos el pan jalá y el hummus, presente en todo momento y ocasión, que te traigo hoy para acercarte un poco más de mi experiencia por tierras del Medio Oriente.

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Pan Jalá

El pan jalá es un pan muy característico porque lleva azúcar en su masa pero se acompaña de salado. Se hornea justo antes de la entrada del sabbat . El jalá es, en el sentido bíblico, un pedazo que se separa de las hogazas y se consagra antes de cocinar el pan, tomando el carácter de ofrenda.

Dicen que cada ingrediente tiene en sí un significado. La sal, poca cantidad, se refiere a la crítica, siempre de forma constructiva. La harina, para separar el bien y el mal. El azúcar para la dulzura. La levadura, así como crece, que crezca también la felicidad. El agua, todo lo envuelve. El aceite, para que nuestro tiempo sea productivo. El huevo, como círculo de la vida.

Ingredientes

125 ml de agua tibia

125 ml de aceite de oliva suave

20 g. de levadura fresca

125 g. de azúcar

1 cuchara de sal

1 huevo (+ 1 huevo para pintarlo)

500 g de harina de fuerza

Semillas de amapola o sésamo
Mezcla los líquidos batiendo enérgicamente y deshaz la levadura hasta que esté totalmente integrada. Añade el huevo y sigue batiendo. Añade el azúcar y la sal. Y a continuación ve añadiendo la harina poco a poco hasta conseguir una masa no muy pegajosa. Si hace falta, puedes añadir más harina, pero no demasiada.

Deja reposar en un bol engrasado con aceite, durante un par de horas  o hasta que haya doblado su volumen.

Divide la masa en 2 partes y de cada dos partes, haz 3 cilindros para conformar una trenza. Esta trenza es la tradicional, pero las hay de 6 brazos y se ven preciosas. Esto depende un poco de tu habilidad.

Una vez hechas las trenzas, pinta con el huevo y añade semillas de amapola o sésamo y deja otra vez levar durante un par de horas.

Hornea durante 25 minutos aproximadamente a 170º o hasta que tome un color dorado, con cuidado de que el interior esté completamente cocido.

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Hummus de garbanzos

Ingredientes

1 bote de garbanzos cocidos

Zumo de medio limón

1 cucharita de comino

1/2 cucharita de pimienta

1 cucharita de pimentón (puede ser picante)

Un chorreón de aceite de oliva

1 cuchara de tahin o tahina o pasta de sésamo (hoy por hoy se encuentra en grandes superficies en la zona internacional. Como ves el de la foto está traído de allí expresamente)
Se trata de algo tan sencillo como meterlo todo a un vaso de batidora y triturar hasta obtener una crema fina. Se puede comer con pan de pita caliente, o chips de pita, o pan crujiente o con pan jalá, por supuesto.

Si sale mucho, se puede congelar sin problema alguno. Me estoy dando cuenta, que yo congelo todo.

Para decorar a la hora de servir, puedes ponerle un poco más de aceite de oliva, pimentón y perejil picado.

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Si has llegado hasta aquí y todavía te quedan ganas de seguir leyendo, te contaré un poco más qué visitamos y comimos durante esos días.

Jaffa

El primer día visitamos Telaviv y nos centramos en pasear por Jaffa o Yafo (del hebreo, yafa, que significa bella), una de las ciudades más antiguas del mundo. Hace más de 4000 años ya servía como ciudad portuaria entre egipcios y fenicios. En la Biblia se registra Yafo como el puerto desde el que intentó escapar Jonás. Se trata en sí de un bello pueblo de mar desde donde observar magnificas vistas de la extensa playa de Telaviv y sus rascacielos al fondo. Pasear por sus calles llenas de encanto e historia abren la mente a la recreación del pasado. La torre reloj que marca el inicio de Jaffa se encuentra al lado de la Mezquita Mahmudilla. En el centro hay una plaza apacible por la que pasear, llamada Kikar Kedumin, donde, en contraste, se encuentra la Iglesia de San Pedro. Destacaré también el Puente de los Deseos, con 12 cilindros del bronce con los signos del zodiaco. Cuenta la leyenda que deberías tocar tu signo y pedir un deseo mirando al mar para que te fuese concedido. Hoy por hoy está cerrado pero desde fuera la vista es asombrosa.

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Tel-aviv: visita al mercado

El puerto de Telaviv es un distrito comercial y de entretenimiento donde sumergirte en la parte moderna de la ciudad. Llena de restaurantes, tiendas, mercado de abastos y un bullicio permanente de gente que da vida al puerto. No hay mejor que adentrarse en zocos y mercados para observar la gastronomía del país y lo que allí se cultiva, se cocina, se come. Están son algunas de fotos que tomé mientras caminábamos con un zumo recién exprimido de frutas delicioso. Carnes, verduras, frutas frescas, halvas, dátiles y otros frutos secos inundaban los puestos. Acabamos comiendo sobre un mostrador en la misma calle, unos dim sums deliciosos de colores hermosísimos, aunque fuera comida china hecha en Israel degustada por mexicanos y española, nos supo a gloria.

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Rumbo al norte de Israel

El día de Shabat, todo tranquilo y sin prisas, nos dirigimos en coche al Norte del país a visitar toda la parte más referente al Cristianismo. Estuvimos en el Yardenit, el único lugar bautismal registrado para los peregrinos cristianos. Situado donde el Jordán sale del Mar de Galilea hacia el Mar Muerto. La entrada no tiene costo. El único gasto lo haces si quieres comprar una túnica y proceder al bautismo, hundiéndote en sus aguas, tal cuenta la Biblia que lo hizo Juan con Jesús.

