Vaya por delante, que a mí la gelatina no me gusta como postre. Me encanta ver sus colores, pero si me ponen una montañita de esa danzarina preparación, paso el plato sin miramientos.
Y reconozco que veo preciosidades en libros y vídeos, puras obras de arte, con mil formas y combinaciones increíbles formando pétalos y flores de lo más ornamentales, pero tiene una textura que no puedo con ella.
Otra cosa es, si se mezcla con zumos o lácteos en vez de agua, ahí ya no le hago ascos, de hecho la última vez que hice las NARANJAS, creo que me las comí casi todas yo solita, una tras otra y sin reparos en preguntar si alguien quería.
De vez en cuando, copio las conductas que no apruebo en casa, por si recogen la indirecta.
En realidad el dulce de hoy, no lleva zumo, sino la manzana cocida, vamos, lo que es toda la pulpa y sabor. Eso si, elegí unas que no eran ácidas, para que quedara un verdadero Dulce.
Hace tiempo que lo vi en el blog de Pamela { RESCATANDO RECETAS }y que se me antojó hacerlo. Vale, he tardado un poco, pero es que la lista de pendientes es taaannnn larga, que siempre digo que necesitaré siete vidas como mi gato, para poder llevarla a cabo.
Pasaros por el blog de Pamela, es un encanto de persona y nos enseña unas recetas buenísimas desde el otro lado del charco.
Es una receta libre de azúcar, y está dulce. Con un poco de imaginación se puede combinar con diferentes preparaciones en la cocina. De momento la he probado como acompañante de queso, yogur casero, galletas y magdalenas; y en todos ellos se ha portado como un campeón.
Creo que es una opción estupenda para las personas que no pueden, o evitan tomar azúcar. En definitiva, un agradable y suave bocado para finalizar la comida.
Pamela le añade gelatina de sobre sabor limón, pero al ver en el super la variedad que había, todas llevaban azúcar, menos las hojas de gelatina, también llamadas cola de pescado, que son pura proteína colágena. Así que varié ésto de la receta original. La textura es como la del Dulce de Membrillo. Salvando las distancias de sabor, claro. La textura espesa que le confiere el azúcar al membrillo, se la sustituimos por la gelatina.
Ya se me ocurre que podemos hacer este tipo de Dulce, con distintas frutas o combinando algunas entre sí. Así, que a medida que practique con los experimentos, os iré informando.
Y ahora, vamos al lío.
Lavamos bien las manzanas, descorazonamos y pelamos.
Envolvemos las manzanas en papel film para que no se oxide. Al no llevar ningún tipo de azúcar o edulcorante, no quise bañarlas en zumo de limón para no restar dulzor natural.
Ponemos un caldero con litro y medio de agua y cocemos las pieles con los corazones durante media hora.
Pasado este tiempo, colamos el líquido resultante, que habrá reducido. Lo pesé y era un litro justo.
Picamos las manzanas en trozos pequeños {pesaban medio kilo } y le añadimos la ralladura de naranja y el palo de canela.
Llevamos nuevamente a hervir el líquido colado junto a las troceadas manzanas y dejamos cocer durante media hora, hasta que estén blandas.
Cuando veamos que le falta poco a las manzanas, ponemos a hidratar las hojas de gelatina, siguiendo las indicaciones del fabricante.
Una vez hidratada la gelatina, escurrimos bien.
Retiramos el líquido de las manzanas y la rama de canela, y batimos las manzanas junto a la gelatina.
Este batido, lo repartimos en moldes y dejamos enfriar.
Llevamos a la nevera para que cuaje bien, mejor de un día para otro, bien tapado para que no absorba olores.
Los moldes donde los hago, son de silicona, el material más cómodo para desmoldarlo. Si utilizas cristal o algún recipiente metálico, es mejor forrarlo con papel plástico o de horno, para poder sacarlo con facilidad.
El queso de acompañamiento es un Majorero Artesano de cabra, Curación media, que me vuelve loca.
Y eso es todo amigos, hasta la semana que viene. Sean felices o al menos inténtenlo.