Esta receta es todo un espectáculo en muchos sentidos. Tiene vistosidad, tiene textura, tiene fantasía, tiene muchas virtudes nutritivas y, sobre todo, tiene el don de sorprender al ojo y al paladar. Una crema de coliflor morada es un plato que nos puede servir de entrante, lo podemos servir en vasitos como aperitivo elegante, como primer plato o como cena ligera para entonar estómagos en tiempos de temperaturas mínimas. Un abanico de posibilidades gigante, como veis.
La coliflor morada consiste en plantar las semillas de coliflor y de lombarda juntas. El resultado final tiene el aspecto de una coliflor convencional pero absorbe el bonito color morado de la lombarda. Si tenéis ocasión de haceros con una, no lo dudéis. Merece la pena probarla, fantasear con ella, darle el uso que más os plazca.
Yo aquí he realizado una crema aromatizada con curry, hierbabuena, ajo... pero tanto los añadidos como el plato a elegir queda íntegramente a vuestra elección. Una coliflor morada gratinada en el horno, salteada, un cuscus de coliflor, como acompañamiento de pescado al vapor, en vinagreta... Dejaos llevar por la imaginación para sacarle el máximo rendimiento. Os lo agradecerá.
Y ya si encima, dentro de mi locura gastro-cinéfila, os inspira Woody Allen con su entrañable y maravillosa "La Rosa Púrpura del Cairo" pues mejor que mejor. Así que vamos a sumergirnos en el "cine dentro del cine", en la cocina dentro de la cocina, en una última cine-receta para terminar el año con positivismo, colorismo, risas y una crema espectacular. ¡Mandiles arriba!
INGREDIENTES (4-6 personas)
700 grs de coliflor morada
800 grs de caldo de verduras (o agua)
2 puerros (sólo la parte blanca)
2 dientes de ajo
1 cda de curry de Madrás
200 ml de nata (crema de leche) para cocinar
40 grs de Aceite de Oliva
20 grs de mantequilla
Sal y pimienta
Hierbabuena o menta fresca
Tiempo: 40 minutos
Película comparada: "La rosa púrpura del Cairo" (Woody Allen, 1985)
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Elaboración
En una olla amplia calentamos la mantequilla con el aceite - y así evitar que se queme -. Añadimos el puerro bien limpio y troceado y los dientes de ajo picados y sofreímos unos 5-7 minutos.
Incorporamos los ramilletes de coliflor morada - nos guardaremos un par de ellos para el crujiente -, el curry y salteamos brevemente para que cojan un poco de color. Enseguida vertemos el caldo de verduras o el agua. Salpimentamos al gusto, o sea, al tuyo.
Llevamos a ebullición y cuando rompa el hervor bajamos el fuego y dejamos cocinar todo durante 30-35 minutos. O hasta que la verdura quede tierna-tierna.
Dejamos que enfríe ligeramente y trituramos todo. NOTA: Lo podemos pasar luego por un colador chino para obtener una crema aún más fina si cabe.
Volvemos a calentarlo en la olla y añadimos la nata (crema de leche). Cocinamos unos 5 minutos removiendo bien para que se integre con la crema.
Rallamos los ramilletes de coliflor morada reservados hasta tener una especie de "tierra".
Servimos enseguida en cuencos individuales y espolvoreamos la coliflor rallada y unas hojas frescas de menta o hierbabuena. ¡Que aproveche, hitchcookian@s!
Película ideal para degustar este plato
THE PURPLE ROSE OF CAIRO
("La rosa púrpura del Cairo" - Woody Allen, 1985)
Tenía ganas extremas de acabar el año cine-culinario con una obra que supusiese mucho para mí. No realizo las suficientes comparaciones con el genio Allen, para lo que su pluma significa para mi mente y destreza, así que hoy le pongo remedio a esta escasez. Que es hora...
Cuando realicé este plato, el color púrpura dominante enseguida me llevó a pensar en mundos de fantasía. Y creo que no hay universo más ficticio que el cine en sí mismo. El cine como divertimento, como ventana para nosotros - espectadores y voyeurs - que nos hace vivir experiencias y aventuras ajenas como propias. Fue entonces cuando mi cabeza alocada se poso en las virtudes de "La rosa púrpura del Cairo", una de mis obras favoritas del director-guionista judío y todo un homenaje al séptimo arte en todo su esplendor.
Asentemos al genio...
