Cómo suele pasar con las recetas de toda la vida, hay muchas maneras de prepararlas: hay gente que las hace con azafrán, con vino blanco o que incluso les echa gambas para darles un extra de importancia ;) en este caso preparamos la versión estándar sacada directamente del recetario de la madre de la rubia (ósea, yo) y, la verdad, ¡han quedado tal y como las recordaba!
Ingredientes...
2-3 patatas medianas (según mi abuela: una patata del tamaño de un limón por persona y una adicional).
Harina para rebozar.
1-2 huevos para rebozar.
2 dientes de ajo.
Perejil.
Una pastilla de Avecrem (o caldo si lo preferís).
Aceite de oliva.
Con las manos en la masa...
Pelamos las patatas, las cortamos en láminas de 1 centímetro de grosor (aproximadamente, tampoco hace falta que saquemos la regla ;)) y las salamos.
Rebozamos las patatas pasándolas primero por harina y luego por huevo batido y las freímos en una sartén con abundante aceite hasta que estén doradas. La idea es que cojan un poco de color, pero no hace falta que se hagan, así que con un par de minutos en la sartén será suficiente. Cuando estén las reservamos.
Picamos un par de dientes de ajo y un poco de perejil y lo sofreímos a fuego medio en una cazuela con un poco de aceite.
Una vez esté el sofrito listo, incorporamos las patatas a la cazuela y las cubrimos con agua. Nosotras hemos añadido también una pastilla de Avecrem (mucho mejor enriquecer que cocer :P). Es recomendable que la cazuela que utilicéis tenga el fondo ancho para que no se nos amontonen las patatas.
Llevamos a ebullición las patatas y luego cocemos a fuego medio durante media hora más o menos hasta que estén blandas y ¡a comer!