Hay que ver lo que son las casualidades o mejor dicho, el ponerte manos a la obra con una receta como la de estas rosquillas de anís, elaboradas a la manera artesanal según receta monacal con aromas otoñales y texturas muy cercanas a los polvorones navideños, de las que hay que comerlas, asiéndolas de una mano y resguardando los trozos mordidos con la otra; pués como decía, una vez hechas estas deliciosas rosquillas, se me ocurrió, ante la fragilidad de las mismas, en darles un baño de glaseado, para de esta manera, hacerlas más robustas, finalidad que quedó conseguida e incrementó notablemente el sabor de las mismas. La cuestión, es que no se me ha ocurrido nada nuevo, y de aquí surge la sorpresa, al averiguar días más tarde, tecleando en el buscador la entrada "mantecados glaseados", que algo muy parecido, existe desde tiempo ha, en los llamados Mantecados de Portillo, elaborados en la Comunidad de Castilla-León y considerados un patrimonio gastronómico de estos lares, como no podía ser de otra manera visionando las imágenes de tan suculento manjar.
Mi versión de rosquillas difiere de dichos mantecados en que en su elaboración no intervienen ciertos ingredientes como la manteca de cerdo, la canela o las yemas de huevo. Sea como fuere, tengo que deciros sin conocer el sabor de estas delicias castellano-leonesas y sin menospreciarlas en absoluto, que estas rosquillas de anís glaseadas son también un regalo para nuestro paladar y que desde el primer bocado os evocará a receta conventual y/o navideña.
Espero que las disfruteis tanto como yo, están deliciosas en compañía de un café o un chocolate bien calentito.
Rosquillas de anís
250 ml de aceite de oliva virgen
700 gr de harina tostada
La piel mondada de una mandarina
150 ml de vino blanco de mesa
1 copita de aguardiente
75 gr de azúcar
1 sobre de levadura
50 gr de semillas de lino
1 cucharadita de aroma de almendras
3 cucharadas de mantequilla
1/2 cdita de especies surtidas (Clavo, jengibre, canela, nuez moscada y anís estrellado)
Glaseado de cobertura
330 gr de azúcar glass
2 cucharaditas de zumo de limón
2 claras de huevo
Picamos muy fino la piel mondada de una mandarina.
Machacamos las especias en un mortero hasta dejarlas bien molidas.
Para tostar la harina se extiende sobre una sartén grande y amplia, se lleva al fuego bajo junto a la piel de mandarina picada y vamos removiendo a menudo con una cuchara de madera y cuando empieza a coger un tono dorado y desprender un aroma a tostado (aproximadamente, a los 20-25 minutos), retiramos del fuego y dejamos enfriar. ¡¡Esto ya empieza a oler de maravilla!!
Se disuelven el azúcar, el vino y el aguardiente por un lado, mientras por otro se mezcla la harina tostada con la levadura. Incorporamos el aroma de almendras, la mantequilla, la media cucharadita de especias molidas y las semillas de lino. Después, se amasa a mano todo junto y se añade el aceite.
Una vez conseguida la masa, se toman porciones de 25 ó 30 gramos y se les da forma de morcillitas, que se unirán formando un lazo o formando la rosquilla tradicional, a vuestra elección queda. Pinchamos con un tenedor la parte superior de las mismas.
Precalentamos el horno a 200ºC.
Se van dejando los roscos en la bandeja del horno cubierta con papel de idem, horneándolos a 180ºC. El tiempo de cocción es de unos 15 minutos, pero hay que vigilar por si hay que alargarla o acortarla, no hay que olvidar que la harina se ha puesto ya tostada en la masa, por lo que no conviene sobrehornear. Una vez en su punto dejamos enfríar completamente en la misma bandeja evitando manipularlas en caliente, ya que son sumamente frágiles.
Preparamos mientras tanto el glaseado de cobertura. Para ello, montamos las claras a punto de nieve añadiendo unas gotas de limón hasta conseguir una textura lo más compacta posible.
Sumamos a las claras montadas, el azúcar glass poco a poco añadiendo al mismo tiempo y también poco a poco, el zumo de limón. Nos debe quedar un glaseado espeso, consistente y muy blanco.
Una vez frías las rosquillas, las ponemos sobre una rejilla y las cubrimos con el glaseado y dejamos secar a temperatura ambiente hasta que éste endurezca completamente.
Al comerlas, se notará una textura floja, algo crujiente por el glaseado seco y con un delicioso sabor a especias y anís azucarado.