Cuando invitas a alguien a sentarse en tu mesa y quieres cocinar para ellos, los invitas a entrar en tu vida (Maya Angelou).
Me gusta pensar, y así es, que no cocino por deber, que cuando cocino es no sólo para alimentar el cuerpo de mis comensales, sino por gusto, por el placer de disfrutar de lo que preparo con quienes me rodean. De hecho disfruto cuando vienen invitados ya sean parte de la familia o amigos.
Estoy totalmente convencida que cocinar es un acto de amor. Uno de las actividades con las que más disfruto es cuando podemos compartir una buena mesa con nuestros amigos más cercanos. Las mejores reuniones, conversaciones más afectuosas, los ratos más agradables para mí están unidos a una buena comida. Y “Mi Cocina” les puedo asegurar que está lleno de buenos recuerdos y grandes momentos.
Un lugar mágico donde la acción llamada cocinar es en ocasiones momentos repletos de satisfacciones y felicidad; un espacio en el que me veo inmersa en un sinfín de sensaciones mientras preparo la comida, un espacio donde los aromas de mis pucheros, de los potajes, de los refritos se unen al perfume de las especias mientras escucho el trepidar de las patatas, el bullir del “pescaito” o las croquetas en el oro verde malagueño, en el aceite de oliva virgen extra .
Un lugar muy vivido, alegre, luminoso, abierto, lleno de verbos como guisar, hornear, freir, cocinar, calentar.también reir, hablar, escuchar, compartir e incluso soñar.
Un espacio hecho hogar repleto de añoranzas, recuerdos, vivencias que alimentan el espíritu, donde ocurre ésa alquimia en la que los alimentos los convierto en comida y ésta en afecto para mis comensales.
Es mi espacio, “Mi Cocina”, es mi mundo de puertas adentro, es mi territorio, un lugar intimo al que también invito a entrar a través de ésta ventana abierta al mundo que es “Mi Cocina Carmen Rosa” donde se puede ver qué cocino, pueden mirar, oler, animarse a cocinar e incluso conversar y opinar.
Pero mi cocina real no está abierta a cualquiera, se abre para ésas personas que nos llegan al corazón, que solemos invitar por amistad, cariño, complicidad, afinidad; personas que nos aportan aprendizaje, momentos divertidos, consejos y buenos momentos que nos enriquecen la vida.
Y yo, me siento muy afortunada..contamos con buenos amigos a los que nos encanta recibir, para los que cocinar, con los que charlar, reir y pasar horas alrededor de una mesa.
Por desgracia en ésta época que nos ha tocado tristemente vivir por el confinamiento, no podemos reunirnos con quienes nos gustaría..como en ésta última ocasión, hace ya unos meses, con Pablo, Cristina, Jose Carlos e Irene.
Para ellos, preparé una torta tradicional de la Axarquia, la llamada Torta de Vélez.
Hoy recuerdo aquel día, enviándoles nuestro cariño, ánimo y fuerza para superar los duros momentos de la restauración malagueña, gremio al que pertenecen por sus profesiones, grandes chefs y propietarios deLa Antxoeta Art Restaurante y KGB Restaurante ambos de la capital malagueña.
¡¡ Va por vosotros !!
Por cierto, no pude tomar la foto de la torta integra, entera, es totalmente cuadrada, se realiza en un molde de 25 por 15 cmts. aproximadamente.
¿CÓMO LA HICE?
INGREDIENTES:
Un vaso de leche entera, un vaso de aceite de oliva virgen extra (a ser posible malagueño, de Periana. Uso sin filtrar, cuanto más intenso mejor), un vaso de azúcar blanca, una cucharada sopera bien colmada de matalahúva, un sobre de levadura royal (antaño usaban bicarbonato, pero a mi parecer le da amargor a la torta), dos vasos de harina de trigo, almendras crudas peladas (unas quince aproxicamente) y azúcar para espolvorear.
Nota.- Las medidas las tomo con un vaso (del tamaño de los de agua).
LOS PASOS A SEGUIR:
En un cuenco echar la leche y el azúcar, remover bien hasta que ésta se disuelva. Incorporar el aceite de oliva, la matalahúva sin dejar de remover.
Incorporar matizando con un colador, la harina y la levadura, removiendo hasta conseguir una masa suave y totalmente integrados todos los ingredientes.
Nota.- Para potenciar el sabor se puede calentar el aceite, freir en él la matalahúva y dejar templar antes de echarlo en la leche. También en época de limones o naranjas, en el aceite caliente echar unos trozos de cáscaras, bien de naranjas o de limón..le dará un “toque”. Ojo la matalahúva si se echa, las cáscaras de limón o naranja se desechan lógicamente.
Precalentar el horno a 200º C.
Echar la masa en un recipiente para hornear previamente engrasado (suelo hacerlo con aceite de oliva y pan rallado, así no se me pega), meter en el horno, bajando éste a 180º C. (calor arriba y abajo, bandeja en el centro)
Cuando la masa comience a subir, sacar la bandeja del horno. Poner las almendras crudas por la superficie y espolvorear con azúcar toda la torta.
Volver a meter en el horno y dejar hacer hasta que la torta tome un bonito color dorado.
Sacar del horno, dejar enfriar, desmoldar y disfrutar.
¡ Sean felices y recuerden: valoren la amistad, es un tesoro !