Hoy es el cumpleaños de mi media naranja. Su principal afición (y digo principal, porque tiene muchas) es la pesca. Lo que más pesca son sargos y doradas. ¿Qué pastel le podía hacer? ¡Pues un pastel con un pescado! Pero que no sepa a pescado ¡claro! De hecho, este es de tiramisu’ (ñam, ñam…).
Y como solo un pescadito hubiera supuesto hacer un pastel demasiado pequeño para todos los que seremos en su fiesta, la dorada reposa sobre una falsa tabla de madera.
Para que realmente parezca una tabla de madera, primero hay que hacer al pastel unas marcas que imiten las vetas de la madera con una esteca.Y luego pintarlo con colores comestibles diluidos en brandy (que luego se evapora), de forma que resulte un poco más realista.
La dorada la cubrimos con fondant gris y le marcamos con una esteca las escamas, los ojos, las branquias… le ponemos las aletas y después, para que parezca de verdad, le damos toques de color, igual que hicimos con la madera, sin olvidar usar un poco de plateado, ni de pintarle un ojo bien brillante, ¡que está recién pescada!. Para completar la escena, alguna boya y algún anzuelo, aunque creo que eso de poner uno con cucharilla hará que el pescador se queje y diga que no se usan cucharillas para pescar doradas, pero, oye, la intención es buena y yo de pesca no entiendo nada!!!
En fin, que este es el pastel del cumpleaños de mi marido. En el próximo post, os enseñaré el de mi cumpleaños, que como podéis imaginaros fue infinitamente más sencillo (que a una no le apetece pasarse el cumpleaños encerrada en la cocina todo el día), pero muy bueno… sorpresa!