La naranja es una fruta que nos resulta tan cotidiana y rica que, sin embargo, no siempre ha estado presente en nuestra mesa.
La mayoría de los historiadores coinciden, en que la naranja llegó al occidente de Europa a través del mundo árabe en la Edad Media. Algunos estudiosos se atreven a señalar que ya era conocida por los romanos como fruta en silvestre, o que incluso, llegó a ser cultivada y apreciada en la Roma antigua.
Sustentar esta hipótesis requiere de alguna prueba, y normalmente se alude a la leyenda mitológica del Jardín de las Hespérides, donde se cree que Hércules habría robado la manzana de oro, que podrían hacer referencia a la naranja amarga.
En España, el naranjo amargo cuenta con una amplia tradición en los jardines botánicos, y especialmente entre los aficionados a los cítricos y sus esencias, como el azahar, la flora del naranjo, tan apreciada en perfumería.
El médico y botánico musulmán afincado en Toledo, Ibn al Wafid, llegaría a plantar en la huerta del Rey de Toledo, a mitad de camino entre los palacios de Galiana y el río Tajo, fecundos naranjos, que trataba de aclimatar para obtener el tan deseado fruto.
La naranja, especialmente la agria, lleva presente en la gastronomía europea desde tiempo inmemorables, encontrando referencias escritas en el siglo XIV.
El Llibre de Sent Soví, un recetario de cocina medieval escrito en catalán, recoge algunas recetas con faisán y pavos reales, que formaban parte de las grandes mesas cortesanas, y que se aderezaban con naranja.
Tuvimos que esperar hasta el siglo XVI, para que los intrépidos marinos portugueses arribaran en nuestras costas cargados con nuevos cítricos de sabor mucho más dulce y rico.
Los libros de historia son testigos impertérritos de como los primeros colonos españoles llevaron en 1568 la naranja a México Tropical y la zona del Yucatán, extendiéndose posteriormente por todo el Caribe.
Pronto surgirían los primeros postres aprovechando el sabor de esta fruta que presenta además, como todo el mundo sabe, grandes propiedades nutricionales.
Cómo hacer un bizcocho de naranja en Thermomix
Probablemente, el primer bizcocho de naranja conocida sea el portocalopita, como sospecharás, de origen griego.
Es una deformación de la palabra portuguesa portokali, por lo que no cabe duda, de que los portugueses tienen el mérito de haber descubierto este manjar a Europa.
Algo parecido vamos a hacer con nuestra Thermomix, aunque partiendo de la base de un bizcocho clásico, ya que el bizcocho de naranja griego se aleja un poco de lo que conocemos tradicionalmente, pues hace uso de la masa filo.
Es una receta sencilla, rápida y económica, que promete alegrar desayunos y meriendas. ¡Te cuento paso a paso como hacerlo!
Ingredientes:
Naranja Sevilla Amarga o Málaga amarga 1 unidad
Azúcar blanquilla 200 g.
Huevos M 3 unidades
Aceite de girasol 100 g.
Yogur griego natural 125 g.
Harina floja 250 g.
Levadura Royal 16 g.
Una pizca de sal
Elaboración:
Podríamos emplear alguna variedad dulce, aunque personalmente me gusta el contraste de una naranja amarga con el dulzor propio del azúcar, logrando más matices y con un ello un bocado más delicioso. Pelaremos y rallaremos la piel de la naranja, retirando el albedo de la misma, es decir, la parte blanca, que aunque también sea amarga, no nos interesa.
Pondremos en un vaso el azúcar, la naranja troceada y los huevos. Programaremos a 37º, velocidad 5 durante 3 minutos. Posteriormente, añadiremos por el bocal el aceite junto al yogur, preferiblemente griego, ya que son más cremosos. Mezclaremos a velocidad 2 y medio durante 15 segundos, obteniendo una mezcla perfectamente homogénea.
Incorporaremos la harina, la levadura y una pizca de sal, mezclando a velocidad 3 durante 15 segundos. Trataremos de asegurarnos que la masa no ha quedado esparcida por la parte alta de la pared, empujándola hacia abajo con una lengua. Eso sí, siempre con la precaución de apagar la máquina antes. Obtendremos la típica textura de bizcocho.
Engrasaremos y enharinaremos un molde de 22 cm. aproximadamente, y verteremos la mezcla. Hornearemos a 180º, con calor arriba y abajo, durante 30 minutos, colocando el bizcocho a una altura media sobre una rejilla. Transcurrido el tiempo, comprobaremos con un palillo que se ha cocido, y lo desmoldaremos sobre una rejilla, para que se enfríe correctamente.
Es una receta que admite diversas decoraciones, algunas que potenciarán su impacto visual, y por supuesto, su sabor. Se me ocurre que podría quedar cubierto por rodajas de naranja confitadas, que además resultan muy sencillas de elaborar en nuestra Thermomix. Tan solo necesitaremos: 2 naranjas, 300 g. de agua mineral y 250 g. de azúcar blanquilla.
Lavaremos muy bien las naranjas, las cortaremos en rodajas de 5 mm. aproximadamente y las dispondremos en el cestillo. Verteremos en el vaso el azúcar seguida del agua, y posteriormente introduciremos el cestillo con las naranjas. Programaremos función Varoma, velocidad 4, durante unos 30 minutos. Lleva su tiempo, pero el resultado bien merece la pena.
Sacaremos el cestillo del vaso y dejaremos reposar nuestra naranja durante unos 15 minutos, aproximadamente. De nuevo, volveremos a introducir el cestillo con las rodajas dentro, y programaremos función Varoma, a velocidad 4, durante 30 minutos. Finalizado el programa, rescataremos con cuidado las rodajas, y las dejaremos escurrir sobre una rejilla.
Ahora podemos utilizarlas para decorar nuestro bizcocho. Ve poniéndolas una tras otra, solapándolas, como si de una tarta de manzana se tratase. Un bizcocho llamativo, rico y que podemos hacer aún más saludable si sustituimos el azúcar de la masa por algún tipo de edulcorante artificial (la mayoría de nutricionistas consideran que posiblemente uno de los mejores sea el Eritritol), en las mismas proporciones que nos indique el fabricante.
¡Qué aproveche!
Puedes ver la receta así como otras muchas recetas hechas con Thermomix, así como consejos para sacarle el maximo partido, en la web de Cocina Thermomix.