Una vez más fueron los árabes los que al establecerse en nuestras costas andaluzas introdujeron y cultivaron en ellas la caña de azúcar.
Se tiene constancia de que fueron los musulmanes los que promovieron la industria azucarera en Málaga, Granada y Almeria; más de cinco siglos de historia que hoy por hoy, ése baluarte e importante sector económico andaluz es casi un espejismo de épocas pasadas. Hace unos años se dejó de cultivar los casi últimos reductos que quedaban en la zona de la Axarquía malagueña y en la parte del Guadalhorce.
Añoradas fábricas, sus maquinarias y terrenos que dieron un esplendor industrial en la provincia malagueña han pasado a formar parte del olvido, en la capital sólo queda el nombre “La azucarera”, nombre a los alrededores de un terreno abandonado quizás a la suerte del “ladrillo”.
Quizás la remolacha ha ido ganando “terreno” a la caña de azúcar a la hora de fabricar tan dulce complemento en nuestra gastronomía.
He podido leer que el azúcar de la remolacha surge en la época de Napoleón, quien le propuso obtenerlo a Benjamin Delessert. Aunque existe la teoría de que fue en el siglo XVIII cuando el químico alemán Andreas Marggraf, sería el primero en obtener azúcar sólido a partir del jugo de la remolacha “azucarera” y comenzó a comercializarse desde una fábrica en Polonia.
La remolacha ya se cultivaba hace 4000 años tanto en el Sur de nuestra península, como en el norte de Africa; los pobladores de entonces consumían las hojas, mientras que la raíz era utilizada como remedio medicinal; pero no fue hasta el siglo XVI cuando sus raíces, la dulce remolacha, se popularizaría no sólo en nuestra península, sino llegando al resto de los países europeos.
La remolacha azucarera es de tonos blanquecinos y la que consumimos generalmente en la mesa es la “colorá”, la remolacha roja también conocida como Betabel.
Personalmente tan morado tubérculo suelo usarlo únicamente en ensaladas verdes y como en ésta ocasión cocido con patatas dándole un especial color y aportando un dulzor que contrasta con lo salado del resto de los ingredientes.
¿Cómo la preparo?
Lavar las remolachas cuidadosamente sin romper la piel, ello permite que el color y el valor nutritivo no se pierda.
Cocerlas en una cacerola con agua procurando que queden totalmente cubiertas, dependiendo del grosor, aproximadamente durante quince o veinte minutos. (Comprobar que estén tiernas pinchando con un tenedor).
Después de cocinarlas, dejarlas enfriar y quitar la piel. Reservar.
Mientras cocer patatas en otro recipiente, en agua con un poco de sal, escurrir cuando estén cocidas y reservar.
Cocer uno o dos huevos durante diez minutos, hasta que estén duros. Pelarlos y reservarlos.
Escurrir del aceite atún en conserva.
Preparar una mayonesa “morada”:
Para ello poner un huevo, una pizca de sal y aceite de oliva en el vaso de la batidora (minipimer), mantener el brazo en el fondo a máxima potencia, esperar un minuto y mover de arriba, hacia abajo hasta que esté compacta. Cuando esté lista, agregar un trocito de remolacha cocida y mezclar (le dará el toque de color).
En un bol mezclar las patatas cortadas en trocitos, la remolacha cortada en trozos pequeños, el atún desmigado, huevo cocido troceado salándola al gusto.
Agregar la mayonesa, remover bien todo el conjunto.
Emplatar y servir acompañada por brotes tiernos de lechugas moradas.
¡¡ Buen provecho !!