Menuda exclusiva pensaréis.
Y lleváis toda la razón.
Entre la publicidad de las tiendas y los blogs y las redes sociales teñidas de rojo y cargadas de corazones a ver a quién se le pasa.
Así que yo me subo a la estela del empaño "sanvalentinero" con esta tarta de queso que lo tiene todo: color y forma.
Y aprovecho para repetir que a mí este día no me gusta.
Que sí, que ya sé que con la que está cayendo cualquier motivo para celebrar es bueno (guardando siempre las distancias, respetando el aforo y el blablabla que sólo cumplimos algunos, los temerosos del condenado virus) pero aún así sigo sin verle la gracia al día en cuestión.
Me reitero cuando digo que me parece un día cruel.
Cuando yo estaba en el instituto era la excusa perfecta para reírse de algunos compañeros. Ahí estaban los graciosos de turno que se dedicaban a mandar cartitas al compañero callado, al que se relacionaba poco con el resto, al que no encajaba en los estándares de belleza.
Que yo no sé dónde le veían la gracia porque ninguno se creyó jamás que aquellas cartas fueran "de verdad" menos aún cuando el tonto de turno estallaba en carcajadas cuando llegaba el momento de repartir en el aula las cartas y flores que se enviaban en secreto.
Desconozco si se sigue con la práctica del envío de cartas y flores por San Valentín en mi instituto. Tampoco sé si se hace esto en otros centros. Se ideó como una forma de contribuir al viaje de estudios, pero a mí siempre me pareció una chapuza de idea y una actividad que daba pie al abuso.
Sin olvidar a quienes no tienen pareja y estarían encantados de encontrar a alguien pero las relaciones se les resisten. Pues no necesitan precisamente este día ni al impertinente de turno preguntando ¿oye y tú cuando te vas a echar novio? y si acompaña la coletilla "es que se te va a pasar el arroz" ya es para darles con la mano abierta.
Y no entro en criticar lo comercial del asunto porque ¿qué no es comercial a estas alturas? navidades, día del padre o la madre, cumpleaños, aniversarios... mires donde mires la intención final es incurrir en el gasto y mover la economía.
Cosa distinta es que te dejes o no arrastrar por la corriente y caigas en la tentación de comprar.
O igual eres sólo de celebrarlo.
O crees que es la excusa ideal para permitiros una escapada. Que no es que sea necesario, pero como en otro momento no ves la ocasión es "vuestro" momento. Porque sí, por tener una excusa. Sin más.
Yo lo veo todo bien.
Respeto al que no le gusta.
Al que le gusta y lo celebra en casa.
Al que lo celebra fuera.
Al que gasta.
Al que no gasta.
Al que critica pero cae en la tentación.
Al que calla y se resigna.
Al que salva la temporada con este día.
Estoy por respetar hasta aquel que está más pendiente de si el de al lado tiene pareja que en buscarse una o estar pendiente de su vida. Y casi lo consigo, pero hoy no ha podido ser.
Vivir y dejar vivir, que así el mundo fluje.
Y para quien quiera celebrarlo aquí va mi propuesta casera, sencilla y deliciosa.
Y un poquito vistosa también, porque este color entra por los ojos.
Y cuando la pruebas estás perdido.
En mi casa con una tarta de queso el éxito está asegurado. Y si encima entra por los ojos ¡dura un suspiro!
La idea de este postre surgió el pasado año en plena pandemia, o casi a las puertas, cuando la vi publicada en una cuenta que sigo.
Rastreé hasta el origen de la receta y me topé con una cuenta en inglés que no conocía pero que me fascinó.
Así que empezó mi labor de rastreo de la receta, traducción, adaptación ¡et voilá! esta es mi versión.
Las recetas que encontré llevaban casi todas una cobertura blanca, la mayoría de nata (crema de leche), de la que he prescindido.
En la elaboración os dejo una cobertura de queso (sí, llueve sobre mojado) que me convence más (no se nota apenas lo poco amiga que soy de la nata montada (crema de leche)) pero que yo no puse porque me gustaba más al natural, para que se viera el color.
Esta tarta de queso cayó en medio de la pandemia para el día de la madre.
Estábamos confinados, nadie salía de casa y nada se podía celebrar, pero eso no era impedimento para disfrutar de un postre rico y bonito ese día que pusiera color a esos días tan grises y tan tristes para todos.
La elección fue todo un acierto.
Recuerdo la cara de sorpresa de Lara al verla, sobre todo el color y la forma.
Son tan fáciles de impresionar, tan pequeñas, que todo les hace ilusión.
He de reconocer que la elección del molde no fue fortuita.
Una que siempre tiene la mente funcionando para traer material a blog pensó que si la hacía en el molde de corazón tendría una receta ideal para San Valentín.
Y aunque ha tenido que aguardar en borradores casi nueve meses ha llegado el momento de que vea la luz y llego a tiempo de traeros una idea sencilla y rica de celebrar (o no) San Valentín el domingo.
Ya os he comentado lo de la cobertura.
Y no sólo he pasado de ella porque me parece innecesario añadir más calorías, por muy bonito que haga el contraste.
He querido enseñar la tarta "a cara lavada" para que veáis que la superficie no se agrieta pero se dora.
Si todas las tartas de queso adquieren durante el horneado un color dorado en la superficie esta no iba a ser diferente.
