Debo admitir que últimamente me están cambiando (bastante) los gustos.
Por ejemplo, llevaba años sin probar los aguacates; cuando los descubrí, me entusiasmaron tanto que los comía todas las semanas. Los añadía a todo. Y nunca faltaban en mis ensaladas. Pero igual que los devoraba, los comencé a aborrecer. De un día para otro, me empezaron a dar un ascazo horroroso. Y no volví a catar ni un pedacito. Pasaron los meses, pasaron un par de años, o más, (cada vez calculo peor el tiempo, será que me hago vieja) y decidí animarme a añadirlo al dulce. En lo primero: en el relleno de unos macarons. Y me agradó mucho el sabor que resultó. Así pues, ya rota la veda, ¿por qué no seguir probando? Me animé a agregarlo a la masa de los bizcochos (como en este pound cake de aguacate). Y, después, a la de las galletas (como en estas cookies con chips de chocolate). Y, ahora, hoy sin ir más lejos, a unos brownies de los que tendréis noticias próximamente. Y, aviso, seguiré probando muchas otras combinaciones.
Después de esta dilatada chapa, seguro que os preguntaréis qué tienen que ver la receta de hoy y el aguacate (porque NO lleva aguacate -aún no me he reconciliado con él como ingrediente en platos salados-). Toda esta parrafada viene a cuento de que con la quinoa me ha pasado algo similar...
Desde que se puso tan de moda, le cogí bastante manía. "No me gusta", decía. Le sacaba un sabor que no me acababa de entusiasmar. Y solo pensar en que ni siquiera se la puede llamar "cereal", sino "pseudocereal", me daba yuyu. Pero, poco a poco, volví a introducirla en mi alimentación. Empecé a comerla mezclada con arroz integral. Así de simple. Y ahora me priva. Sobre todo para elaborar ensaladas y para mezclar con verduras. A lo mejor os suena a sacrilegio, pero para estos fines la prefiero por delante del arroz. Y es que para el arroz soy muy "especialita": me gusta duro y suelto, y cuando lo he cocinado con verdura, siempre me ha quedado blandurrio y apelmazado. Y con la quinoa no me pasa nada de esto (tenéis en el blog mi receta de quinoa con verduras, por si queréis echarle un vistazo). Cierto que el arroz tiene mejor sabor (para qué engañarnos), pero la quinoa me parece la mar de práctica y, además, tiene la ventaja de que la puedo dejar hecha la noche anterior sin miedo a que al día siguiente se pase o apelmace.
Es decir, que me declaro fan de de este "pseudocereal" (¿alguien me puede explicar lo que significa el palabro?) y os aseguro que seguiré haciendo otras recetas con él. Pero de momento, vamos con la de esta ensalada, que viene muy bien para esta época (terrible y espantosa) que nos acecha, el verano y su calor infernal (ya empiezo a estar de mal humor y no ha empezado...)
Bajo mi punto de vista, me parece una mezcla bastante original. Nunca antes había utilizado la manzana carameliza para una ensalada, y resulta que aporta un sabor muy bueno a todo el conjunto. De hecho, creo que si no la hubiera añadido, habría pensado: "a este plato le falta algo..." Por último, como frutas secas, le he agregado unos arándanos deshidratados y unos dátiles.
Espero que os guste tanto como a mí. ;)
Ensalada de quinoa con manzana caramelizada y frutas secas:
INGREDIENTES (para 3 personas):
200g de quinoa
500g de agua, aproximadamente
sal
1 manzana Golden grandota
1 cucharada de mantequilla
2 cucharadas de azúcar moreno
1/4 de cucharadita de canela
1 clavo molido
1 cucharadita de vinagre de Jerez
50g de almendras tostadas y saladas, troceadas
100g de dátiles, deshuesados y cortados en rodajas
20g de arándanos deshidratados
semillas de sésamo
aceite de oliva virgen extra
PREPARACIÓN
Calentamos un poco de aceite de oliva virgen extra en el fondo de una cazuela, y añadimos la quinoa. La sofreímos unos 2 minutos para que tome un poco de sabor. A continuación, vertemos el agua, salamos y cocemos nuestra quinoa de acuerdo a las indicaciones del envase (la mía, 15 minutos). Una vez cocida, cuando haya absorbido todo el líquido, la dejamos enfriar en un bol, y continuamos con el resto de la elaboración.
Lavamos y descorazonamos la manzana. La cortamos (con la piel) en dados de 1cm y medio. Calentamos la mantequilla en una sartén y, cuando empiece a fundir, añadimos la manzana. Rehogamos hasta que la fruta empiece a ablandarse. En este momento, añadimos el azúcar, la canela, el clavo molido y el vinagre, y calentamos hasta que caramelice. Cuando la manzana esté blandita, la retiramos de la sartén y la dejamos enfriar.
Por otro lado, mezclamos la quinoa con las almendras troceadas, los dátiles y los arándanos. Aliñamos con un buen aceite de oliva virgen extra, colocamos por encima la manzana caramelizada (fría o tibia) y, por último, espolvoreamos con sésamo tostado.
¡¡Un besazo!!