Hace tiempo leí una frase que decía así: “Una gota de miel puede hacer lo que no hace un tonel de vinagre” Se refería a la dulzura en las personas.
La dulzura es un don, una de las denominadas “pequeñas virtudes”, aunque personalmente pienso que es una gran virtud, que contribuye a que el trato, la convivencia, lo que se expresa a los demás sea afable y delicado.
El genial poeta andaluz, García Lorca, comparaba la dulzura con la mañana, con un tranquilo amanecer: “hay dulzura infantil en la mañana quieta”.
Puede que ser dulce hoy en día, sea considerado algo que esté “pasado de moda” en ésta época que nos ha tocado vivir; nada más hay que ver, o quién sabe dejar de ver, los medios de comunicación donde prevalece por desgracia la rudeza y la agresividad e incluso la violencia, reflejo de una sociedad muy competitiva en todos los sentidos, por lo que creo que la dulzura es una de ésas cosas que merece la pena conservar y cultivar.
Según he podido leer, existen estudios realizados por expertos en la materia de nutrición y psicología, de que la alimentación de una persona es sumamente importante, ya que determina muchos factores en cuanto a la salud física e incluso psíquica.
Es más, uno de ésos estudios realizados indican que a través de los alimentos que se consumen diariamente, se puede llegar a determinar la “dulzura” de las personas. Esto se debe a que algunos alimentos contienen un aminoácido conocido como triptofano, los cuales se sintetizan con una sustancia química conocida como serotonina. Esta se ubica en las neuronas y permite el funcionamiento saludable de las células del cerebro, los alimentos que contienen azúcar hacen que la energía aumente, por lo que mantener un nivel adecuado de esta en la sangre ayuda a estabilizar el estado de ánimo y a evitar la irritabilidad
Dicen que las personas con ésta cualidad suelen tener una sonrisa contagiosa, que están llenas de energía y son sensibles con su entorno. Se caracterizan por estar siempre atentas y sonrientes, además de dispuestas a ayudar a los demás cuando lo necesiten.
Así que llego a la conclusión de que “con un poco de azúcar”, como cantaba Mery Poppins la vida sabe mucho mejor.
¿Sabían que en la antigüedad, en la Edad Media cóncretamente en España se usaba como especia? Le llamaban “la sal dulce” y de hecho, los boticarios las usaban como pócimas y medicinas para curar los males, incluido el mal de amores.
Su origen está en Oriente, concretamente en India donde se encuentran las primeras referencias históricas de su consumo que se remontan a 4.500 años antes de nuestra Era.
Llegó a Persia 4.000 años después y a Europa en el siglo IV aC. Griegos y romanos fueron quienes la introdujeron, llamándola “sal de la India”.
Los químicos egipcios fueron no obstante quienes perfeccionaron el proceso de refinado en el siglo VII, tal y como la consumimos actualmente.
Por cierto, curioso el nombre: Azúcar..La palabra azúcar viene del sánscrito sharkara, la palabra sharkara de çarkara, que significa arenilla, ya que llamaban así al polvo blanquecino de la caña de azúcar; palabra que los persas transformaron en sakar.
Los griegos tomarían el término persa y lo llamarían sakjar. El árabe clásico tomó el término griego y lo llamó sukkar, y posteriormente el árabe hispano lo llamó assúkar.
Y azúcar que no puede faltar, no debe faltar en los dulces, en los pasteles, en la vida..pongamos pues azúcar que se convertirá en dulzura.
¿Dónde? Por ejemplo en éste pastel de chocolate y guindas.¿A que apetece un trozo?
¿Cómo lo hice?
Siguiendo los pasos, aunque con algunos cambios todo hay que decirlo, de un nuevo libro que ha llegado a “Mi Cocina”: 111 pasteles con una masa. Para no hacerlo tan grande, puse la mitad de las cantidades indicadas. El molde de 22 cmts. de diámetro.
Ingredientes para el pastel:
Guindas en almibar, 25 ml. de licor (usé licor de avellanas), 3 huevos, una cucharada pequeña de aroma de vainilla, 100 grms. de mantequilla, 2 cucharadas soperas de crema de cacao, 120 grms. de azúcar, la ralladura de medio limón, una cucharadita pequeña de sal, 110 grms. de harina de trigo, un sobre de levadura especial para repostería, 30 grms. de cacahuetes tostados.
Además:
Mantequilla para untar el molde desmontable, una hoja de papel de hornear, pan rallado y azúcar glas para espolvorear el pastel.
Los pasos a seguir:
Escurrir las guindas y ponerlas en un cuenco sumergiéndolas en el licor de avellana.
Precalentar el horno a 225ºC. Colocar papel de hornear en la base del molde, untar todo el interior con mantequilla derretida
y espolvorear con pan rallado. Reservar.
Separar las yemas de las claras de los huevos.
Montar las claras a punto de nieve y reservar en el frigorífico hasta que se vaya a utilizar.
Machacar los cacahuetes lo más fino posible.
En una cacerolita echar la mantequilla junto con la crema de chocolate y derretirla a fuego lento, removiendo, mezclar bien, apartar del fuego y dejar que se vaya enfriando.
En un cuenco echar el azúcar y las yemas, la esencia de vainilla e incorporar la ralladura de limón y la sal
batiendo batiendo hasta conseguir una pasta cremosa.
Agregar la harina, la levadura y los cacahuetes molidos mezclándolo suavemente. Incorporar la crema de chocolate, removiendo a fin de que se integren todos los ingredientes.
Incorporar las claras montadas
con movimientos envolventes, suavemente, mezclar ambos ingredientes.
Verter la pasta en el molde
e incorporar las guindas con cuidado.
Introducir en el horno, a media altura (calor arriba y abajo) dejándolo hornear durante 10 minutos.
Pasado éste tiempo reducir la temperatura del horno a 175º C y dejar cocer durante una media hora aproximadamente (para comprobar que está hecho introducir un pincho en el centro, si sale limpio es que está listo).
Sacar del horno y dejar enfriar antes de desmoldar.
Una vez frio y desmoldado, espolvorear con azúcar glas.
Y cantémosle a la vida como Celia Cruz: ¡¡¡ Asuuuucaaaaaa !!!