Pero aquí el dorado torna el color rojo en marrón, como si llevara chocolate en el centro que es lo que pensó mi marido.
Con la cobertura no se hubiera visto, pero a mí me encanta ser clara y contar lo bueno y lo malo de cada postre.
Creo que nunca he abierto el horno con una cheesecake dentro salvo casi al final para agitarla para comprobar el punto de cocción del centro.
Igual se puede tapar para evitar que se dore en exceso sin que acaben saliendo grietas en la superficie. Si alguien lo ha hecho por favor que me lo cuente en los comentarios.
La tarta es bastante cremosa y el vinagre, que se emplea para contar la nata (crema de leche), le da una textura bastante interesante. A mí al menos me ha gustado mucho y espero seguir probando en futuras tartas de queso.
La combinación con las galletas Oreo me encantó y creo que estéticamente queda muy bien. Pero si no os gustan estas galletas podéis usar otras o una base a vuestro gusto con frutos secos, cereales...¡lo que se os ocurra!
Para mí fue la manera perfecta de dar salida a unas cuantas galletas Oreo que eran demasiado peligrosas en el armario y un resto de colorante rojo que no me acuerdo de cuánto llevaba ahí.
Pero esto es cuestión de gustos y de lo que se tenga en casa.
Aunque no soy muy amiga de colorantes, reconozco que tengo debilidad por el rojo y que tengo muchas recetas pendientes con él.
Porque la tarta Red Velvet aún no ha llegado a mi cocina, pero sí en versión tarta de queso ¡si es que no tengo remedio y son mi debilidad!
A ver si este año me pongo las pilas, me centro y voy haciendo recetas que llevan mil en mis pendientes.
Poco más queda que añadir. Espero que la receta de hoy os haya gustado y que no estéis muy empachados de rojo y corazones, que es lo que más se prodiga estos días.
¿Alguien se apunta a un buen trozo?
Ingredientes:
Para la base:
* 20 galletas Oreo
* 25 gramos de mantequilla o margarina
Para el relleno:
* 160 gramos de azúcar
* 250 gramos de nata (crema de leche) para montar (min. 35% m.g.)
* 800 gramos de queso de untar (no light)
* 4 huevos
* 1 cucharadita de vinagre (yo he puesto vinagre de arroz)
* 12 gramos de cacao en polvo
* Una cucharadita de vainilla (opcional)
* Colorante alimentario rojo
Cobertura (opcional)
* 200 gramos de queso de untar
* 85 gramos de azúcar glas
Elaboración:
1. Para preparar la base trituramos las galletas Oreo (con el relleno) hasta dejarlas reducidas a polvo y le añadimos 25 gramos de mantequilla derretida. Mezclamos bien y vertemos dentro de un bol desmoldable. Extendemos por la base y aplastamos con un rodillo, con las manos o con el dorso de una cuchara para dejar nivelada y compactada la base. Reservamos:
2. Para preparar el relleno ponemos en un bol amplio el azúcar, la nata (crema de leche) y el vinagre y mezclamos bien.
3. Añadimos el cacao y vamos poniendo el queso de untar de 200 en 200 gramos y batimos en cada adicción lo justo para integrar.
4. A continuación añadimos los huevos de uno en uno y batimos en cada adicción. No añadimos el siguiente hasta que el anterior no esté integrado.
5. Por último añadimos colorante rojo hasta obtener el tono deseado.
6. Vertemos la mezcla en nuestro molde e introducimos en el horno precalentado a 170º C
7. Horneamos de 60 a 70 minutos o hasta que al agitar el molde veamos que el centro queda un poco tembloroso. Apagamos el horno y dejamos dentro la tarta otros sesenta minutos.
8. Cuando apaguemos el horno pasamos un cuchillo o una espátula por el interior del molde y cerramos rápidamente la puerta.
Así conseguimos que la tarta se suelte de los bordes, se rompe la tensión de la superficie y no se agrieta al bajar.
9. Pasada la hora, sacamos del horno y dejamos enfriar por completo sobre una rejilla. Tapamos con film transparente ¡y al frigorífico!
Si optamos por preparar la cobertura antes de servir mezclamos el queso (frío) con el azúcar, desmoldamos la tarta y cubrimos la superficie.
Ni qué decir tiene que como buena tarta de queso está mejor cuantos más días pasan.
Si no tenéis colorante no pasa nada, siempre podéis prescindir de él porque aparte de tono no aporta nada al postre, aunque hace muy bonito, de eso no cabe duda.
Al menos si os gusta el color rojo tanto como a mí.
Y por supuesto podéis usar el molde que tengáis en casa, no tiene por qué ser de corazón, y convertirlo así en un postre para cualquier celebración.
Esta receta va para el reto 1+/-100, desperdicio 0 de mi amiga Marisa por ser ideal para acabar con un resto de galletas Oreo y por poner fin a mi bote de colorante rojo tal y como os contaba al principio
Celebréis o no San Valentín espero que la receta de hoy os haya gustado.
Y sobre todo espero que sigáis sanos, que ahora mismo es lo más importante.
Me despido de vosotros sin novedades de las peques, que ya es bastante tener cierta normalidad en la época que vivimos.
Nos leemos la semana próxima, mientras tanto gracias por seguir visitando este rinconcito y sed felices.
Manos a la masa y ¡bon appétit!