Tenía toda la intención de empezar esta entrada hablando de las espinacas, de la cantidad de minerales y vitaminas que nos aportan… de que también es un buen aporte de fibra y de que no van faltas de hierro, que las comía Popeye y por algo sería.
A mi no me gusta ir diciendo por ahí obviedades. Todo esto que os iba a contar lo hemos leído en mil sitios del derecho, del revés y en diagonal.
Pero lo realmente importante aquí es que, a pesar de que las espinacas es de lo mejorcito que podemos comer si queremos llevar una dieta equilibrada, en general, no suelen gustar.
Yo tengo la teoría de que pasa un poco como con la cerveza; la primera vez que la pruebas (ojo, sola. Esconderla en medio vaso de limonada o de gaseosa no cuenta como cerveza) te echa un poco para atrás. Su sabor es amargo, y a las personas nos suelen gustar sabores dulces o salados – esto es algo que he aprendido en el curso de Coursera – pero los amargos suelen indicar que lo que sea que nos hemos puesto en la boca no es apto para el consumo. ¿Y entonces por qué comemos cosas amargas? ¡A esa lección no hemos llegado todavía! ;-)
El gusto se educa. Por eso nos gustan los sabores relacionados con la alimentación del sitio donde hemos crecido. Eso no quiere decir que siempre vayamos a comer lo mismo… si no, me sé de más de uno que a los 40 años se seguiría alimentando de Phoskitos, que nos conocemos… el gusto se educa y evoluciona. Por eso, a fuerza de ir introduciendo nuevos sabores cada vez éstos nos gustan más y ampliamos abanico.
Total, que la teoría de la cerveza by Kuinetes dice que si una persona es capaz de gustarle (¡¡o de gustarle por encima de todas las cosas!!) la cerveza – sola, a pelo, con todo su amargor – a esta misma persona le pueden llegar a gustar las espinacas – solas, a pelo, con todo su amargor – Pero claro, como con la cerveza, hay que ir pasito a pasito. Primero espinacas muy escondidas entre muchas otras cosas, que casi ni se noten, y luego ir sacándolas más a la luz.
La receta de hoy estaría, en una escala del 0 al 10 donde 0 es “espinacas a pelo, sin disfrazar” y 10 es “el plato ha visto las espinacas de paso”, un 3, lo cual no está nada nada mal. Y además os digo que tiene la aprobación de una persona que hace unos meses decía que las espinacas, ni en pintura. Estamos en el buen camino para comer las espinacas a lo Popeye.
Y ahora ya tenemos claro que el contenido de la trenza son básicamente espinacas. Hay más cosas, pero os contaré qué más lleva dentro de poco.
Quería hacer hincapié en la presentación. Igual está mal que lo diga yo misma, pero igual que reconozco cuando algo no me ha salido bien también lo hago cuando sí, pero creo que esta presentación en forma de trenza es muy resultona sobre todo teniendo en cuenta que es muy fácil de hacer.
He preparado una buena colección de fotos del proceso de creación de la trenza. Primero porque de esta manera veréis que es facilísimo hacerla y segundo porque conté con la inestimable ayuda de mi fotógrafo particular, que no siempre está disponible para echarme una mano en estas cosas, y con las manos llenas de harina es complicado que me pueda ir sacando las fotos del proceso. Así que hoy que las tenemos, vamos a aprovecharlas! :)
Ingredientes (para 4 personas)
Una plancha de hojaldre del tamaño de una bandeja de horno (¡recordad que siguiendo esta receta os lo podéis hacer casero!)
Media cebolla
500 grs. de espinacas
300 grs. de jamón york en lonchas
2 huevos hervidos
1 huevo crudo (para pintar la trenza)
aceite, sal y pimienta
Preparación
1. Estiramos la plancha de hojaldre y la ponemos sobre una bandeja de horno con papel sulfurizado. No hace falta añadir engrasado, de hecho es mejor no añadir más aceite, porque el propio hojaldre ya liberará parte de su grasa, evitará que se pegue y no queremos que nos quede excesivamente aceitoso.
2. Picamos la cebolla muy fina y la doramos un poco en la sartén con unas gotitas de aceite. En esa misma sartén añadimos luego las espinacas con una pizca de sal y pimienta. Las coceremos unos minutos, lo justo para que pierdan el agua.
3. Cortamos los huevos hervidos y los mezclamos con las espinacas. Con esto tendremos hecho el relleno que, como véis es muy sencillo. En realidad no necesita mucho más puesto que también está el jamón york, pero si queréis se pueden añadir un puñadito de piñones y/o de pasas. Si añadimos más pasas, tendremos que rectificar de sal porque nos pueden dejar un sabor algo más dulce que si no las ponemos . Como siempre, el secreto está en ir probando cómo vamos de sabor.
4. Precalentamos el horno a 200 grados.
5. Estamos en el momento de cortar el hojaldre con la forma con la que podremos hacer después una trenza. Nos fijamos en la foto que hay a continuación y se trata de seguir la misma forma: con tiras diagonales a lado y lado, a lo largo del hojaldre, y dejando una tercera parte central sin cortar
6. Ponemos en medio las lonchas de jamón york y justo encima el relleno de espinacas.
7. Cerramos el jamón york por arriba
8. Ahora es el momento de hacer la trenza: vamos llevando al centro las tiras de hojaldre, primero un lado y luego el otro. Siempre poniendo la punta de cada tira sobre la anterior, de esta manera simulamos una trenza.
9. Pintamos por encima con el huevo batido y lo llevamos al horno durante 30 minutos, que veremos que el hojaldre está bien hecho y dorado por encima.
Esta es la típica receta que nos podrían haber hecho nuestras madres de pequeños para que nos comiéramos las espinacas. De hecho no me sorprendería si alguien me dijera que su madre se la hacía. Mentras la preparaba me recordaba totalmente a los platos que preparan las madres a los niños para hacer los platos más divertidos y que “entren” mejor.
¿Qué os parece? ¿Conocíais esta manera de presentar el hojaldre?
º0º