Inevitablemente el lunes ha llegado y, aunque muchos estéis de vacaciones, otros muchos no…otra vez a mirar el reloj, obligaciones y sueño. Por eso hoy traemos una receta muy, muy fácil, que se hace en un momento y que puede servirnos de plato único…y es que tiene trampa. En este plato encontramos hidratos de carbono, proteínas y verdura… ¿dónde? Esa es la trampa, esta ensalada de verano es de patata, pero también de calabacín que pasa desapercibido para los más pequeños o para quien no es muy amigo de las verduras… no sé qué de alimentos he comido en mi infancia ocultos… y es que a veces, si no lo ves, parece que ni esté ahí… trucos de madre…¡feliz semana!
INGREDIENTES
1 patata mediana por persona
1 calabacín grande
2 huevos
1 zanahoria
1 cebolla pequeña morada fresca
1 lata de atún mediana
Aceitunas verdes (sabor albahaca en nuestro caso)
1 pimiento morrón
Hierbabuena
Cebolleta
Sal, vinagre de jerez y aceite de oliva virgen extra (u otro aliño)
PREPARACIÓN
1º Pelamos y lavamos las patatas y el calabacín, los cortamos en daditos y los cocemos en una cazuela con abundante agua salada, hierbabuena y cebolleta espolvoreada, a fuego medio una vez empieza a hervir durante unos 20 minuto (hasta que vemos que la patata está hecha). Escurrimos y ponemos sobre una bandeja alargada mezclado de base
2º Cocemos durante 10 minutos los huevos, los pasamos por agua fría, quitamos la cáscara y picamos. Ponemos los dos huevos sobre la base anterior
3º Raspamos y limpiamos la zanahoria, la rallamos sobre las patatas, calabacín y huevos
4º Escurrimos la lata de atún y vamos colocando todo el atún en la ensalada de la forma que prefiramos. Nosotras lo ponemos rodeando al huevo duro picado
5º Picamos el pimiento morrón, las aceitunas y la cebolla y los vamos colocando por toda la base de la ensalada
6º Por último, añadimos 3 aceitunas más en la parte superior sobre el huevo duro y espolvoreamos hierbabuena y cebolleta
** En esta ensalada solemos poner un aliño normal de sal, vinagre y aceite de oliva virgen extra para que las hierbas que hemos puesto tengan el protagonismo, pero podemos hacerle uno diferente
Más sobre el calabacín
El calabacín es una hortaliza que pertenece a la familia de las Cucurbitáceas. Esta familia comprende unas 850 especies de plantas, en su mayoría herbáceas, trepadoras o rastreras, que producen frutos grandes y protegidos por una corteza firme. Frutas tales como la sandía y el melón pertenecen a esta misma familia, junto con hortalizas tan comunes como el pepino o la calabaza.
El origen del calabacín no es bien conocido. No se sabe con seguridad si procede de Asia Meridional o de América Central. Se sabe que es una planta cultivada en todas las regiones cálidas de la Tierra desde tiempo inmemorial. Existen pruebas de que esta hortaliza ya era consumida por los egipcios y, más tarde, por griegos y romanos. Sin embargo, fueron los árabes quienes extendieron su cultivo por las regiones mediterráneas, donde se convirtió en un alimento de consumo habitual en la Edad Media. En las zonas del norte de Europa, su consumo fue más tardío y no tuvo lugar hasta la II Guerra Mundial. En la actualidad, su consumo está muy extendido en todos los países del Mediterráneo, así como en Holanda y Norteamérica. Marruecos, Italia y España son los principales países productores. Dentro de la especie Cucurbita pepo se pueden distinguir dos subespecies; ovífera y pepo. A ésta última pertenece el calabacín.
El calabacín es una hortaliza de verano aunque se puede adquirir durante todo el año. Sin embargo, los ejemplares más sabrosos son los que se recogen entre los meses de julio y septiembre. Es una hortaliza que se recolecta tierna, sin haber alcanzado su tamaño definitivo.
Forma: alargada, aunque también puede ser esférica.
Tamaño y peso: su tamaño ideal es de catorce a veinte centímetros, pero puede alcanzar los cuarenta. Su ronda los 200 y 300 gramos.
Color: el color de su piel es variable. Puede ser amarilla, verde clara, oscura o incluso negra. Algunas variedades presentan puntos grises. Su carne siempre es blanca.
Sabor: algo amargo, aunque con un ligero toque dulce.
Cuando se compran calabacines deben seguirse diferentes criterios de calidad. Se elegirán aquellos ejemplares que sean firmes al tacto, compactos, pequeños o medianos, sin manchas en la piel y pesados en relación con su tamaño.
Es aconsejable rechazar calabacines grandes porque suelen tener demasiadas pepitas y una carne menos tierna. La intensidad del verde que presente su piel no influye en la calidad de la pieza, ya que éste depende de la variedad a la que pertenezca el calabacín. El calabacín puede conservarse en el frigorífico en buenas condiciones durante unas dos semanas. El etileno, sustancia gaseosa que segregan en mayor proporción ciertos vegetales durante su maduración, confiere sabores amargos al calabacín. Por ésta razón, no han de almacenarse junto a frutas que producen este gas durante su almacenamiento tales como plátanos, melones, melocotones…, para evitar así la aparición de sabores amargos. También se pueden conservar los calabacines congelados, siempre que con anterioridad se escalden en agua hirviendo durante unos tres o cinco minutos.
El calabacín pertenece a la misma especie que la calabaza. Sin embargo, presenta propiedades nutritivas propias. Su principal componente es el agua, seguido de los hidratos de carbono y pequeñas cantidades de grasa y proteínas. Todo esto, unido a su aporte moderado de fibra, convierte al calabacín en un alimento de bajo aporte calórico, idóneo para incluir en la dieta de personas con exceso de peso.
Fuente de información calabacín:
http://verduras.consumer.es/calabacin/introduccion
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