En los años 80, Woody Allen estaba más que consagrado en el panorama internacional y ya atesoraba éxitos de crítica y público (tanto en teatro como en cine), amén de un puñado de Oscars con su memorable "Annie Hall". A mitad de la década se encontraba en la cima de la madurez de su carrera. Atrás quedaban los desternillantes años 70 (con películas del corte de "El dormilón", "Bananas", "Todo lo que quiso saber sobre el sexo" o "La última noche de Boris Grushenko") y empezaba una nueva era donde reinterpretaría el código de la comedia, basada en afilados diálogos e historias universales vistas desde una perspectiva neurótica y cotidiana. Obras como "Manhattan", "Zelig", "Interiores" o "Broadway Danny Rose" empezaban a mostrar una nueva inquietud en el cineasta, donde el amor, el sexo y las relaciones humanas eran su gran seña.
En 1985, año de "La rosa púrpura del Cairo" abarca un concepto de "meta-lenguaje" haciendo ya no una película dentro de una película, sino una película de una película que sale de la pantalla. Una metáfora abrumadora de cómo nos evadimos en el cine de la realidad, y cómo esos dos mundos confluyen en una historia de amor más allá de cualquier código narrativo.
En tiempos de la Gran Depresión una camarera (Cecilia - Mia Farrow) escapa una y otra vez de su anodina vida laboral y sentimental viendo una película exótica en un cine de Nueva Jersey. Pero un día uno de los personajes de la obra proyectada, "escapa" de la pantalla para vivir la gran aventura de la "realidad". Un detonante mágico, irreal, desconcertante, disparatado y tremendamente imaginativo, que nos habla de ese mundo de ilusiones que es el cine, y cómo, de vez en cuando, se materializa, haciéndonos partícipes protagonistas de su propio argumento. Una metáfora de vivir el sueño...
Nuestra cine-receta
Más allá del claro tono colorista que predomina en el plato, y que le asemeja al título que da vida tanto a la obra de Allen como a la obra que Cecilia ve sin descanso en el cine, nos encontramos con que "la rosa púrpura" es la protagonista total, el motor de la historia y del cocinado. Cecilia o nuestra crema de coliflor, se erigen como esos seres extraños, inocentes, frágiles y entusiastas en un mundo gris. Donde colocan su nota de color ante un futuro descorazonador.
El púrpura se nos antoja como ese guiño a los personajes perdedores en tiempos de crisis que vencen gracias a su esperanza vital. O cómo una coliflor morada que podría perfectamente acabar siendo una guarnición colorista, termina por hacerse dueña de un plato, imponer su voluntad, su personalidad, y satisfacer al paladar más crítico.
Pues Cecilia es una pobre desgraciada, vilipendiada por un marido vago (Danny Aiello), que vive encorsetada en un manojo de ramilletes: compacto, inmóvil, apesadumbrado... Poco a poco su obsesión/pasión por ir al cine, va haciendo que se suelte y que fantasee con el amor de un personaje ficticio, el protagonista de "La rosa púrpura del Cairo" (Jeff Daniels).
Y de pronto el sueño se hace incomprensiblemente realidad, y el muro se rompe para dar salida a un hombre irreal. El cocinado de su amor comienza, y empieza a borbotear ese mensaje "alleniano" de reflexionar sobre la fantasía, superar miedos, y cómo las relaciones humanas van más allá de lo meramente real. En nuestra olla Cecilia (o la coliflor morada) empieza a ablandarse, a coger otras texturas y fragancias (entre ellas el curry, condimento exótico en homenaje al Cairo de la película), a dejarse llevar por esa nueva ilusión que le ha traído la vida.
A medida que el proceso o el romance avanza, la apocada Cecilia va descubriendo que su realidad puede ser algo más, que merece ser algo más. Nadie podía pensar que al comienzo esa extraña coliflor morada, acabase siendo triturada (como una metáfora de su terrible matrimonio, de los abusos de los productores, de la vanidad del "verdadero" actor) hasta convertirse en una soñadora y esperanzadora crema fina, que destacase por su vivo color púrpura, por su sueño de una vida mejor. Una vida que sólo consigue gracias a vivir una mentira. Y eso, amigos, es la magia del cine: fugarnos de lo cotidiano, soñar despiertos, viajar sin movernos, disfrutar de lo irreal...
La hierbabuena acaba sobresaliendo de un final agridulce como un destello de verde esperanza, pues la vida de Cecilia nunca volverá a ser la misma. Hay brotes de un nuevo futuro para ella...
"La rosa púrpura del Cairo" es una pequeña gran joya de Woody Allen, donde se deja ver esa pasión deliciosa por los mundos oníricos, que tanto han protagonizado su cine. Es una película bella, sencilla pero con un trasfondo profundo y reflexivo, cómica, romántica, y perfectamente ambientada en los años 30 americanos. Esta suerte de "caverna de Platón" es una cima en su carrera (a mi modo de ver) y una obra significativa para las que vendrían posteriormente. Nuestra crema de coliflor trata de homenajear ese destello de su genio, trasladando a la cocina su "rosa púrpura".
Y mientras tanto, seguiremos soñando con el cine... A dos carrillos.