Con el paso del tiempo había hecho de aquel piso su hogar
Lo había ido llenando de sus libros, sus muebles, sus cacharros de cocina
Las paredes pintadas varias veces, desde entonces. Pequeñas obras en la cocina y el baño, un dormitorio nuevo
Y esos pequeños cambios se habían ido llevando, poco a poco, trastos que ya no se utilizaban
Cada vez que en uno de esos arrebatos por deshacerse de cosas inútiles encontraba algo que había sido de su madre lo dejaba apartado al lado de las bolsas de basura y era siempre lo último que metía dentro, para finalmente, tirarlo. Necesitaba hacerse a la idea
Ese día no dejaba de llorar. Iba por la casa con lágrimas que se deslizaban por sus mejillas sin ella darse cuenta. Lloraba por lo inevitable
De las pocas cosas que guardaba de su madre dos eran auténticos tesoros para ella
Unas sábanas bordadas por su abuela y que su madre tenía como una auténtica joya
Ella ya no las usaba. De vez en cuando, por pura nostalgia, las sacaba del armario en el que ya amarilleaban. Se sentaba en la cama con ellas en el regazo, se las acercaba a la cara y con los ojos cerrados aspiraba fuerte creyendo aún oler a su madre
Una aguja de punto. Esa era la segunda cosa que más apreciaba
A su madre siempre se la podía ver haciendo punto. Cualquier momento era bueno para verla rodeada de madejas de colores, enfrascada en algún proyecto para uno de sus hijos, contando puntos y deslizando la lana entre sus dedos
Pero ella guardaba una de aquellas agujas. De color gris y al final una bola de color amarillo
Este objeto no le producía tristeza
Lo tenía en la cocina para pinchar los bizcochos que hacía
Después de cada uso, lo limpiaba con un trapo húmedo y lo volvía a guardar. No dejaba que nadie lo tocara. Puede que nadie supiera que lo tenía
Cada vez que lo usaba le florecía una media sonrisa de nostalgia
Unas sábanas y una aguja de hacer punto
Los recuerdos no necesitan más para florecer
PD Cuento inspirado por Almudena Fernández Dorado
INGREDIENTES
180 g de harina
100 g de azúcar
1 yogur griego
100 g de coco rallado
100 ml de aceite de girasol
4 huevos
1 sobre de levadura
Una pizca de sal
Coco rallado para decorar
Para el relleno
500 g de zanahoria
400 ml de agua
130 g de azúcar
50 g de almendra molida
ELABORACIÓN
Tamizar la harina con la levadura
Separar las yemas de las claras
Batir las yemas con el azúcar
Añadir el yogur
Seguir batiendo
Añadir el coco rallado, el aceite
Batir
Añadir la harina tamizada
Seguir batiendo
Pasar esta masa a un bol
Batir las claras y la pizca de sal a punto de nieve
Añadir las claras a punto de nieve a la masa anterior
Mezclar con una lengüeta con movimientos envolventes
Mezclar hasta que se integre todo
Preparar la cubeta
Pulverizar con spray para desmoldar
Poner un círculo de papel horno
Verter la masa en la cubeta
Menú Horno 40 minutos con válvula + tapa abierta (cerrar tapa e ir abriendo hasta que aparezca el pitorro metálico de la tapa)
Tapa doradora 5 minutos, al gusto
Mientras que se hace la tarta
En una cazuela poner las zanahorias peladas y cortadas a trozos pequeños
Añadir el agua y el azúcar
Cuando estén tiernas reservar el almíbar
Triturar las zanahorias
Añadir la almendra molida
Reservar
Dejar enfriar el bizcocho encima de una rejilla
Para decorar, abrir el bizcocho por la mitad
Empapar el bizcocho con el almíbar
Rellenar con crema de zanahoria
Poner la otra mitad encima
Extender crema de zanahoria por arriba
Espolvorear con coco rallado
Receta adaptada de La dulzura de Mari
Consejos de La Farsa
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