Ésta semana ha sido diferente para mí. No acostumbro a comer fuera, ya que prefiero cocinar yo lo que como, a mi gusto. Pero éstos días no iba a ponerme en la cocina, cuando en el hotel lo hacen por ti. Siempre he oído que una comida se “valora” según el postre que te tomes. Si el plato principal está bien pero el postre no, te vas con ese mal gusto (que es lo que recordaremos…), pero aunque la comida sea más pobre, si el postre te sorprende… Y durante éstos días he podido probar diferentes postres: unos muy buenos y sencillos como fresas con chocolate (ahora que están en temporada), y otros que ni siquiera me los pude terminar (ni mis compañeros del trabajo tampoco) por su rareza: era como una especie de puding de manzana, con textura de tarta de queso…. :(
Aunque estuviera pendiente de las conferencias a las que asistí (que era lo principal), ha habido tiempo para todo. Sin embargo, después de tan solo dos días, echaba de menos mi casa, mi pareja y mi perro…y también los postres de toda la vida, sin tanta innovación de por medio. Por eso me dispuse a hacer unas rosquillas de anís, como las de las abuelas, y adelantarme un poco a Semana Santa (ya que son muy típicas para ésas fechas).
Su elaboración es sencilla pero que requiere un poco de paciencia y también de rapidez. Puedes pedir a los peques que te ayuden a hacerlas, y así pasar una tarde juntos. Pero primero tendrás que tener todos los ingredientes, que son éstos:
3 huevos
1 sobre de gasificante
1 sobre de levadura química
200 ml de aceite de girasol
200 ml de zumo de naranja
1 copa pequeña de licor de anís
1 puñadito de semillas de anís verde
ralladura de piel de un limón
azúcar
harina
No especifico la cantidad ni de harina ni de azúcar ya que es bastante variable, pero aproximadamente ten a mano 1 kg de harina y medio de azúcar.
Lo primero que se tiene que hacer es hidratar las semillas; para ello añádelas al licor unos 15-20 minutos antes de empezar con la masa.
En un bol amplio, bate los huevos y añade el aceite, el zumo de naranja, la levadura, el gasificante y 200 gr de azúcar. Con las varillas mézclalo bien; verás que se empieza a formar un poco de espuma. Vas por buen camino! La levadura y el gasificante están actuando…. Agrega la piel rallada del limón que le aportará un toque más fresco a la mezcla y por último hay que añadirle el anís con las semillas.
Hasta ahora tienes una especie de sopa dulce, verdad? Pues es cuestión de ir añadiendo harina poco a poco para que coja consistencia. Cuando te sea complicado seguir con las varillas, utiliza las manos! Y aquí suele ser donde los más pequeños disfrutan: eso de ensuciarse las manos les chifla. Sigue añadiendo harina y amasando hasta conseguir una masa que no se pegue a las manos.
Y es momento de empezar a darles forma de aros. Puedes ir haciendo “churritos” que de deben cerrar o bien como hicimos en casa: hacer bolas y luego perforárlas para tener el agujero. No te rompas mucho la cabeza si quedan de distinto tamaño o forma; ésa es la gracia de unas rosquillas caseras. Con la cantidad de masa que tienes, podrás invitar a un montón de gente a probarlas, así que no te sorprendas cuando veas la encimera de la cocina llena de rosquillas!
Lo que viene ahora requiere de precisión y velocidad. Así que si se hace en cadena mucho mejor, pero es hora de apartar a los niños. Hay que freír las rosquillas en abundante aceite de girasol. Y por éso digo que se necesita precisión: hay que estar atentos para darles la vuelta en el momento que se doren un poco (sino ya se habrán pasado y sabrán a tostado!). Tienen que estar el tiempo necesario para dorarse, ni más ni menos. Y al sacarlas hay que “rebozarlas” con azúcar rápidamente para que quede bien cogido (por ésto lo de la velocidad). Ten en cuenta que conforme se vayan pasando rosquillas al azúcar, éste va cogiendo humedad. Así que es mejor tener poquita cantidad al principio e ir añadiendo después. Sino, si quieres usar el mismo, verás que las primeras rosquillas estarán bien rebozadas y las últimas casi no retendrán el azúcar. Que ya me ha pasado a mi más de una vez…. Y en la foto lo puedes comprobar un poco :P
Pero como siempre os digo, no es tan importante el aspecto como el sabor….que no nos dedicamos a ello de manera profesional! Y os garantizo que si habéis conseguido el punto exacto de fritura, éstas rosquillas son suaves de sabor, con muchos matices y con un café, un té o un chocolate de acompañamiento son deliciosas. Que, aunque contengan un poco de licor, los más pequeños de casa también pueden comer, porqué les encantará. Y antes de pagar casi 3€ por cada 300 gr (como vi el otro día en el súper…), no creéis que siempre es mejor (y más barato!) prepararlo nosotros mismos en casa? Que se trata de darle un toque dulce a vuestro día, no de dejarse el dinero en ello! :) Hasta la próxima golos@s!
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