Cafarnaum, es más conocida como la ciudad de Jesús. Se dice que ahí predicó con sus enseñanzas. Entre las ruinas que rodean al visitante, se encuentran una sinagoga y la casa de Pedro, sobre la cual se erije, hoy por hoy, una iglesia en forma de barca, en homenaje a la labor de pescador que éste realizaba.

La tranquila Bahía de Taghba también ha sido escenario de relatos bíblicos como la multiplicación de los panes y los peces. La iglesia contiene mosaicos que representa el pan y los peces, que se han convertido en símbolos del lugar y del milagro.

Visitamos también Nazaret, la cuna de la Cristiandad, el pueblo donde Jesús pasó su infancia y juventud. En este pueblito lleno de bullicio, tiendas y calles empinadas, se erije la Iglesia de la Anunciación, donde según la tradición el Arcángel Gabriel anunció a María que sería madre de Jesús por obra del Espíritu Santo. Según la tradición, allí se encontraba la casa de José y María y hay detalles que apuntan dentro de una capilla auxiliar que se encontraba la carpintería de José.

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Jerusalén

Sin lugar a dudas si hay un lugar que se quedó grabado en mi memoria de todo el viaje eso fue la mezcla de culturas. tradiciones y religiones  de Jerusalén. Y por encima de esa convivencia, el respeto que se respiraba entre unos y otros. Es una ciudad que despierta inquietudes, emociones intensas, itinerarios fascinantes y experiencias sobrecogedoras.

En el corazón se encuentra la Ciudad Vieja, dividida en 4 cuartos o barrios: cristiano, musulmán, judío y armenio. Sus extensas murallas rodean todos los lugares sagrados de las tres religiones principales que allí conviven. El Muro Occidental o muro de los lamentos, venerado por los judíos, La Iglesia del Santo Sepulcro, para los cristianos y el Domo de la Roca, el tercer lugar más sagrado para el Islam. Además de éstos lugares de principal atractivo turísticos, cabe recalcar las puertas de acceso a las murallas, la de Damasco, Sión y Jaffa, como las más llamativas.

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Y dadas las pinceladas de la visita turística a la Ciudad Vieja, te contaré que una de las comidas que más disfruté del viaje fue en una paradita para recargar las pilas en una “hummuseria” de Jerusalén. El hummus no es sólo de garbanzos, los hay de otras legumbres, como por ejemplo, judías, así como acompañado de piñones, cilantro, perejil, granada… No sabía por cuál decirme. Te dejo una muestra visual. Así mismo, un plato con labane, crema de queso agria, superbueno, y unos falafels recién fritos, impresionantes.

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Vuelta al norte

Después de haber hecho la ruta por los principales sitios del cristianismo y habernos empapado de la convivencia de culturas de Jerusalén, pusimos rumbo al norte de nuevo para visitar Rosh-Hanikra. Los acantilados blanquísimos de Rosh-Hanikra ofrecen unos vistas panorámicas espectaculares. En un teleférico que desciende 64 metros se accede a unos túneles artificiales que te adentran en las rocas cubiertas por olas de intenso poder que rompen contra ellas. También es punto de encuentro entre las fronteras de Israel y Líbano, lo que lo hace un lugar aún mucho más interesante. Frente a la foto que determina los kms de Jerusalén y Beirut (puedes verla más abajo) hay una alambrada y trás ellos los militares que cuidan la zona. Se puede visitar un túnel construido en 1943 para ampliar la línea el Cairo-Haifa hasta Beirut, donde te exponen una proyección audiovisual que explica todo.

Y de ahí fuimos a San Juan de Acre (Akko), una de las ciudades más antiguas del mundo, se cree que fue fundada en el 1500 a.C.  y visitamos unos túneles de los Templarios. Los Templarios eran una orden militar religiosa que, en nombre del Papa, cuidaba de los peregrinos y enfermos que llegaban de Europa a Israel (Tierra Santa) a visitar los lugares santos. Inicialmente se establecieron en Jerusalén, en el Monte del Templo, del que tomaron su nombre: Templarios, los guardianes del Templo sagrado. Tras la conquista de Jerusalén en 1187, pasaron a establecerse de manera permanente en Accre.

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La boda, la guinda del pastel

Y llegó el día de la boda y pudimos ver lo distinto de las costumbres y la manera de celebrar el rito del matrimonio. La ceremonia tuvo lugar en el restaurante donde más tarde se llevaría a cabo la fiesta. El rito en sí se celebró en una carpa decorada al detalle, que se llama Jupá, el palio nupcial, de donde toma el nombre también la ceremonia. Un rabino leyó partes en hebreo y partes en castellano, lo cual nos hizo entender de qué iba la cosa, aunque a fin de cuentas, todo termina en lo mismo: “sí, quiero”. Pero que finaliza con el novio rompiendo la copa envuelta en un trapo pisándola con el pie derecho, para rememorar la destrucción del templo de Jerusalén y al grito de “Mazal Tov!” (¡Felicidades!).

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Antes de la Jupá o ceremonia nupcial, se sirvió una comida que estaba compuesta por paradas perfectamente decoradas donde los camareros servían unas tapas cuidadas al detalle, mordiscos exquisitos, con sabores muy distintos, donde no faltaron el hummus, los bagels con salmón y otros sabores típicos de la cultura.

Después de la Jupá, la comida se sirve a modo de buffet, con grandes ensaladas, panes, pastas y carnes.

Después del baile, otra mesa enorme con todo tipo de delicias dulces.

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Si has llegado hasta aquí, gracias por haberme leído. Espero que hayas disfrutado tanto como yo contándote el relato. Te agradecería que me quedaras un mensaje aquí debajo. Me encanta leerlos todos y saber tu opinión.

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