Si bien aprovecho cada vez que voy al Principado para comerlas, nada mejor que esta receta de casadielles fritos de la abuela para disfrutar de ellos en cualquier ocasión y más ricas que las que se venden en las tiendas. Pero, como siempre, dejadme contaros un poco más sobre ellas.
Nuestra geografía nacional está salpicada por un incontable número de dulcerías representativas de cada región.
Pese a la notoria influencia de la repostería francesa, ya entrados en el siglo XIX, hemos logrado conformar un repertorio de dulces con identidad.
Las masas hojaldradas, erróneamente atribuidas a los franceses, son un legado del mundo árabe que tuvimos a bien conservar. Las casadiellas, típicas de Asturias, son un claro ejemplo de ello.
Este canuto de hojaldre, relleno de una pasta de anís, nueces y azúcar, solía prepararse con motivo de la Pascua, el Carnaval o las fiestas locales de los pueblos, aunque en la actualidad suele estar disponible durante todo el año.
La importancia de la gastronomía asturiana está fuera de todo duda, siendo las casadiellas uno de sus máximos exponentes, pero dentro de la misma nos podemos encontrar maravillas como la archifamosa fabada asturiana o las increíbles fabes con almejas.
Cómo hacer casidiellas fritas asturianas de la abuela
No existe, sin embargo, una manera canónica de hacer los casadielles, pero sí es cierto, que no difieren mucho unos de otros.
Así, lo habitual es encontrar una masa de trigo, que se mezcla con alguna grasa, antiguamente sobre todo manteca, y ahora aceite, mantequilla o una mezcla de todas.
Del mismo modo, el relleno puede variar, sustituyendo el anís por vino blanco, o las nueces por avellanas e, incluso, el azúcar por la miel.
Tradicionalmente, se han hecho fritas, no obstante, no es raro encontrarlas terminadas al horno. Es una receta que pone en valor los ingredientes humildes y sencillos, elevándolos y convirtiéndolos en un delicioso bocado.
Por mi parte, perseverando en la idea de rescatar las recetas de antaño, voy a armar unas casadielles clásicas, con una masa quebrada a base de manteca de cerdo, y un relleno con ese perfume embriagador a anís.
Por supuesto, optaré por freírlas en un aceite de baja acidez, previamente aromatizado.
Acompáñame y verás qué fácil resulta cocinar esta masa frita rellena.
Ingredientes:
Harina floja de repostería 200 g.
Vino blanco 70 ml.
Aceite de oliva 30 ml.
Mantequilla 30 g.
Manteca de cerdo 20 g.
Huevo M 1 unidad
Levadura Royal 6 g.
Sal 5 g.
Piel de naranja 1 unidad
Piel de limón 1 unidad
Canela en rama 1 unidad
Nueces (relleno) 150 g.
Azúcar blanquilla (relleno) 50 g.
Anís dulce (relleno) 25 ml.
Agua mineral (relleno) 20 ml.
Elaboración:
La técnica de aromatizar el aceite de fritura es bastante recurrente en los dulces fritos. Añadiremos una cantidad suficiente de aceite de oliva virgen extra con baja acidez en una parisién o, si no disponemos de una, una sartén honda. Con 500 ml. será más que suficiente. Introduciremos la piel de un limón, de una naranja y la rama de canela. Colocaremos el fuego al máximo, y tras alcanzar el aceite los 160 °C como mucho, lo apagaremos.
Dejaremos que se atempere mientras nos ponemos manos a la masa con los canutillos. El relleno no podría ser más sencillo. Tan solo tendremos que machacar las nueces peladas en un mortero, sin que estas queden hechas harina. Hay que buscar un punto intermedio, donde los trozos sean visibles, pero tampoco demasiado grandes, ni tampoco queden hechos polvo.
Cambiaremos las nueces a un bol y agregaremos el azúcar blanquilla a la par que el anís dulce. Seguidamente, incorporaremos el agua, al mismo tiempo que vamos mezclando todo con una lengua, hasta formar una masa consistente y compacta. La consistencia deseada debe permitirnos bolear la mezcla, sin que esta quede muy líquida o demasiado dura. Recuerda que es un relleno.
En un bol verteremos el vino, el aceite y la sal. Batiremos enérgicamente con unas varillas hasta conseguir una emulsión. A continuación, iremos incorporando los ingredientes en el siguiente orden: la levadura química, la mantequilla fundida fría, la yema de un huevo y la manteca de cerdo, preferiblemente ibérica. Volveremos a batir hasta homogeneizar la mezcla.
Con ayuda de un cedazo o colador, tamizaremos la harina sobre los líquidos, y con la otra mano, iremos removiendo al unísono. Cuando tengamos integrada toda la harina, amasaremos mediante la técnica de amasado duro, que es ideal para masas de baja hidratación como esta. Tras trabajarla 10 o 15 minutos, deberíamos obtener una masa de textura suave.
Finalmente, la bolearemos y taparemos con un trapo de algodón limpio ligeramente humedecido, dejándola reposar a temperatura ambiente al menos una hora. Transcurrido el tiempo, la estiraremos con un rodillo, y la plegaremos sobre sí misma tres veces, procedimiento gracias al cual emularemos con cierta precisión el hojaldrado, resultando mucho más sencillo.
De nuevo, la devolveremos al bol y la dejaremos reposar 1 hora. Estiraremos la masa con el rodillo, formando una lámina de 2 o 3 mm aproximadamente. Valiéndonos de una rasqueta o cuchillo, la dividiremos en cuadrados exactamente iguales, de unos 15 cm de lado. Cogeremos una cucharilla, y cargaremos relleno, una cantidad equivalente a la misma bien colmada.
Extenderemos la masa a lo largo del cuadrado, evitando que llegue a tocar los extremos, o de otro modo le relleno podría llegar a escaparse en la fritura. Ahora, enrollaremos la masa sobre sí misma, envolviendo el relleno. Aplanaremos un poco con la mano, ya que su forma no es completamente cilíndrica. Como si de unas empanadillas se tratase, correaremos los bordes.
Con esta cantidad, nos saldrán unos 8 u 10 casadielles. Una vez hemos agotado toda la masa y relleno, solo nos quedaría freír. Sacaremos del aceite los aromatizantes, y lo colaremos a fuego medio, hasta alcanzar una temperatura óptima de 180 °C. Iremos friendo en tandas pequeñas todos los canutillos, sin perder de vista la temperatura del aceite.
Lo lógico, es que salieran a flote, por lo que con una espumadera o araña, podríamos empujarlos hacia el fondo. Asimismo, es conveniente introducirlos con la parte donde ha sellado hacia abajo, garantizando así que no escape el relleno. De ser preciso, les daremos la vuelta, y sacaremos cuando hayamos logrado un precioso color dorado.
Como siempre, los iremos sacando a una fuente amplia, en la que con anterioridad habremos colocado papel absorbente. Sin demora, los rebozaremos por azúcar blanquilla, cuando aun conserven la temperatura, pues frías ya no tomarían el azúcar. Es el momento de aguardar a que se enfríen y disfrutar de esta maravilla gastronómica que nos regala Asturias.
¡Qué aproveche!
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